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viernes, 17 de febrero de 2023

Un poquito de paz, ¡por favor!

 

          Corremos de un lugar para otro sin saber de dónde venimos y a dónde vamos. ¡Date prisa! ¡Corre! ¡Acelera! La velocidad pasa al primer puesto de la axiología. Se convierte en un fin en sí misma. De esa manera dilapidamos los momentos presentes, nos perdemos el disfrute de la belleza del lugar dónde nos encontramos. Aceleramos y el ruido motorizado de la actividad ensordece la melodía de vivir con intensidad. De esta manera perdemos la consciencia de todo los que nos rodea. Solo percibimos el chirriar de las ruedas metálicas del tren sobre la vía, los frenos del autobús que nos recoge en la parada, el motor del ascensor, el traqueteo de la lavadora, el vapor de la olla exprés, las notificaciones del whatsapp o el golpetazo de la puerta del vecino. Y nos perdemos el canto del ruiseñor escondido en los setos, el silbido del viento entre rendijas, los colores irisados que derrama el sol sobre la escarcha matinal o la sonrisa del niño que sube al tobogán.        

¡Qué maravilloso es encontrar un remanso de paz! ¿No has buscado, en muchas ocasiones, un espacio de tu vida en el que sientas la felicidad? ¿No has necesitado dejar la cotidianidad y soñar en un lugar, un ambiente, un espacio donde tú realmente seas tú? ¿Nos has comprobado, en algún momento de tu existencia, cómo lo esencial de tu vida se escurre como el agua entre las manos?

         Todo se consume en un abrir y cerrar de ojos. Nos fijamos en los latidos del corazón solamente cuando el cuerpo nos avisa de que algo no va bien. Contamos las pulsaciones con el ansia de que estén en los márgenes de su funcionamiento normal y, sin embargo, pasan desapercibidos cuando fluyen al compás del diapasón que marca el ritmo de la existencia.

         Tal vez caminemos hacia ninguna parte donde nadie nos espera. La carencia de metas produce generalmente mucha inseguridad. La nada, el vacío, el abismo enfocado al futuro personal no es nada atractivo. El ansia de eternidad que tenemos incrustada en lo más hondo de nosotros nos empuja a buscar permanentemente algo que dé sentido a nuestro ser. Y cada uno tratamos de encontrarlo a nuestra manera, sabiendo de antemano que nadie nos va a dar ninguna respuesta fiable y segura.

            Tenemos claro que el tiempo es el regalo más importante en nuestra vida. No deseamos perderlo  en cosas que, aparentemente son tonterías. No obstante, preferimos no detenernos en el camino. Aunque todas las señales nos indiquen la necesidad de stop, nos las saltamos con la ilusa pretensión de que llegaremos antes. ¿A dónde?

         ¡Para un momento!

Siéntate. En una silla, en la hierba de una cuneta, en cualquier peldaño de una escalera. Deja de movilizar tus piernas para que tu cuerpo interprete que te has detenido.

Calla. Tu boca y tu mente. Guarda silencio ante ti. Deja abierto el sentido de la escucha. Sin ninguna pretensión.

Déjate llevar. Hacia todo y hacia nada. Experimenta la sensación de viajar a ninguna parte.

Tranquiliza tu ser. Es el estado más difícil, pero no importa. Reposa tus acciones, tus pensamientos, tus sensaciones, tus sentimientos. Déjalos caer y permite que se sienten contigo.

Abre los sentidos. Todos los sentidos. Aunque cierres los ojos deja abierta la mirada y la escucha. Percibe la sutileza de tu piel y el rumor de la brisa. Saborea ese instante.

Respira. Solamente respira. Una y otra vez.




 

lunes, 18 de abril de 2022

DÍA DEL LIBRO

                         Día del libro

         23 de abril, Día del libro. Una buena manera de celebrarlo es regalar libros para que la semilla de la cultura se difunda por todos los rincones de la tierra.  

LEER ES UN REGALO. COMPARTE. Un proyecto sencillo que pretende sensibilizar sobre la importancia de leer. Nos falta visitar 12 localidades para llegar al objetivo de regalar al menos 100 libros en 100 localidades diferentes. La mayoría en Aragón. Y lo vamos a conseguir antes de que llegue el día del libro.

Como los libros se suelen archivar en los anaqueles de las librerías pero donde mejor están son en manos del lector, al mismo tiempo que visitamos los pueblos y comarcas de Aragón disfrutando del paisaje, de la cultura y de sus gentes, vamos repartiendo libros en los que dejamos una nota indicando que la lectura es un regalo y que se animen a compartir la experiencia.

Indico las últimas localidades visitadas: Grisen, Oitura, Pleitas, Bárboles, Bardallur, Plasencia de Jalón, Urrea de Jalón, Rueda de Jalon, Refugio pastores de Pozuelo, Novallas, Malón, Embalse de Lor, Barillas, Vozmediano, Lituénigo, Fréscano, Bisimbre, Mallén,

Cada vez más van llegando email de personas que han encontrado un libro y manifiestan su agradecimiento por la iniciativa y, algunas de ellas,  explican que continuarán haciendo lo mismo. Es el mejor regalo personal que se puede recibir y estos gestos animan a continuar con la experiencia de regalar y compartir la lectura.

 

domingo, 3 de enero de 2021

VIVIR Y SENTIR EL AÑO NUEVO

Vivir y sentir el año nuevo

          Muchas personas queremos olvidar el año pasado. Fue una pesadilla con la aparición del coronavirus. Las expectativas que se habían puesto en su inicio se echaron por tierra a los poco meses. Llegó marzo y con él, el confinamiento en los hogares. Hacía mucho tiempo que la libertad no se sentía tan amenazada. La mayor parte de los planes personales se postergaron para el momento en el que llegara la normalidad. Y esa normalidad, no llega nunca. Hablan de la nueva normalidad como si la vida fuera estática y los cambios no se produjeran. La vida nunca es normal. La vida está en un cambio permanente. Por tanto, no podremos encontrarnos como antes de la aparición del virus. Se ha iniciado un año nuevo. Propongo vivir y sentir el año nuevo de una forma distinta, como se merece la condición humana.


         Vivir y sentir el año nuevo. Vivir y sentir una vida nueva. Este deseo recurrente todos los años no es fácil conseguirlo. Está supeditado, fundamentalmente a la salud. Y ésta no depende en su totalidad de nosotros. Es un gran regalo al que podemos contribuir cuidando nuestros hábitos de vida. Pero al fin y al cabo sigue siendo un regalo. Así que con el permiso de tu salud y si realmente quieres vivir y sentir el año recién estrenado como el año de tu vida, te propongo varios retos:

 

1.- Piensa a conciencia no más de dos o tres deseos que te gustaría ver cumplidos. Sin prisas, dándote el tiempo que creas necesario para concretarlos. Con ambición y realismo. Mezcla el atrevimiento y la humildad.  

 

2.- Cuéntaselo especialmente a tus seres queridos. Explícales con el mayor detalle que propósitos o deseos quieres alcanzar. Y, si lo crees conveniente, pídeles la ayuda que necesites en el momento que consideres.

 

3.- Anota los pequeños logros que vas consiguiendo y destaca los pasos que todavía te faltan. Cuando te des cuenta de los errores que vas cometiendo, alégrate porque es la señal de que estás en la dirección correcta. Reconoce los fallos y mejora tus actuaciones. Pero sobre todo permanece en los objetivos marcados.

 

4.- Agradece sin medida a quienes te hayan ayudado durante el proceso. Nunca te canses de dar las gracias por lo pequeños detalles. Es necesario recordar que nuestra vida depende mucho de las personas que nos rodean y siempre recibimos mucho más de lo que damos.


 

Solo al final del proceso, cuando hayas evaluado los resultados, sabrás con certeza si el cambio se ha producido. Pero con toda seguridad te habrás acercado a la meta o expectativas que habías deseado más de lo que te imaginas. Durante el camino habrás vivido y sentido el año como realmente nuevo. Si te quieres, ¡atrévete!

                                                                     RaRoLo

 

 

viernes, 30 de octubre de 2020

No apto para personas débiles


 

      

             Si estás pensando que eres una persona débil, vulnerable y con muy pocas fuerzas no sigas leyendo. ¿Total para qué? Ya has tomado la decisión de abandonarte al destino como una hoja de árbol que se la lleva el viento donde le place. Si te has creído que no sirves para nada y que eres muy poca cosa. Si sospechas que la mayoría de las personas son mucho mejores que tú. Si continuamente te estás comparando con otros y la mala suerte se ha cebado contigo, te repito: No sigas leyendo, ¡por favor!

    ¿Todavía estás ahí? Pues es señal de que no eres tan frágil. Al menos consideras que tienes una fuerza interior que desconocen los demás y, posiblemente hasta tú mismo. Seguramente te has planteado muchas veces qué haces en este universo, en esta tierra, en este país, en esta ciudad o en este pueblo. Como yo, supongo que como todo el mundo. ¿Has llegado a alguna conclusión que te satisface? Pues ¡enhorabuena! ¿No has llegado a tener nada absolutamente claro? ¡Pues bienvenido al club de los dubitativos!

    Porque, ¿no estarás esperando a que alguien te dé la solución a estos interrogantes vitales? Y si alguien lo ha hecho y te lo has creído a pies juntillas, piénsalo en profundidad. ¡Por si acaso!

    Tal vez hayas tomado la decisión de no darle vueltas a estas cosas. Eres libre. Si eres consciente de quién eres, de verdad, ¿qué más quieres ? Piensa en ti. Sin más. Abandona el sentimiento de egoísmo que te reprime asir lo mejor que llevas dentro. Ahí estás, con toda la fuerza del mundo. Deséate lo mejor. Descubre tu propia energía personal. Vive con sentido y no podrás retener en tu interior tanta riqueza. La fortuna o la suerte se derrama de forma gratuita como el agua del río. Y a ese cauce se acercan las personas que te quieren, aunque no lo sepas.

 

 


jueves, 24 de septiembre de 2020

NORMALIDAD

                                        


          Normalidad viene de norma. Una cosa intermedia entre lo más y lo menos. Sin excederse pero tampoco quedarse corto. Se diría en términos coloquiales lo normal. La normalidad es la cualidad que se atiene a la norma, a lo establecido, a lo consensuado en la costumbre o estilo de vida de una población. Por ejemplo, está concebido tácitamente que al inicio del encuentro entre dos personas se utiliza el saludo y al finalizar ese encuentro existe una despedida. Puede escenificarse con unas palabras como: ¡hola!, ¿qué tal?, ¡adiós!, ¡chao!, ¡hasta pronto!, etc… En nuestra cultura se da un apretón de manos o unos besos en las mejillas. Si existiera una relación de mucha confianza lo normal sería un fuerte abrazo.

         La normalidad suele estar muy ligada a lo que denominamos sentido común. A veces se comenta que el sentido común es el menos común de los sentidos. El sentido común parece que predomina su concepción como la manera sensata de actuar y relacionarse con los demás. Dejémoslo ahí.

         Con la irrupción de la pandemia del coronavirus, las autoridades gubernativas han intentado convencer a la ciudadanía de que entraríamos en una nueva normalidad. No se sabe muy bien que intencionalidad hay detrás del significado de esas palabras. Entre ellas, destaco la importancia de no tocarse entre personas, para evitar el contagio, ¡claro! Nada de apretones de manos, besos o abrazos. Todos los saludos, al menos, con un metro y medio de distancia de separación. Añadamos a todo esto la no conveniencia de aglomeración de personas.

         Es decir, mascarilla y boca tapada. Alejamiento personal y evitar el saludo. Y, por supuesto, nada de reuniones o encuentros y, menos aún, si son de mucha gente. Nos encontramos ante la nueva normalidad. Esta situación, además de favorecer la no propagación del virus, reúne todos los ingredientes para facilitar a los gobernantes la división entre la población. El aislamiento y la obsesiva preocupación por uno mismo, son el caldo de cultivo perfecto para que la sociedad permanezca dividida. Sólo falta el ingrediente simbólico de la mascarilla como bozal. La boca y la nariz tapadas. Predominio absoluto de las teles. Tele-trabajo, tele-asistencia, tele-formación, tele-consulta, video-llamada. A distancia, telemáticamente. Lejos, cuanto más lejos mejor. ¿Y a esto le llaman la nueva normalidad?

         Sin dejar de aplicar las recomendaciones sanitarias de manera provisional para la no expansión del virus, me niego a instalarme en la nueva normalidad. El saludo cordial, cercano. Los besos y abrazos. Las reuniones familiares y con los amigos. El sentimiento de pertenencia a una sociedad común, interdependiente, democrática, libre, unida y con tendencia a la universalización de las relaciones. Acortar distancias entre los seres humanos, compartir experiencias, buscar juntos el bien común de esta humanidad, en los tiempos que nos tocan vivir y con los obstáculos que aparecen en el camino, me parece lo normal y de sentido común.





 

martes, 18 de agosto de 2020

Redes sociales influyentes

 

Vivimos en un mundo donde lo importante es ser conocido. Ya sea como idiota o como listo. Da igual.  “No soy nadie” es para los mindundis, para quienes se consideran insignificantes. Hemos venido a este mundo para destacar ante nuestros congéneres, ¡qué pena! Destacar en el vestido, en la altura, en el color, en el dinero, en el coche, en la casa, en las propiedades, en los números que se  manejan en los bancos.

Las redes sociales son el reflejo de ello. A la caza de muchos k (miles) de “me gusta”. Cuantos más, mejor. Hay que sacar la lengua ante la cámara web, pues se saca. Así  los internautas pulsan un + a la “gracieta” de turno. Meterse una salchicha por la nariz, reírse del tropezón de un viandante o hacerse un selfie comiendo un chuletón de dos kilos, mola. Foto, video o streaming. Hay que facilitar al espectador que no lea ni una sola palabra. No vaya a ser que le robe al intelecto el poco serrín que permanece activo en el cerebro, o lo que quede de él.

Que hablen de ti. Para bien o para mal. Lo interesante es no ser ignorado. Que corra la estupidez en las redes como la pólvora. Que se retuitee la sandez a todos los rincones del planeta. Los “influencers” (actuales generadores de pensamiento, tendencias y cultura en las redes sociales) son reverenciados por los adictos al móvil, quienes entrenan a diario a su dedo pulgar hasta alcanzar las más de quinientas pulsaciones por minuto. Ahí están sus “followers” repitiendo, como loritos las chorradas del instante efímero de la moda.

El pensamiento crítico, la reflexión, la lectura a fondo de los contenidos, el amor a la sabiduría que ejercían con tanta maestría los filósofos clásicos son cosas para “aburridos” y “plastas” y “carcas”. ¡Así nos va, claro!

¿De qué sirve ser conocido o destacar sobre los demás si se ha perdido la autoestima? En el fondo es una forma de reconocer el complejo de inferioridad que se lleva a cuestas. Cuando reconocemos que somos diferentes y, precisamente esa diferencia, es la que nos caracteriza como seres únicos, la vida alcanza un aliciente y un sentido. Ser uno mismo es la fuerza que nos impulsa a realizar en este mundo lo que nadie es capaz de hacerlo como nosotros. Esta es nuestra aportación al género humano. Única, especial e imprescindible. Jamás existiría si no fuera porque existimos como seres individuales irrepetibles.

Las redes sociales influyentes, las que importan de verdad, son las que nos afectan más directamente a nuestras vidas. La pareja, los hijos, la familia, los amigos, los colegas del trabajo, la vecindad, etc. Como en los círculos concéntricos que se producen al tirar una piedra a un estanque de agua, el grado de intensidad es directamente proporcional a la cercanía de la onda al epicentro. Es decir, cuanta más cercanía existe en nuestras relaciones más valor tiene la red social para nosotros.

La calidad de las relaciones personales se caracteriza por la fidelidad de los vínculos que se crean entre las personas. Tanto “followers” como “influencers” no son precisamente quienes pulsan un botoncito en el teclado de algún dispositivo electrónico, sino quienes sienten un nexo esencial que afecta al pensamiento, a los sentimientos y afectos más profundos de la existencia.

          

miércoles, 5 de agosto de 2020

5 claves frente al miedo

   Llevamos cinco meses desde que comenzó la pandemia de la Covid-19. Tres meses confinados por orden ministerial y el resto por cautela y libertad autovigilada. La mayoría de la gente tiene miedo. Sale de casa con precaución. Mascarilla en la boca, gel o alcohol en el bolsillo y hábitos de conducta propios de un trastorno obsesivo compulsivo.

    Los días van transcurriendo y no se ve un horizonte esclarecedor de la situación. Los brotes, los contagios, los ingresos en los hospitales van en aumento. El número de muertos ni se nombran (parece ser que al gobierno le molesta que la gente se muera, y, además, se difunda el alto número de fallecidos).

    Poco a poco la ciudadanía se va volviendo más miedosa. Este efecto es imparable. El miedo a lo desconocido es muy difícil de afrontar porque no se sabe qué hacer frente a él. Miedo a perder alguno de los seres queridos, la salud personal, la economía, las relaciones y la libertad.

         Frente a esta situación paralizante, ¿qué se puede hacer?

 

1.- Calma. No se puede cambiar lo que no depende de nosotros mismos. Para qué sufrir por lo imposible. El sufrimiento nos lleva a empeorar las cosas. Y en vez de ayudar a encontrar una salida, entorpece nuestras actuaciones. No se debe echar a correr hacia no se sabe dónde. Calma.

 

2.- Reflexión. Necesitamos pensar sobre la realidad que estamos viviendo. Analizar las posibles causas y consecuencias. Hacernos conscientes de los hechos, sintetizar las informaciones que creemos más relevantes para afrontar el problema. Sin obsesionarnos por la avalancha informativa y reiterativa con la que nos bombardean los medios de comunicación.

 

3.- Fijar hábitos básicos de actuación.  En el caso de la pandemia, utilización de la mascarilla, lavado de manos y distancia personal, porque parece ser que están contrastados por la evidencia. Pero tal vez se necesiten hábitos personales también en el aspecto económico o relacional. Pocos hábitos pero integrados en la cotidianidad de nuestra conducta con la mayor firmeza posible.

 

4.- Mantener la identidad personal. No dejar de ser uno mismo. Por mucho que las circunstancias se modifiquen a nuestro alrededor, nuestros principios y valores no deben cambiar. Sin ellos no se puede vivir con dignidad. Perderíamos la esencia y el sentido de nuestro ser. Un virus externo no es quien para arrebatarnos lo esencial de la naturaleza humana.

 

5.- Humildad. Con el respeto, precaución y las acciones preventivas adecuadas, abandonarse al destino. Esta clave puede parecer contradictoria con las anteriores, pero es necesaria para ser conscientes de que no podemos controlar absolutamente todo. Va intrínsecamente unida a la condición del ser humano. Ayuda a vivir con más intensidad los acontecimientos y exprime la vida en su justa medida.

viernes, 20 de marzo de 2020

¡APLAUDIR!



Aplaudir a todo el personal sanitario, personal de limpieza, celadores, servicios de ambulancia, personal de mantenimiento, administrativo, auxiliares, enfermería, médicos, etc… Agradecer con el mayor cariño.  Apoyar con los medios a nuestro alcance. Corresponder con generosidad y reconocer su esfuerzo, su vocación de servicio. ¡APLAUDIR!

Aplaudir a los servicios de emergencia, al 061 y al 112, protección civil, a la policía con el apellido que le corresponda, a la guardia civil, a la UME y a los militares, a los funcionarios y a todas las personas que en estos momentos están prestando un servicio a la sociedad. Con el mismo cariño y generosidad. ¡APLAUDIR!

Aplaudir a todas las personas que realizan su trabajo. De alguna manera están contribuyendo a mantener los servicios básicos agua, electricidad, alimentos, medicinas, etc. En silencio, con preocupación y miedo, como la mayoría de la población, pero con responsabilidad. ¡APLAUDIR!

Aplaudir a todas aquellas personas que me resultaría difícil enumerar por mi desconocimiento de su labor y que seguramente será muy importante. ¡APLAUDIR!

Porque aplaudir es animar a todo el mundo. Es inocular un virus bueno que genera esperanza, ganas de luchar, esfuerzo por conseguir un fin. Ovacionar a quienes están interesados por el bien común, por salir del barro en el que nos encontramos. Aplaudir no es hacer ruido, protestar, manifestar queja sobre algo o alguien. Aplaudir es felicitar, premiar, estimular positivamente para mejorar lo que ya se está haciendo. ¡APLAUDIR!

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Gestionar la impotencia


         Un hombre se había caído en un barranco de unos diez metros de profundidad, pero antes de caer al vacío consiguió sujetarse en un saliente. Estaba solo. Los gritos de socorro eran desgarradores. Durante los primeros minutos intentó trepar hacia arriba pero no consiguió absolutamente nada. Prácticamente era imposible subir sin la ayuda de alguien. El hombre sabía que cuanto más tiempo transcurriese colgado de sus manos, más probabilidades habría de que alguien escuchara los gritos de socorro.
         Dada la gravedad de la situación en la que se encontraba decidió calmarse un poco y ello le permitió descubrir que existían dos puntos de la pared donde podía encajar sus pies. Ese descubrimiento le facilitaba el descanso de un brazo mientras se sujetaba con el otro. E iba alternando las extremidades. Continuó gritando palabras de auxilio. Pasaron los minutos y la respuesta exterior no llegaba de ninguna parte.
         Era conocedor de que esa zona no era transitada con frecuencia y solo un golpe de suerte podría salvar su vida. Diez metros era una caída libre considerable. Si se dejaba caer, tal vez tuviera fortuna y salvara la vida aunque su cuerpo quedase magullado y repleto de traumatismos. No sabía qué hacer. La decisión de quedarse agarrado terminaría por agotarlo físicamente y terminaría en el fondo del barranco. Optar voluntariamente por tirarse al vacío para intentar caer de una manera más controlada, también suponía un riesgo muy peligroso.
         Hasta aquí llega la descripción ficticia de esta situación. Si tú fueras el protagonista, ¿qué decisión tomarías?
         Cuenta el autor de esta historia que nadie pasó cerca del lugar en mucho, mucho tiempo.

jueves, 14 de marzo de 2019

Sociedad y redes sociales para embobados


       Soy seguidor y participante de las redes sociales desde hace algún tiempo. A bote pronto, quiero hacer balance de ello. Empiezo a estar harto de compartir y retwittear frases muy bonitas que se repiten, una y otra vez. Da la impresión de que lo importante es conseguir muchos “me gusta”, o +. La clave está en  que la lista de amigos, seguidores…, se acreciente al máximo. Como si ello fuera expresión de nuestra capacidad de mejorar la percepción social. O tal vez, detrás de un artilugio informático, se busque un poco de autoestima por parte de gente anónima.
        La pantalla mantiene embobada a la sociedad, dando vueltas a la rueda del ratón del ordenador o pasando mensajes de whatsapp, noticias, fotos, videos, con el móvil de última generación y con la máxima avidez para encontrar no sé qué.
         Se echan en falta ideas personales frente al “copia y pega”, opiniones e ideas propias. Los escritos que tienen cierto contenido suelen ser ignorados porque la mayoría de ellos supera las tres líneas y leer tanto texto cansa, lleva demasiado tiempo para el consumista clásico de las redes. 
  Hay que realizar muchos selfies. Especialmente de la figura hedonista de quien pulsa. Fotos y videos de paellas y huevos fritos con panceta a punto de ser devorados. Lugares de ensueño que den la impresión de que, donde está el móvil, allí se encuentra un ser, aparentemente feliz, al que hay que envidiar y que suplica unos cuantos “me gusta” con corazoncito incluido.
        Tal vez, la sociedad está utilizando las redes como el mejor medio de ser reconocido un poco, de ser alguien, aunque sea por personas desconocidas. O quizás, todavía no se hayan captado los objetivos más interesantes de la existencia de estos medios de comunicación. Seguro. Pero la dependencia de estas redes sociales ya cansa, agobia y absorbe  demasiado. Detrás de todo este tejido de comunicación existen excesivos “intereses” ideológicos, y especialmente económicos, seguro. Creo que es un buen sucedáneo para sustituir al pensamiento libre y cultivar una sociedad embobada con los medios.
         A pesar de ello, personalmente, no renunciaré a difundir lo que me parezca interesante, al menos, para que lo puedan contrastar algunas personas que intentan ir más allá de la trivialidad, en la que nos intentan atrapar estas “redes”.

lunes, 19 de noviembre de 2018

De tarde en tarde


            De tarde en tarde. Cuando la luz baja a las sombras. La tierra recoge los irisados rayos del sol. Se los guarda. Guarda tanta brillantez en sus entrañas que devuelve en vómito lo que nunca quiso.  ¡Basta de esperar a que amanezca! Siempre amanece cuando llega la visita del alba. Pero nadie la espera, nadie la quiere realmente. Solo exprime las primeras luces para fundirlas en el agujero negro de los ideales ajenos.

Se han quedado sentadas las rosas en los balcones del paraíso. Las malvas abrazadas a verdes. Las amapolas distraídas en su juego enamoradizo. Perdida en los caminos se reúne la ontina, amarilla. Más amarilla que el oro en su verde sofá. El viento la mece despacio, muy lentamente, engañando a la tarde. 

Lágrimas escondidas en la duda. Siempre presente. Nunca deseada. Consciente de la inminente noche que se acerca por el camino desconocido. Y, en cada segundo, se retrasa un poco las manecillas del reloj. La saeta se echa a correr, de nuevo. Coge mucha más velocidad que antes, marcando el paso militar, un, dos, un, dos.

Las nubes se han asomado al abismo. Pero ellas no tienen vértigo. Están presentes en los cielos de cada mundo. Grises, a veces, azules. Algodones caprichosos de la fantasía blanca. Dulces amargos, en las esperas del parto de su panza. Allá van. Vienen en lontananza. Están aquí, ya. Presagio de tormentas. Anuncios de esa tierra húmeda, ansiosa de la gorda gota que rompe el terrón de gea, petricor. La ciudad se enfada, expele sus flatulencias, en secreto. Nunca llueve a gusto de todos. Hablar por hablar.

De tarde en tarde, la consciencia de la vida, llama. Una bofetada al sopor de la rutina. Un corte de sable a la línea de vida. Debajo está el abismo. Y te llama a gritos. Solo quieres despertar, despertar inmediatamente, antes de que sea demasiado tarde. O sea la tarde quien te atrape en su nube etérea. Tienes miedo de que te engulla en su enorme barriga, esa que flota en los cielos. Cielos verdes, rojos, violetas, como los deseos del alma.



sábado, 10 de marzo de 2018

La mayoría y el juicio


    Se dice de una persona que tiene juicio cuando mantiene una opinión razonada sobre algún aspecto de la vida. También se le suele considerar como una persona con criterio. Mantener el juicio, la opinión o el criterio, razonadamente, es una cualidad que, en la actualidad, se prodiga poco.

Se aprecia cómo se está conformando una sociedad que utiliza la  “mayoría” como concepto que sustituye al de juicio.

Se define como “mayoría” al conjunto o grupo cuantitativamente superior a otro conjunto o grupo que es cuantitativamente menor. Como se puede apreciar el concepto “mayoría”, aunque sea impersonal, anodino, indefinido, impreciso, incierto, ambiguo e indeterminado, por no alargar más su confusa definición, deja claro la existencia de un número mayor sobre otro número menor.

            La mayoría es el criterio que lo justifica casi todo. Existen demasiadas decisiones que se dirimen por este criterio. En elecciones políticas, en comunidades de vecinos, en consejos de administración, en tantas organizaciones sociales, etc. En última instancia, la decisión final es acordada por “la mayoría”. No importa si el procedimiento de discernimiento es correcto, si se tiene la información adecuada, si es un bien o un mal, justo o injusto, valor o contravalor. Se da por supuesto que la existencia de mayoría justifica, por si misma, que el juicio sea el adecuado.

            El concepto de mayoría hace referencia clara a la cantidad y el de juicio a la calidad. Priorizar una sobre otra conlleva sus consecuencias.

            Algunas veces, la mayoría suele ser el refugio de los que no quieren pensar y abandonan su voluntad en manos ajenas para obedecer ciegamente. En esta sociedad hay partes interesadas en educar para la obediencia. El arte de hacer obedecer es uno de los mejores desarrollados por la sociedad. Obedecer a no se sabe qué, ni a quién. Sumisión al gobierno, al partido, al consejo de administración, al cliente, al votante, al inversor, al padre espiritual, al dios que designa cada religión, a las normas, a lo establecido. Los hijos a los padres, los alumnos a los maestros, los maestros a la administración educativa, ésta al gobierno de turno y el gobierno al jefe del partido y éste, a la “mayoría” que lo ha elegido, en el mejor de los casos.

            La fortaleza del rebaño social está consiguiendo eximir a todo el mundo de su responsabilidad personal. Incluso hay interesados en decirnos, según su “interesada” interpretación, quién es la mayoría social. ¿Dónde se encuentran las personas independientes que toman decisiones con criterio y asumen las consecuencias, ya sean beneficiosas o perjudiciales? El mundo parece estar dividido en dos tipos de personas: las que dicen “yo no he sido” cuando ha salido algo mal y las que aprovechan la más mínima oportunidad para “ponerse la medalla” ante cualquier logro, sea o no por su intervención. Si el resultado es positivo el mérito es personal y si es negativo, la culpa se socializa.

            La fuerza del rebaño es poderosa. Quiero pensar que todavía hay personas que se resisten a ser “mayoría” aunque ello les suponga, en muchos momentos, no ser bien visto por ese tipo de  “mayoría”.
           

miércoles, 17 de enero de 2018

4 Características del Síndrome del Orgasmo Permanente

         Se dice que el secreto de la eterna juventud reside en el sexo. Seguramente. Parece ser que cuando se alcanza el climax se liberan estrógenos que tienen relación con una proteína que mejora la característica de elasticidad de la piel y también liberan endorfinas que actúan como analgésico natural.
         A todo el mundo le gusta ser feliz a tope. Siempre. Unas personas aspiran a encontrarla de manera individual. Quizás la mayoría la buscan en compañía de su media naranja. Vivir en plenitud durante toda la vida. Dicho de otra manera: en orgasmo permanente. Para lo cual, la mayor parte de las parejas, basan sus relaciones en dos aspectos fundamentales: Uno, que haya química o feeling y dos, la voluntad de convivencia con la otra persona.
         Y, ¿qué sucede, cuando desaparece el feeling? Pues que pierde sentido el valor de la voluntad de convivencia. Por consiguiente, o se da un acomodo insufrible o la separación es irremediable.

Una posible explicación: La convivencia de pareja se basa en el principio del Orgasmo Permanente. Este Síndrome se suele dar en personas con las siguientes Características:

1.- Se aferran a la eterna juventud, independientemente de lo que ponga en el documento nacional de identidad. No soportan los defectos ajenos, como para caer en la cuenta de las carencias propias. Todo lo que no les proporcione felicidad inmediata, no merece la pena

2.-Del aburrimiento y la monotonía siempre es culpable la pareja. Nadie cuestiona ser él mismo, el origen o la causa de que la relación no se esté cuidando con delicadeza y entrega. Y así, cuando no se reconoce el problema, es imposible acercarse a la solución.

3.-Existe una resistencia generalizada a reconocer el envejecimiento propio de cualquier ser vivo. Cuando las arrugas se descubren en la pareja o en la misma persona, la tendencia es taparlas a base de lo que sea. Sin asumir que el proceso de la vida es así.

4.-El feeling es esa química positiva que se da entre dos. Y se rompe cuando un miembro de la pareja decide, de manera subjetiva, que no es positiva. Además tiene la ventaja de que el concepto feeling no es necesario razonarlo. Se produce o no se produce. Por tanto, si se concibe que no hay el disfrute esperado, a pleno rendimiento, pues no hay feeling.


Si, por casualidad, se dan dos o más de estas características convendría preguntarse, en profundidad, en que se fundamenta la voluntad de convivencia. Pero lo que está claro es que no es normal encontrar a gente en orgasmo permanente. Quizás la haya. 

domingo, 7 de enero de 2018

Ahora no es Navidad

            Ya han pasado los días de Navidad. Se acabaron las felicitaciones típicas, el juego del amigo invisible, los regalos del señor gordito con barba blanca y los que trajeron los reyes mágicos. Se terminaron las cenas y comidas copiosas con  los familiares. Se han recogido los adornos navideños, apagado las tiras luminosas de leds y envuelto las figuritas del belén. Todavía juegan los niños con los juguetes recién estrenados, mientras los papás se disponen a zambullirse en la rutina laboral y doméstica.

            Ha finalizado el tiempo socialmente aceptado de la felicitación, de la alegría, de la solidaridad. Ahora comienzan las rebajas de enero para compensar el despilfarro de las fiestas pasadas y pagadas. Sin la suerte de haber sido agraciado por la lotería y con la misma salud que se tenía antes de las fiestas, siempre y cuando no se haya abusado en exceso de las comilonas. Vuelta al trabajo, al cole, a la inercia rutinaria de cada día. 

            Sin embargo, estos días anodinos son los que más necesitan de alegría y de encanto. El regalo de cada minuto de existencia tiene la fuerza de toda una fiesta. Los miles de besos depositados en las mejillas de los seres amados, la sonrisa ofrecida como señal de acogida y de encuentro, la palabra amable, el silencio educado, el abrazo con ternura, la espera esperanzada, la confianza en las posibilidades ajenas, la caricia afable… estas cosas sí que son auténticos obsequios de la vida.

            Ahora también es tiempo del cariño, de los encuentros familiares, de las llamadas a los amigos, de las visitas deseadas. Ahora se disponen de muchos días para felicitar, para reconocer con gozo el crecimiento ajeno, para hacer reír, para jugar, para quedar a tomar un café, para escribir unas palabras a quienes queremos en la distancia. Ahora se pueden hacer visitas a quien está enfermo, a quienes sabemos que les afecta la soledad. Ahora se puede pasar un rato con las personas mayores que sólo desean a una persona que les haga sentirse importantes. Ahora, es precisamente cuando más se necesita la solidaridad. Ahora no es Navidad.



domingo, 31 de diciembre de 2017

12 UVAS

                Las 12 uvas de la suerte. Esa suerte que queremos disfrutar a todas las horas. Como si todo dependiese de ella. Esperamos al fin del año para realizar la gran ceremonia de pedir los mejores deseos para el año que viene. Frente a un televisor o en la plaza de cualquier ciudad, delante de un reloj que dé las campanadas. Exactamente doce. Como los doce acasos que quizás se produzcan en el año entrante, uno por mes, uno por intención, uno por expectativa. No nos ha tocado la lotería y ya nos conformamos con la salud. Pero somos pertinaces, si no hemos sido agraciados con el dinero, pues decimos que la salud es lo principal. A partir de ahora a por más. Ponemos nuestras esperanzas en comernos, a golpe de badajo, una uva en cada campanada. Y con eso, casi tenemos garantizada la estrella. Hay que seguir el ritual porque si no, ya tenemos la excusa perfecta para pensar  que la causa es no haber creído en él. Se acompaña de un cava, o cualquier bebida alcohólica y besos para todos y abrazos que jamás te atreverías a dar cualquier día del año.

                Las 12 uvas dan permiso para el desmadre generalizado. Para encasquetarse un gorrito y unas gafas de payaso. Tirar confetis, beber, gritar, saltar y bailar hasta que el cuerpo aguante. Terminar la noche en alguna churrería tomando chocolate con churros antes de meterse en la cama. Despertar lo más tarde posible para volver a reconocer que las fiestas se terminan. Que todo vuelve a la rutina diaria. Que ya se han olvidado prácticamente todos los deseos. De la celebración del año nuevo quizás quede algún recuerdo todavía, gracias a los pequeños trozos de turrón que terminan encajados en algún aparador de un armario. Pero de las uvas, ni rastro y de la suerte, ni se sabe, ni se la espera.   

viernes, 22 de diciembre de 2017

Que hoy seas feliz


    Se acercan días entrañables para la familia. Momentos de recuerdos, de vivencias difícilmente olvidables. Entramos en el mes de diciembre y con este mes invernal llega la celebración de la Navidad. 
    Por ello, te desearía una Feliz Navidad y un próspero año pero me suena a tópico y cumplido. Te deseo que hoy seas feliz, sin más. En este momento tienes la posibilidad de alegrarte de la vida, de reconocer a tus personas queridas como lo mejor que jamás soñaste, de respirar, de sentir, de amar e incluso de sufrir. Si es así, todavía dispones del gran regalo de la vida. ¿Qué más quieres?

No es necesario que digas nada, simplemente sonríe. 
Aunque nadie te vea estarás siendo consciente de tanta riqueza. 
Disfruta sin medida. 
Abraza para sentirte cada vez más cerca de la humanidad. 
Saborea el pan duro que no consumiste el día anterior. 
Recréate contemplando las hojas caídas. 
Mira hacia atrás y ríete de tus payasadas. 
Sueña en la vigilia y duérmete recordando cualquier cuento infantil. 
Tal vez aparezca esa estrella que siempre has estado buscando.





 

miércoles, 6 de diciembre de 2017

No soy un viejo

¿Pero qué le pasa al mundo? Creen que he perdido el juicio y me tratan como a un niño. Fíjate, me dicen que el “pis” se hace dentro del wáter y el “pas” no se unta en los sanitarios. Cuando voy al médico siempre justifica mis dolores con los años y “qué vamos a hacer”, el tiempo no pasa en balde. Si lo único que siento es que las piernas me duelen y por eso no puedo caminar bien. Es verdad que abrocharme los botones de la camisa me resulta imposible. Claro, si se ha puesto de moda hacer los ojales muy estrechos, así es muy difícil. La cremallera del pantalón no la subo hasta arriba porque tiene el cierre demasiado pequeño y cuando me entra una prisa no me da tiempo. Suelo utilizar los zapatos más anchos, ¡cualquiera acierta con el calzador! Me parece que el suelo está más bajo que hace un tiempo atrás.

¡Estoy harto! Continuamente me echan en cara que eso ya lo había dicho. ¡Pues claro! Lo que pasa es que nunca me hacen caso. Yo me acuerdo de las cosas y todo el mundo se empeña en convencerme que es a mí sólo a quien se le olvidan. ¡No hay derecho! Si sabré yo lo que pasa. He perdido vista. Ahora no veo como antes. Las últimas gafas que me compré no me las ajustaron bien. He ido varias veces al oculista y dice que sí, pero no me hace mucho caso, estoy seguro. Así que me cuesta meter las llaves en las cerraduras. A veces, no dejo la tacita del café en el centro del plato y se derrama algo, pero claro no se dan cuenta que las gafas están mal graduadas.

Me molesta que me griten. Me parece una falta de respeto. Encima, cuando lo digo me contestan que no les escucho. ¡Claro que les escucho! Y les da igual. Siempre se tienen que llevar el gato al agua. Si yo estoy en mi mundo, los demás estarán en el suyo, digo yo. La última proposición de mis hijos es que me ponga un sonotone de esos que se ponen en la oreja. ¡Lo que faltaba para parecer un robot distraído, ni de coña! No sé que se piensan. Yo me entero de todo. Ahora me han comprado un pastillero en el que meten toda la medicación de la semana. Dicen que así no se me olvidarán tomar las pastillas. Pero eso sí que es liar la cosa. ¡Si yo lo tenía todo organizado..!

Sé conducir perfectamente y no quisieron renovarme el carné. Pero no fue en la revisión rutinaria de Tráfico, sino mis propios hijos los que impidieron que cogiera el coche. No se fían de mí y creo que fue porque tuve un par de despistes sin importancia. Como si yo fuese la única persona que tiene despistes al volante.

Si les voy a llevar la corriente en todo lo que me recomiendan, tendría que comprarme un bastón, unas muletas o, mejor, un andador de esos que llevan ruedas y silla incorporada y, cuando se cansan de andar, se sientan. El sonotone, un calzador largo para no agacharme. El botón de llamada colgado al pecho para llamar a urgencias, la almohada eléctrica, cambiar el teléfono fijo y poner uno con números grandes y no sé cuantas cosas más. Creen que soy un viejo, ¡por favor!

Están empeñados en que venga una persona a casa para hacerme las tareas domésticas y mientras yo pueda eso no va a suceder. No soy ningún inútil. Las cosas me cuesta hacerlas, pero yo voy a mi ritmo y me apaño. Lo que más me entristece es que me he enterado de que posiblemente, la “única solución” sea entrar en una residencia de ancianos. “Unica solución”, ¿a qué? ¡Lo que me faltaba! Me quieren aparcar en el desguace de abuelos para que de allí me saquen con los pies para adelante. Además, ya me han dicho que mis ahorros deberían tener algún disponente más, por si acaso me pasa algo a mí. ¡Vamos que puedan hacer con mi dinero lo que les dé la gana!


Soy mayor. ¡Claro que soy mayor! Pero, NO SOY UN VIEJO.

viernes, 6 de octubre de 2017

20 anhelos

Dime que se ha marchado la violencia al país de la paz.

Dime que se habla en las plazas y en las mesas.
Dime que se aceptan los errores personales, las disculpas.
Dime que aumentan sin medida los abrazos de verdad.
Dime que los pájaros penetran en las casas.
Dime que las cerraduras ya no tienen sentido.
Dime que los deberes van de la mano de los derechos.
Dime que “por favor” y “gracias” son las palabras de moda.
Dime que en las calles no has encontrado a mendigos.
Dime que todas las religiones han descubierto que no son las verdaderas.
Dime que los políticos ahora contestan con monosílabos: sí o no.
Dime que en los autobuses de línea sólo se sienta quien realmente lo necesita.
Dime que hay tanta responsabilidad que ya no entregan medallas al mérito.
Dime que se ha muerto la desidia, el egoísmo y han desaparecido los espejos.
Dime que se mira más a los ojos que a las pantallas digitales.
Dime que los escolares salen al recreo y se dejan el móvil en clase.
Dime que los ancianos mueren en sus casas y los niños acuden al cementerio.
Dime que sientes las caricias de los árboles y el beso de los vientos.
Dime que respiras la vida cada segundo como el mejor regalo del mundo.
Dime que te amas.

Si no es así, guarda silencio. Estoy ocupado en conseguir que hables.


foto de movil a pc

miércoles, 2 de agosto de 2017

Hoy

Hoy, quiero explotar,
romper las cuerdas vocales
lanzando al mundo
un grito de libertad.

Trazar en el espacio
una estela de verde esperanza.
Negar la apatía, la sin razón,
la desidia, la acritud.

Aparcar la depresión,
señalar la luz.
Mirar al infinito,
con pasión, con ilusión.

Romper la barrera del sonido
con el estruendo de la vida.
Olvidar la miseria,
urdir mimbres de paz.

Destrozar gatillos,
sembrar semillas,
Regar desiertos con las manos
y contemplar incipientes oasis.

Hoy es presente,
regalo evidente,
hoy, ha salido el sol,
hoy, estoy vivo.


luz sobre margaritas