miércoles, 29 de noviembre de 2017

EDUCADORES: ¡Atención a la indiferencia y al olvido!

Querido/a colega (escribir nombre):

                No puede quedar así. Son tantos años juntos. Reuniones, cafés, charlas. Preocupaciones comunes. Alumnos y alumnas. Notas, listas, programaciones, temas, tutorías, apuntes. Saludos, despedidas. Comentarios, dudas, esperanzas. Acercamientos, lejanías. Deseos comunes, discrepancias. Acuerdos y discusiones sin final. Silencios compartidos.
               
                No puede quedar así. Aunque los plazos se cumplan, las fechas lleguen inexorables al final del camino. La vida continúe su ritmo, sin parar. Las exigencias de cada curso, de cada grupo, de cada clase… estén ahí y sean imparables. El tiempo escasea para todos. Ese oro intangible y tan preciado no se puede desperdiciar.

                Todo pasa en esta vida. Hay personas que se cruzan en nuestro camino con verdaderos obstáculos y personas que marcan la diferencia. Amigos y enemigos. Compañeros, conocidos. Todo depende de tantos factores que admite justificaciones al gusto de todos. Pero insisto: No puede quedar así.
               
                La indiferencia es el peor enemigo de las relaciones y el olvido, la conclusión final. Yo me rebelo a que sea así. Porque tú (aquí va tu nombre con mayúsculas) has formado parte de mi vida. Sin tu existencia, sin tu presencia, nada hubiera tenido sentido. Tu aportación, eres tú. Como tú no conozco a nadie y, por eso, has sido un regalo que he recibido. No quiero compararte con nadie, es imposible hacerlo. No eres ni mejor, ni peor que otras personas de las que han formado parte de mi vida. Basta que te haya conocido para sentirme obligado a darte millones de gracias. Reconocer tu existencia para siempre, marcar tu nombre en mis contactos y guardar muchas copias en el disco duro del corazón.

                No puede quedar así.   Porque tenemos la vocación de educadores y, el educador por excelencia es capaz de acompañar en libertad y disfrutar contemplando el crecimiento de las personas que quiere. Va en nuestro ADN saber esperar, comprender y respetar los ritmos personales, creer en la fuerza personal de cada vida. Estoy convencido de que los educadores tenemos el privilegio y la gran responsabilidad de insinuar, con nuestro ejemplo de vida, las claves que configuren un mundo cada vez más  libre y una humanidad inteligente que sepa vivir en paz.


                No puede quedar así. Las personas (alumnado o profesorado) que han tocado nuestro ser ya son parte de nosotros, de nuestro universo. A ellas les debemos parte de lo que somos y de los que hemos vivido. Por eso se merecen nuestro agradecimiento y reconocimiento, siempre. Pero jamás la indiferencia o el olvido. Así lo siento, colegas.