La necedad es
la demostración evidente de falta de inteligencia. Lo que se viene describiendo
en el lenguaje popular, a través de sus dichos
y refranes, con tanto acierto como sabiduría. “Labrar en barbecho es labrar necio.”
No es más tonto porque no se entrena. “El necio cree que todo lo sabe.” “El
necio es atrevido y el sabio comedido.” A mí, especialmente me encanta el
refrán que reza así: “El sabio no dice lo que sabe y el necio no sabe lo que
dice”.
Pues bien,
parece ser que estamos rodeados de necedad por doquier. Es una plaga que va en
aumento exponencial. Hay un exceso de idiotas que se han adjudicado el carnet
de sabios “omni-temáticos”. Saben de todo y lo que es mucho peor, dogmatizan y
sentencian con la autoritas que les proporciona su infinita ignorancia. Vociferan
el desconocimiento que tienen sobre economía, salud, educación, política, deporte,
cultura, etc., con tal desparpajo que llegan a creer que son referentes
sociales, poseedores de la verdad absoluta. Simplemente, no saben lo que dicen,
son tontos de capirote.
Suele ser muy
fácil caer en sus redes. Los pilares de sus verdades se fundamentan, la mayor
parte de las veces, en lo que consideran la mayoría social. Es decir, unos
cuantos que opinan como él mismo, el tonto de turno. Y, ¿Por qué opinan de la
misma manera? Pues porque ha salido en la tele, en las redes tiene muchos
likes, lo ha dicho un famosillo o un líder del partido político al que se le
vota con fanatismo por su mano derecha o su izquierda. No merece la pena entrar
en discusión con el necio, se acaba en su propio terreno. Porque “todo necio
confunde valor y precio”.