La motoazada pasó una y otra vez
arrancando la dura tierra que se aferraba al suelo más compacto. Las escasas
lluvias del final del invierno, unidas al viento aragonés llamado cierzo,
consiguieron apelmazar el espacio de tierra destinada al huerto. Al final se
consiguió desmenuzar y esponjar una superficie lo suficientemente grande como
para sembrar y plantar el típico huerto de un urbanita con aspiraciones
campesinas.
Posteriormente le llegó el turno a la
azada. Atrás se borró la palabra motor. El cilindro se cambió por el brazo y la
gasolina por el trabajo manual. Había que cavar los surcos donde sembrar. Y,
con más o menos destreza, se formaron surcos y caballones. Hasta aquí todo
perfecto. Perforar unos agujeritos en la tierra e introducir dos o tres pipas
de melón en cada uno de ellos. Y esperar. Pasaron las semanas y cuando el señor
urbanita pensaba que no habían enraizado ninguna semilla, resulta que comienzan
a asomar unos tallos con unas hojas bastante hermosas. ¡Por fin están saliendo
las plantas del melón!
Un vecino que escucho
el comentario, afirmó: -Yo creo que son calabazas.
El urbanita, al
escuchar semejante afirmación entro en modo de “duda”.
-¿Tendrá razón el
vecino?
La verdad es que
había bastantes posibilidades de que así fuera. El hombre llevaba bastante
tiempo dedicando a su huerto muchas horas y cuidados. Y siempre se ha dicho que
la experiencia es un grado.
Días
más tarde se confirmó el pronóstico del experto. Unas minicalabazas emprendían
el gran desarrollo de su estructura. No eran melones como creía el urbanita.
Cuanto más tiempo pasaba, más evidencia se constataba de que realmente crecían
calabazas y no melones. Crecieron tantas y tan grandes que el urbanita repartió
entre sus familiares y amigos. El éxito como agricultor se manifestó ante público
que desconocía la historia real. Sin embargo, el fracaso personal le acompañaba
al urbanita en sus fueros internos.
-¿Qué he hecho para
sembrar melones y recoger calabazas?
La explicación la
encontró enseguida. Había confundido la semilla de calabaza con las pipas del
melón.
“Hortelano tonto,
patata gorda”