Últimos días
de Navidad. Solo queda la fiesta de reyes. La noche mágica por excelencia para
cualquier niño. Vienen los Reyes Magos de oriente. Llegan en camellos cargados
de regalos. Todos los niños lo saben. Para ello se acuestan pronto. Sin ganas
de dormir. La ilusión se desborda a borbotones. Al despertar encontrarán sus
regalos. Romperán envoltorios con avidez y quedarán ojipláticos al comprobar
que los reyes les han traído lo que ellos esperaban y muchas cosas más. El
mundo se detiene y solo hay hueco para la felicidad.
Todos los días
nos visitan los reyes magos. Todos los días hay hueco para la felicidad. Todos
los días respiras. Todos los días escuchas la voz de las personas que quieres o
te quieren y, también de las que te son indiferentes, pero están ahí, se cruzan
en tu camino. No sé si te has dado cuenta, pero tienes vida. Es el mejor regalo
que te traen, todos los días, los reyes magos. Es tu regalo preferido. Solo
necesitas quedarte ojiplático ante semejante obsequio.
Disfruta sin medida, sonríe que
no cuesta nada y agradece sin medida tanta suerte. Vivir con esta actitud
parece fácil, pero no lo es, porque:
Tal vez nos hayamos creído que la vida depende de nosotros
mismos.
Quizás no hemos mirado si tenemos fecha de caducidad.
Posiblemente no contemplamos la luna a menudo. O nos
centramos en nuestro ombligo como centro del universo. Acaso a nuestros ojos les
hayamos puesto excesivos cristales y filtros. ¡Quién sabe!
Desenvuelve ese
caramelo que te ofreció Baltasar y saborea la dulzura de vivir, la ilusión de
respirar y sentir que sigues existiendo. ¡Feliz día de Reyes!