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miércoles, 3 de marzo de 2021

Distancia social

 

Distancia social

         La pandemia nos está dejando a todos como si hubiera pasado la riada. Nos hablan de números y números. Prohibiciones, cierres de comercios, toques de queda o levantamiento de confinamientos perimetrales. Anuncios sobre anuncios de que llega la vacuna, de que ya están vacunando, de que van por la franja de 80 a 90 años. Datos desastrosos de la economía. Aumento galopante del número de personas que van directamente al paro o, en el mejor de los casos, se acogen a un ERE cuya perspectiva no es que sea demasiado halagüeña. Soñamos en la orilla del mar cuando dicen que estamos esperando una nueva ola y resulta que ese tipo de olas son malísimas de la muerte. Está llegando el momento que no merece la pena lavarse la cara o pintarse los labios. Total, la mascarilla lo tapa todo. La mitad de las expresiones y gestos no verbales, se pierden. Ya no silbamos como antes, ni cantamos canciones  como si no hubiera un mañana. Los besos son ridículos porque se topan con la tela que silencia nuestro cariño.



         Cada día, damos por sentado que lo mejor es distanciarse de los demás. Cuanto más lejos, mejor. Cuanto más aislados menos transmitimos el virus. Se está asumiendo, en aras de la salud como la prioridad por excelencia, que es horroroso el contacto social y las relaciones humanas. Vemos como normal criminalizar a quienes osan abrazar a sus seres queridos sin protección. Hay que usar el preservativo. “Póntelo, pónselo” que rezaba en otros tiempos aquella campaña contra el sida.

         Sólo pido un poquito de “porfavor”. No nos volvamos locos. Las personas somos seres sociales y, como tales, nuestra idiosincrasia nos lleva a acercarnos, a interactuar, a relacionarnos unos con otros. Una cosa es ser conscientes del problema y otra, muy distinta, asumir que el bicho tiene el poder absoluto sobre nuestras vidas. Porque me pregunto, ¿de qué sirve tener una salud de hierro si no puedes disfrutar del amor? Habrá que aprender a vivir con este virus, pero sin abandonar lo esencial de la humanidad. ¡Digo yo!