La vida de una
persona se entiende si conoces, además de su
dedicación laboral, esas otras tareas que se llevan a cabo a lo largo de
los días, de las semanas, de los meses y de los años, diría yo. En el trabajo
diario se manifiesta uno como es, no queda la menor duda. Pero existen otros
aspectos de la vida cotidiana que pueden llegar
a ser mucho más significativos para describir la forma de actuar de las
personas. He visto a gente muy educada en las relaciones laborales y cuando se
mete en un campo de fútbol sufre una transformación en su personalidad
impresionante. A veces, llegas a preguntarte si es la misma persona. Su
vocabulario cambia de forma radical, el volumen de la voz aumenta demasiados
decibelios y el rostro se configura con aire desencajado. Más tarde, a esa
misma persona, la observas en casa acariciando las manos de su bebé de tres
meses y descubres como la ternura se desparrama entre sus dedos transmitiendo
una paz sin medida, un cariño inefable, una sobreprotección que invade el universo
en su totalidad. ¿Puede la misma persona alternar estados anímicos tan dispares
sin despeinarse? La respuesta está clara, por supuesto.
Sin embargo a mí me
resulta muy complicado actuar de esa manera. Los cambios tan bruscos sólo puedo
realizarlos si los medito con anterioridad y decido representar ese tipo de
cambio.
Si he llegado a
amar la tarea educativa ha sido como fruto de un proceso lento en el que he ido descubriendo la importancia de transmitir
los valores que son sólidos
para fundamentar los cimientos de la vida
personal. Ese proceso parte de asimilar que lo bueno y duradero para mí puede
serlo para los demás. Enseñar a apreciar cada minuto de nuestra vida es la
mejor manera de hacerse rico. El tiempo
tiene un valor infinito. Segundo que pierdes jamás podrás recuperarlo. No se puede vivir en el pasado porque ya
pasó, ni en el futuro porque está por venir. Te queda el presente para vivirlo
en plenitud sabiendo que se transforma ineludiblemente en pasado. El tiempo
perdido es el tiempo que has desperdiciado por tu inconsciencia. El tiempo
ganado lo puedes medir por el disfrute
de la riqueza que te ha ofrecido la grandeza de existir. Cada uno decide cuánto
se quiere perder o ganar.
Me gusta hacer
pensar sobre estas cosas porque yo estoy ocupado en ellas. No digo pre-ocupado.
Procuro disfrutar cada momento de lo que me ofrece este mundo tan generoso.
Si estoy en clase
con los alumnos lo vivo como unos momentos de privilegio. Ellos me aportan un
montón de experiencias. Me hacen pensar, reír, trabajar, jugar, decidir,
incluso, por qué no decirlo, llorar. Deseo estar con ellos y al mismo tiempo
necesito distanciarme de ellos para luego acompañarlos con mayor intensidad y
dedicación.
Si no estoy con los
alumnos disfruto del ocio y de la tarea que me proponga. Lo importante es estar en actitud de recibir
lo que te ofrece la vida como un regalo. Hay que abrirlo con la mayor ilusión
del mundo, utilizarlo como algo que has deseado toda tu vida y compartirlo con
quienes te rodean para que se contagien de tu alegría.