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miércoles, 23 de noviembre de 2022

NUESTRA DEMOCRACIA ESTÁ MUY ENFERMA

 

         Buenos días. Hace tiempo que no cuelgo artículos en el blog. Hoy retomo la actividad y esperemos que la pueda mantener a lo largo del tiempo con regularidad. No siempre se puede desarrollar lo que uno quiere y hay que dejar que la vida fluya como el agua en la corriente del río.

         Dado el panorama económico, social y político en el que se encuentra nuestro país me resulta muy complicado no hacer referencia a ello. Lejos de mi interés mostrar exclusivamente los aspectos negativos de la situación. Especialmente si comparamos el estado de bienestar de nuestro país con otros países del mundo, la mayoría, que viven paupérrimamente. En este sentido los españoles somos unos privilegiados. Cierto.

         Pero también es cierto que en esta última legislatura, se ha sustraído a la joven democracia española algunos valores democráticos esenciales. El principal retroceso lo centro en las maniobras realizadas por el poder ejecutivo para usurpar y acaparar las voluntades y las instituciones de los poderes legislativo y judicial. De hecho la separación de poderes, propia de una democracia, a estas alturas está muy debilitada. Yo la clasificaría en estado de enfermedad muy grave. Si a ello unimos que la mayoría de los medios de comunicación se han arrodillado a las órdenes del poder ejecutivo nos quedamos con un panorama nada halagüeño.

         Solo me queda la esperanza en la fuerza de la ciudadanía. Sin embargo, gracias al control informativo, cada día se dan signos más evidentes de comprobar una anestesia generalizada que se traduce en la aceptación de la mentira como un valor en alza. La congruencia, el valor de la palabra y la dignidad están pasando a un segundo plano. Aceptar como verdadero lo que claramente es totalmente falso. Tenía razón George Orwell en su novela “1984”. Ya está en pleno vigor el concepto de “doblepiensa”.

jueves, 4 de agosto de 2022

ESTOY HARTO

          A un fanático, religioso, político o del tipo que sea, no intentes convencerlo de nada. Perderás el tiempo. No me dirijo a ellos sino a quienes son capaces de salir de su espacio acostumbrado. Me da igual que sean amigos, familiares o conocidos. Acepto la discrepancia con respeto y huyo de quienes se creen con la verdad absoluta. Prefiero acercarme a quienes dudan y se cuestionan incluso lo que parece evidente.

         Estoy harto de la matraca que nos dan los medios de comunicación pagados por el gobierno con el cambio climático y los incendios que el 90% son producidos por pirómanos.

Estoy harto de un gobierno que me dice que tengo que ahorrar quitándome la corbata que no uso, mientras su presidente va a comprar tabaco en helicóptero y, con todos sus ministros, tiene el récord de contratación de asesores de la historia de España para que luego ponga la bandera al revés.

Estoy harto de comprobar mentira tras mentira las promesas de un presidente traidor. No pactaré con Bildu, cuantas veces quiere que se lo diga. No podré dormir con Podemos en el gobierno. Es indecente un gobierno que sube la factura de la luz y ahora esta cinco veces más cara. No pactaré con independentistas y los indulta. Etc…

Estoy harto de pagar la gasolina al doble que hace un año y los sindicatos comiendo gambas y tocando el violín. Eso sí, sin corbata pero con bufanda.

Estoy harto de la mayoría de periodistas subvencionados, lameculos que son incapaces de criticar lo que está mal hecho. Han pasado del cuarto poder al cuarto a peder.  La corrupción de los ERES en Andalucía 680 millones de euros con Chaves y Griñán al frente que son unos santos y fíjate tú. Diez minutos en las teles y a otra cosa. Pero los de la Gurtel esos sí que son malos. Diez años dale que te pego. Nos tratan como si fuéramos subnormales.

Estoy harto de que no puedas decir que eres español y enseñar la bandera de España con toda normalidad sin que te clasifiquen de facha. Y tienes al presidente de España inclinándose ante la bandera de la comunidad autónoma de Cataluña como si fuera el último mono.

Estoy harto de que se salten las leyes y no pasa nada porque la fiscalía la han hecho depender del gobierno. Los jueces están politizados y las principales instituciones en manos del poder político sin que nadie haga algo decente para mantener los principios democráticos de este país.

Estoy harto de que en el gobierno, con dos partidos diferentes, quieran ser gobierno y oposición al mismo tiempo. En el gobierno se está para solucionar problemas no para decir que es muy grave lo que ha hecho el ministro con el que te sientas. Y si no estás de acuerdo dimites. Pero aquí no dimite ni el tato. La pasta es la pasta. Y la casta es la casta señores marqueses.

Estoy harto de las justificaciones basadas en el argumento potente de: “si estuviera gobernando la derecha sería peor”. O si te atreves a criticar cualquier tipo de decisión gubernamental eres un negacionista y solo pones palos en las ruedas. Yo creía que estábamos en una democracia y en ella debe haber oposición. Pero no es así.

Estoy harto de que nos digan que el paro ha bajado y la economía está creciendo por encima del resto de los países europeos, cuando simplemente cambian la forma de contar. La realidad es tozuda, la gente es un veinte por ciento más pobre que hace cuatro años.

Estoy harto de que continuamente nos estén amenazando para que el miedo se instale en nuestras vidas y nos manejen como les dé la gana. Nos volverán a encerrar, nos apagarán la luz a las diez de la noche, cierra las ventanas y puertas que pierdes energía, abre la ventanas y puertas que esté ventilado y puede contagiar el virus.

Estoy harto de estar gobernado por una cuadrilla de inútiles, cuya única preocupación sea el enriquecimiento propio a costa de los ciudadanos. Pero más harto estoy de aquellos que defienden a capa y espada la situación actual y la justifican con su adhesión inquebrantable a los partidos que han votado toda la vida y solo les falta una pequeña comida de tarro más para consolidarse como fanáticos de pata negra.

jueves, 28 de enero de 2021

LA TV

Vivir y sentir la TV todos los días. Si al pasar por el cuarto de estar hay dudas de qué es lo que se puede hacer, se enchufa la TV. Aunque no haya nadie viendo la TV, ésta sigue conectada. El sonido, las imágenes salpican la vida cotidiana de los ciudadanos todos los días y a todas las horas. Son muy pocos los hogares donde la TV no está en funcionamiento al menos cuatro horas diarias. Y en la mayoría de ellos, solo se desconecta cuando todos los miembros de la casa están durmiendo.

Es uno de los recursos más utilizados como elemento de distracción y pasatiempo. Lo destaca Pedro Baños en su última publicación El dominio mental. En la mayoría de los hogares se dedica más tiempo a ver la tele que a dormir.

Sin embargo, en las conversaciones habituales, los ciudadanos manifiestan que apenas ven la TV. Unos argumentando que es un rollo, otros que no echan nada interesante, que solo se ven anuncios, que es un bodrio los programas de entretenimiento, que las noticias están manipuladas, etc. Ahora bien, si se pregunta por lo que ha dicho un famosillo en la TV, todo el mundo sabe lo que ha manifestado, por casualidad. Salir en la caja tonta proporciona una publicidad impresionante. Quien sale en la tele es alguien y quien no sale en ella, no es nadie.



¿Se ha pensado las consecuencias de que un medio de comunicación como es la TV nos esté bombardeando con una información unidireccional? ¿De verdad nos creemos los ciudadanos que tenemos la capacidad de discernir lo que nos conviene ver o no, en un medio que tiene el control total de emitir lo que le interesa? Nuestra libertad se limita a cambiar de canal. Cada día se comprueba que las productoras de la TV dependen de los mismos poderes fácticos.

Yo me quedo con lo siguiente: Cuanta más TV consumes, en más pensamiento único te conviertes. Eso sí, te hacen creer que eres muchísimo más libre (puedes cambiar al canal que quieras).

 

Rafa, 28-enero-2021

www.vivirysentir.es

viernes, 11 de diciembre de 2020

No te puedes fiar

 

Vivimos en unos tiempos y en unas circunstancias en las que no te puedes fiar de casi nada y de casi nadie. La palabra no es precisamente garantía de que lo acordado se vaya a cumplir. Se exigen la mayoría de los contratos por escrito. Y, pese a ello, ya se encargan los letrados de buscar las rendijas que existen en la justicia, para tratar de evitar lo correcto y aceptar lo legal como la prioridad del contrato. Porque correcto y legal no siempre coinciden.

 

Al adquirir cualquier producto se suelen especificar los diferentes elementos que lo componen, o las especificaciones técnicas, sanitarias, etc.,  a tener en cuenta. Si por el motivo que fuere no reúne tales informaciones el cliente tiene derecho a que se lo cambien por otro en perfectas condiciones o le devuelvan el importe íntegro. Normalmente existe una costumbre de revisar a fondo dicho producto y en el caso de disconformidad se actúa en consecuencia.

 

De igual manera sucede en los contratos de servicios. Ya sea un servicio de reparación del automóvil, la reforma de la cocina o la estancia de un fin de semana en un hotel. Se da la circunstancia bastante habitual de que cuando ha finalizado la actuación del servicio el cliente revisa a fondo si ha sido correcto. Y más vale que haya sido así, porque de lo contrario se suele realizar una reclamación o lo que vulgarmente se denomina “montar un pollo”, que resuene en los confines del universo.

 

Si se vota a un partido político, se supone que votas un programa en el que te ha mostrado las principales actuaciones que va ejercer, tanto si gobierna como si está en la oposición. El contrato firmado mediante el voto es ese y si no se cumple, el votante dejará de votar a ese partido. El problema es que hay que esperar cuatro años para dejar de votar al partido que no cumple con sus promesas. O el problema es que se vota sin conocimiento real de los objetivos del partido al que se vota.

 De los medios de comunicación se espera una información fiable. Los informativos de las televisiones, los diarios de prensa o los programas de información en radio, deberían ser independientes y rigurosos, informativamente hablando. Especialmente aquellos medios que son de carácter público y pagados por el contribuyente. Aunque la realidad dista mucho de ello. Lo más habitual es que la mayoría de los periodistas trabajan a las órdenes de quien les paga. Y el que paga manda. A cambio de un pedazo de pan el asalariado periodista pierde la libertad.

 

La evidencia de la realidad es terca. No te puedes fiar.