Querido/a colega (escribir nombre):
No puede quedar así. Son tantos años
juntos. Reuniones, cafés, charlas. Preocupaciones comunes. Alumnos y alumnas.
Notas, listas, programaciones, temas, tutorías, apuntes. Saludos, despedidas.
Comentarios, dudas, esperanzas. Acercamientos, lejanías. Deseos comunes,
discrepancias. Acuerdos y discusiones sin final. Silencios compartidos.
No puede quedar así. Aunque los plazos
se cumplan, las fechas lleguen inexorables al final del camino. La vida
continúe su ritmo, sin parar. Las exigencias de cada curso, de cada grupo, de
cada clase… estén ahí y sean imparables. El tiempo escasea para todos. Ese oro
intangible y tan preciado no se puede desperdiciar.
Todo
pasa en esta vida. Hay personas que se cruzan en nuestro camino con verdaderos
obstáculos y personas que marcan la diferencia. Amigos y enemigos. Compañeros,
conocidos. Todo depende de tantos factores que admite justificaciones al gusto
de todos. Pero insisto: No puede quedar
así.
La indiferencia es el peor enemigo
de las relaciones y el olvido,
la conclusión final. Yo me rebelo a que sea así. Porque tú (aquí va tu nombre
con mayúsculas) has formado parte de mi vida. Sin tu existencia, sin tu
presencia, nada hubiera tenido sentido. Tu aportación, eres tú. Como tú no
conozco a nadie y, por eso, has sido un regalo que he recibido. No quiero
compararte con nadie, es imposible hacerlo. No eres ni mejor, ni peor que otras
personas de las que han formado parte de mi vida. Basta que te haya conocido
para sentirme obligado a darte millones de gracias. Reconocer tu existencia
para siempre, marcar tu nombre en mis contactos y guardar muchas copias en el
disco duro del corazón.
No puede quedar así. Porque tenemos la vocación de educadores y,
el educador por excelencia es capaz de acompañar en libertad y disfrutar
contemplando el crecimiento de las personas que quiere. Va en nuestro ADN saber
esperar, comprender y respetar los ritmos personales, creer en la fuerza
personal de cada vida. Estoy convencido de que los educadores tenemos el
privilegio y la gran responsabilidad de insinuar, con nuestro ejemplo de vida,
las claves que configuren un mundo cada vez más libre y una humanidad inteligente que sepa
vivir en paz.
No puede quedar así. Las personas
(alumnado o profesorado) que han tocado nuestro ser ya son parte de nosotros,
de nuestro universo. A ellas les debemos parte de lo que somos y de los que
hemos vivido. Por eso se merecen nuestro agradecimiento y reconocimiento,
siempre. Pero jamás la indiferencia
o el olvido. Así lo siento,
colegas.
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