sábado, 22 de septiembre de 2018

Si tú supieras


Si tú supieras que el sol se apagará mañana
y la luna no vendrá esta noche a visitar tus sueños.

Si tú supieras el final de las horas marcadas
en el reloj vital que te regaló el destino al azar.

Si tú supieras aceptar el último beso
de esos labios rosados apresados a tu boca.

Si tú supieras nombrar el último número,
consciente de que no es infinito, sino el finito.

Si tú supieras rezar como un santo
y las preces cayeran al abismo del sinsentido.

Si tú supieras escuchar la noticia,
jamás esperada y eternamente conocida, sobre ti mismo.

Si tú supieras tanto como todos los dioses juntos
y, a pesar de ello, te aferraras a la negación.

Si tú supieras dejar de suponer.
Si tú supieras, si tú, si…

viernes, 7 de septiembre de 2018

Tertulia televisiva


            Conectas o “conectos” el televisor o “televisora” y aparecen en la pantalla o el “pantallo”: un moderador o una moderadora, dos tertulianos o tertulianas a la derecha o al derecho del presentador o presentadora y otras dos tertulianas, tertulianos o lo que sean –que ya me canso de utilizar el lenguaje o lenguajo sexista o sexisto- a la izquierda. Por especificar un poco más, cuando he introducido el término relacionado con tertulia, me he referido a una reunión de varias personas discutiendo o dialogando sobre un tema, en el cual el moderador da la palabra a quienes quieren intervenir.
            El tema me pareció interesante y puse toda la atención en escuchar lo que allí se debatía. ¡Incauto de mí! Esperaba oír frases completas en las opiniones de los participantes. Fue imposible. Primero me pregunté ¿por qué el moderador no ejercía su función de moderar? Después, ¿por qué todos y cada uno de los tertulianos, no escuchaban y esperaban su turno? Aún estoy intentando descifrar la causa.
            En mi primera observación deduje que estaban representando un sainete sobre los gallineros. Casi llegué a identificar al gallo y la raza de las gallinas. El gallo se distinguía con un kikirikí entonado al mismo tiempo que intervenía una o varias gallinas. ¡Kikirikí, cocoricó, kikirikí, cocoricó…!
Se supone que los medios de comunicación seleccionan a sus comunicadores, por decir algo. Allí cada uno soltaba su consigna. Y la repetía y la volvía a repetir. Por lo visto, eso se ve con nitidez, cada tertuliano estaba cobrando por el número de veces que publicaba el mensaje de su pagador. Los argumentos fundamentados brillaban por su ausencia. Lo más “razonable” que escuché fue por parte del moderador: “Si hablamos al mismo tiempo la audiencia no se entera”. Pero a continuación, kikirikí, cocoricó. Porque lo que realmente importa es el espectáculo, el aumento de audiencia y hacer caja, mejorando resultados económicos del grupo de comunicación.
Este tipo de tertulia televisiva es el mejor exponente de la sociedad que estamos conformando. No escuchar a quien esté al lado. No respetar lo que piense. Interrumpir su participación con la finalidad de hacerle ver que él es inferior, que sus ideas no son válidas. Obedecer al que paga para tener un dinerito más en el bolsillo. Echar los principios y valores a la papelera. Defender una cosa y la contraria. Así, poco a poco, va calando en la ciudadanía que todo es relativo y discutible. Los gallos con su kikirikí y las gallinas con su cocoricó “trabajan” de loritos por un plato de lentejas. Al fin y al cabo, prefieren meterse los principios por sus bajos fondos que ser rigurosos con la información, venga de donde venga.