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lunes, 26 de febrero de 2024

¡Te doy mi palabra!

         ¡Qué tiempos aquellos! Si. Eran tiempos en los que los hombres presumían de su palabra. En la actualidad esa concepción ha pasado a ser una simple añoranza del pasado. Todo el mundo sabe que nuestros mayores, especialmente en los pueblos, siempre que llegaban a un acuerdo se estrechaban la mano y bastaba para adquirir el compromiso formal de que lo que se había acordado entre dos personas se cumplía por ambas partes. Aunque existían los formalismos escritos en contratos más o menos farragosos, se priorizaba el valor de la palabra. Las legalidades se las pasaban por el arco de triunfo. Lo importante era la palabra, palabra de hombre.

 

            La palabra era la garantía de que se iba a cumplir lo pactado. Por encima de todo, no se podía caer en la desvergüenza de engañar. Hacer lo correcto, sin malinterpretaciones, sin dobleces y malas artes. Simplemente ser fiel a la palabra dada. Y para ello no era necesario recibir clases de política, economía, comercio, administración o leyes. La familia te enseñaba a ser buena persona.  Sobre todo te educaba para no mentir. Porque la mentira es la carcoma que fagocita la confianza y cuando no se puede confiar en una persona, ésta ha perdido toda su dignidad y respeto.  

 

          Sin embargo, siempre se han aceptado los errores, son congénitos al ser humano. Pero con la condición de que se reconozcan. Como dijo el rey emérito, Juan Carlos: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir.” La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. La verdad suele ser corta, sencilla y directa. La mentira recorre sinuosos, largos y enrevesados  caminos para justificar lo injustificable, para demorar la justicia, para ocultar lo evidente. La mentira invita a urdir más mentira, al fin y al cabo, no es sino  la consolidación de la tozudez de quien pierde lo mejor de su dignidad.


         Las mujeres y hombres de palabra se ganan el respeto y todo el mundo se fía de ellos a pies juntillas. Las personas que se equivocan recuperan el respeto cuando reconocen su error. Y las que mienten a conciencia jamás encuentran amigos, porque creen que imponiendo el respeto se gana el honor. En esta sociedad actual, donde predomina la carencia de valores, abunda el engaño y la corrupción.  Se olvidan los principios de la convivencia y se antepone el individualismo egoísta al bien común. Dar la palabra y cumplirla es una garantía de dignidad y respeto.

 

miércoles, 5 de mayo de 2021

Remanso de paz


 

         ¡Qué bueno encontrar un remanso de paz! ¿No has buscado, en muchas ocasiones, un espacio de tu vida en el que sientas la felicidad? ¿No has necesitado dejar la cotidianidad y soñar en un instante sereno donde tú seas tú? ¿Nos has comprobado cómo lo esencial se escurre como el agua entre las manos?

         Y todo se consume en un abrir y cerrar de ojos. Los latidos del corazón solamente se escuchan en la amenaza inminente y, sin embargo, pasan desapercibidos cuando fluyen al compás del diapasón que marca el ritmo de la existencia.

         Se corre de un lugar para otro sin importar el origen ni el destino. La velocidad pasa al primer puesto de la axiología. De esa manera dilapidamos los momentos presentes, nos perdemos el disfrute de la belleza del lugar dónde nos encontramos. Aceleramos y el ruido motorizado de la actividad ensordece la melodía de vivir con intensidad. Se pierde la consciencia del ambiente que nos rodea. Los pájaros siguen cantando y solo se percibe el chirriar de las ruedas metálicas del tren sobre la vía.

         Caminamos hacia ninguna parte donde nadie nos espera. La nada no es atractiva. Pero, por aquello de que no se va a perder el tiempo en cosas que, aparentemente son tonterías,  preferimos no detenernos en el camino. Todas las señales nos indican stop. Pero nos las saltamos con la ilusa pretensión de que llegaremos antes. ¿A dónde?

         ¡Para un momento!

Siéntate.

Calla.

Déjate llevar.

Tranquiliza tu ser.

Abre los sentidos.

Respira.

Solamente respira.

Una y otra vez.


domingo, 3 de enero de 2021

VIVIR Y SENTIR EL AÑO NUEVO

Vivir y sentir el año nuevo

          Muchas personas queremos olvidar el año pasado. Fue una pesadilla con la aparición del coronavirus. Las expectativas que se habían puesto en su inicio se echaron por tierra a los poco meses. Llegó marzo y con él, el confinamiento en los hogares. Hacía mucho tiempo que la libertad no se sentía tan amenazada. La mayor parte de los planes personales se postergaron para el momento en el que llegara la normalidad. Y esa normalidad, no llega nunca. Hablan de la nueva normalidad como si la vida fuera estática y los cambios no se produjeran. La vida nunca es normal. La vida está en un cambio permanente. Por tanto, no podremos encontrarnos como antes de la aparición del virus. Se ha iniciado un año nuevo. Propongo vivir y sentir el año nuevo de una forma distinta, como se merece la condición humana.


         Vivir y sentir el año nuevo. Vivir y sentir una vida nueva. Este deseo recurrente todos los años no es fácil conseguirlo. Está supeditado, fundamentalmente a la salud. Y ésta no depende en su totalidad de nosotros. Es un gran regalo al que podemos contribuir cuidando nuestros hábitos de vida. Pero al fin y al cabo sigue siendo un regalo. Así que con el permiso de tu salud y si realmente quieres vivir y sentir el año recién estrenado como el año de tu vida, te propongo varios retos:

 

1.- Piensa a conciencia no más de dos o tres deseos que te gustaría ver cumplidos. Sin prisas, dándote el tiempo que creas necesario para concretarlos. Con ambición y realismo. Mezcla el atrevimiento y la humildad.  

 

2.- Cuéntaselo especialmente a tus seres queridos. Explícales con el mayor detalle que propósitos o deseos quieres alcanzar. Y, si lo crees conveniente, pídeles la ayuda que necesites en el momento que consideres.

 

3.- Anota los pequeños logros que vas consiguiendo y destaca los pasos que todavía te faltan. Cuando te des cuenta de los errores que vas cometiendo, alégrate porque es la señal de que estás en la dirección correcta. Reconoce los fallos y mejora tus actuaciones. Pero sobre todo permanece en los objetivos marcados.

 

4.- Agradece sin medida a quienes te hayan ayudado durante el proceso. Nunca te canses de dar las gracias por lo pequeños detalles. Es necesario recordar que nuestra vida depende mucho de las personas que nos rodean y siempre recibimos mucho más de lo que damos.


 

Solo al final del proceso, cuando hayas evaluado los resultados, sabrás con certeza si el cambio se ha producido. Pero con toda seguridad te habrás acercado a la meta o expectativas que habías deseado más de lo que te imaginas. Durante el camino habrás vivido y sentido el año como realmente nuevo. Si te quieres, ¡atrévete!

                                                                     RaRoLo

 

 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Que hoy seas feliz




     Se acercan días entrañables para la familia. Momentos de recuerdos, de vivencias difícilmente olvidables. Entramos en el mes de diciembre y con este mes invernal llega la celebración de la Navidad. 

    Por ello, te desearía una Feliz Navidad y un próspero año pero me suena a tópico y cumplido. Te deseo que hoy seas feliz, sin más. En este momento tienes la posibilidad de alegrarte de la vida, de reconocer a tus personas queridas como lo mejor que jamás soñaste, de respirar, de sentir, de amar e incluso de sufrir. Si es así, todavía dispones del gran regalo de la vida. ¿Qué más quieres?

No es necesario que digas nada, simplemente sonríeAunque nadie te vea estarás siendo consciente de una riqueza inconmensurable. 

Disfruta sin medida.
 
Abraza para sentirte cada vez más cerca de la humanidad. 

Saborea el pan duro que no consumiste el día anterior. 

Recréate contemplando las hojas caídas. 

Mira hacia atrás y ríete de tus payasadas

Sueña en la vigilia y duérmete recordando cualquier cuento infantil. 

Tal vez aparezca esa estrella que siempre has estado buscando.

martes, 8 de agosto de 2017

10 Principios básicos de la senectud

10 Principios básicos de la senectud

La vejez o ancianidad es un estado de la persona a la que no se llega, conscientemente, nunca. La senectud la han pasado otras personas que murieron antes o la manifiestan personas, de la misma edad o mayores, que se creen que son más jóvenes, ya sea por la autopercepción de su estado físico o psíquico.
En la actual sociedad no hay ni viejos, ni viejas. En el peor de los casos hay personas mayores. Muy pocos ancianos mueren de viejos. La inmensa mayoría muere de enfermedades de corazón, de pulmón, de cáncer, de malas praxis médicas, y algunas, curiosamente con más de ochenta años, fallecen inesperadamente.
Bien es verdad que existe una parte de la población consciente de su propia naturaleza humana. Saben que no son seres eternos en este mundo y que tarde o temprano dejarán de respirar. Así de claro.
Pero hoy quiero destacar una serie de principios que he observado, a través de mi experiencia personal, en buena parte de las personas ancianas. Por supuesto ni es un estudio sociológico, ni psicológico. Simplemente una manifestación de situaciones que pueden ser puntuales y por mi cuenta y riesgo, con cierta sorna e ironía, elevo a la categoría de “principios”. Allá van.

Principio nº 1:
A mi edad no necesito callarme nada. La desinhibición es mi compañera fiel. Si te parece bien, bien y si no, te aguantas.

Principio nº 2:
Digo si a todos los consejos que me den y después hago lo que me da la gana. Ahorra muchas energías.

Principio nº 3:
Nadie tiene derecho a decirme lo que tengo que hacer. Yo tengo claro lo que me conviene y mi cabeza funciona perfectamente.


Principio nº 4:
Las piernas no me acompañan porque los médicos no tienen ni idea. Con recordarme la fecha de nacimiento del DNI creen que justifican su ignorancia.

Principio nº 5:
No quiero molestar a nadie. Yo me lo haré todo mientras pueda. Lo que pasa es que a mí me cuesta un poco más tiempo, pero no lo comprenden.

Principio nº 6:
Mis enfermedades son muchísimo más graves que las de mis conocidos y las cuento, antes de que los demás digan tonterías.

Principio nº 7:
El mundo funcionaría estupendamente con mis ideas, pero como se ha perdido el respeto por los mayores, así le va.

Principio nº 8:
Con falta de visión y ceguera bien administradas, se puede justificar que puedo hacer lo que me dé la gana.

Principio nº 9:
Soy como el eje de la rueda de la bicicleta. Sin mí, los radios no tienen dónde sujetarse y la rueda no gira.

Principio nº 10:
Cuando me muera hacer lo que os parezca, pero mientras yo esté aquí yo seré quien tenga el timón del barco.






miércoles, 26 de octubre de 2016

Tú eres como nadie.
Nadie piensa como tú,
ni siente como tú.

No quieras ser como quieren,
ni pienses en lo que piensen.
Simplemente, piensa.

Tú eres tú.
Puedes crear
lo que nadie sabe hacer, como tú.

Sin ti, nada sería igual en este mundo.
Nadie llegará a ser tú.
Como tú nunca serás nadie.

Tú eres diferente.
Ámate.
Así conseguirás ser tú,

Te quieres por lo que quieres.
Para qué vivir como no quieres si,
quien te quiere, te quiere como eres.

A lo tuyo, tú.
Y si eres tú, sé tú.
Siempre.


Tú eres como nadie

lunes, 25 de julio de 2016

¿Lo estás pasando mal?

            Estas palabras van dirigidas a quienes en estos momentos de su vida lo están pasando mal. No pretenden ser palabras para la compasión, ni siquiera un gesto de comprensión. Nadie es capaz de ponerse en el lugar del otro y mantener una empatía absoluta. Sólo el individuo que está sufriendo conoce la dimensión de su dolor y es, únicamente él mismo, quien decide aguantar o asumir su situación.
            Aguantar es sostener un peso, soportar algo o a alguien. Mantener un peso, por muy pequeño que parezca, puede hacerse in-soportable. Cuanto más tiempo se mantenga esta acción más pesado resultará. El cansancio irá haciendo mella hasta llegar un momento en el que la persona, prácticamente se sienta impotente. El aguante personal, a no ser que uno se sienta masoquista, es una actitud no deseada.
            Asumir es tomar para sí una tarea o una responsabilidad. Quien asume una responsabilidad la considera en el ámbito de su determinación de libertad personal. Por tanto, se orienta a trabajar en aras de buscar las soluciones más inteligentes para resolver cualquier situación, por muy delicada, molesta o dolorosa que fuere.

            ¿Cuánto puedes aguantar? ¿Qué quieres asumir? Tú, y solamente tú, decides. Quizás no hayas descubierto todavía que vales mucho más de lo jamás has pensado.

martes, 2 de febrero de 2016

Se necesitan líderes

                Sí. Se necesitan líderes. Personas con la fuerza suficiente para levantarse del sillón y ponerse manos a la obra. Ciudadanos generosos dispuestos a defender las ideas que dan sentido a sus vidas. Personas libres que no mediatizan sus convicciones por las conveniencias únicamente personales.
                Líderes honrados. Fieles a sus principios. Capaces de dialogar con asertividad, es decir sin utilizar la agresividad, ni abandonarse en la pasividad que deja las cosas como están. Personas que basan sus relaciones en la confianza en los demás, incluso, y sobre todo, en aquellos que no piensan de la misma manera.
                Personas serenas, equilibradas, honestas. Individuos que garantizan la veracidad de las palabras con la evidencia de sus hechos. Que  a pesar de no desear protagonismo alguno, acaban mostrando el camino a seguir a sus iguales. Gente sencilla dispuesta a equivocarse y a reconocer sus errores. Capaz de rodearse de personas a las que les atribuye cualidades y competencias mucho mejores que las suyas.
                Se recompensará únicamente con la satisfacción personal de haber contribuido a ser modelo de vida para otras personas e intentar hacer esta sociedad un poquito más inteligente y feliz.

                PD: No se necesita enviar curriculum a ningún sitio.


domingo, 22 de noviembre de 2015

Personas sin hogar

Unos momentos para hablar, debatir, comprender y dejarnos tocar por la sensibilidad de quienes nos sentimos personas vulnerables.

viernes, 24 de julio de 2015

ME QUIERO, ME ACEPTO.

            ¡Qué raro suena esta afirmación! Decir te quiero a otra persona es muy oído, pero cambiar el “te” por el “me”, suena mal. Si hablo con los demás e inserto estas dos palabras en una conversación quizás les esté mostrando mi arrogancia y desde luego, lo más inmediato, es hacerles pensar que soy un egoísta. Me quiero y encima lo voy pregonando por ahí. Cuando estoy a solas conmigo mismo tampoco manifiesto en voz alta, ¡cuánto me quiero! Incluso pensarlo me da un poco de vergüenza. Además no se me ocurre gritar en mi cuarto a pleno pulmón: “soy el amor de mi vida”. Resonaría un eco en medio de la habitación lo suficientemente largo para que se estuviera escuchando durante largo tiempo. Si lo hiciera, yo mismo empezaría a sospechar del estado de mi salud mental. ¡Estás como una auténtica cabra! No tengo muy claro si este tipo de reflexión es muy común entre la mayoría de las personas, pero a mí, cuando menos, me resultaría sorprendente que reaccionaran de esta manera. A fin de cuentas todas las personas se quieren a sí mismos, pero a la hora de expresar a los demás el sentimiento de amor a sí mismo con tanta nitidez casi siempre parece un poco pedante. Hago una observación sobre el concepto de amor propio, entendido como una especie de desviación del amor  hacia el engreimiento.  Por ejemplo, se dice “le han herido en su amor propio”, y se interpreta cómo a una persona que le han bajado los humos de su orgullo. Pretendo destacar en este capítulo, el amor propio como un camino para desarrollar el sentido de autoestima personal.

            Dentro de nosotros mismos existe una especie de recatada falsa modestia que nos impide comunicar a los demás el aprecio que nos tenemos. No entiendo porqué es así cuando la realidad es que, si no nos quisiéramos, aunque solamente sea un poquito, nuestra vida perdería el sentido de su existencia. Si realmente no nos amáramos primero a nosotros mismos, ¿para qué serviría  preocupamos de satisfacer nuestras necesidades básicas como el comer o el dormir? ¿Para qué dedicar tantos minutos frente al espejo atusando el flequillo, observando ese bucle en el pelo que nos parece tan bonito e intentar mantenerlo aunque sea a base de un buen aerosol de laca? ¿Cómo vamos a salir a la calle con esas manchas en la camisa o en el vestido? ¡Qué imagen de nosotros mismos vamos a dar! ¿Nos hemos detenido a  valorar el tiempo empleado en el aseo personal? Por ejemplo, imaginemos a ese hombre que dedica un tiempo a cuidar su imagen personal. Al levantarse por la mañana fija la mirada en el espejo observando su cara. Mirando esos ojos legañosos que le impiden ver límpidamente su rostro en el espejo y restregarlos con los índices de cada mano cerrada hasta aclarar el momento de estar despierto en la mañana. Posteriormente pasar una y otra vez la palma de la mano por la barba comprobando el crecimiento del bello fuerte y áspero que muestra la sombra oscura en la tez. Otra vez habrá que afeitarse. Humedecer la cara, enjabonarla, pasar y repasar con la cuchilla hasta que se siente la suavidad en la piel recién despertada. Meterse en la ducha enjabonando el cuero cabelludo con un champú anticaspa porque se sabe que impedirá durante el día que las motas blancas se posen en las hombreras de la chaqueta gris y arranquen algún comentario jocoso sobre su imagen. No mezclar el gel del champú con el gel de baño. Aclarar correctamente todo el cuerpo para posteriormente secarlo con meticulosidad, especialmente los dedos de las extremidades inferiores. Después del desayuno lavar los dientes, masajear la cara con la loción que suaviza la irritación que le produjo la cuchilla de afeitar, pulsar varias veces la parte superior del frasco de colonia, siempre  de la misma marca, para dejar en el ambiente un olor único que el mundo que le rodea sepa que ha pasado por allí. Antes de salir de casa, fijar una última mirada al peinado, el nudo de la corbata y los bolsillos de la chaqueta. Todo correcto ya le puede ver el mundo. ¿Acaso todos estos pequeños actos no son una manera de quererse a sí mismo y mejorar la autoestima personal?


Todas las personas necesitamos sentirnos valorados empezando por nosotros mismos. No podemos ir por ahí dando una imagen de dejadez y descuido de nuestra imagen. Y, si valemos tanto, porqué al mirarnos en el espejo, a veces, ni siquiera nos reconocemos a nosotros mismos. Frente al espejo, nos preguntamos con cierta sorna, ¿quién es ese bicho de enfrente que hace los mismos gestos que yo? Mientras no reconozcamos la importancia de reconocernos como seres únicos no podremos manifestarnos ante los demás como realmente somos. 


viernes, 10 de julio de 2015

Las vacaciones de mamá


                Estas líneas van dedicadas a quienes se están preparando o ya han iniciado sus ansiadas vacaciones de verano. A quienes han estado trabajando durante el año con tesón. Superando las dificultades del día a día. Especialmente me dirijo a las madres y, de forma excepcional, a algunos padres que son conscientes y practican su responsabilidad con las tareas domésticas. Las vacaciones deberían ser especiales para ellas. Y quiero dejar claro que de estas palabras no se infieran conclusiones ni de tipo machista, ni feminista.
                No dejo de reconocer cómo, por desgracia, todavía cae la mayor responsabilidad de las tareas domésticas sobre las mujeres. Bien es verdad que hay hombres concienciados y no se les puede reprochar nada. Pero hoy por hoy, son los menos. Por ello pienso que las vacaciones deberían estar enfocadas a favorecer un descanso bien merecido de todos, pero especialmente de las mamás.
Imaginemos la familia con dos niños que han alquilado un apartamento en la playa. ¿Se pueden considerar vacaciones a esa mamá que se levanta un poquito antes que el resto de la familia para preparar el desayuno de todos y se acuesta la última cuando ha recogido el apartamento? Se encarga de organizar lo necesario para que en la playa no les falte nada a los niños.  O, se da un baño cuando se ha asegurado que la pareja no va a quitar un ojo a los niños.
                ¿Acaso no merece vivir esa mujer como una reina, por lo menos la semana en la que está de “vacaciones”? La verdad, se merecen mucho más.


domingo, 7 de junio de 2015

Sonríe. Siempre sonríe.

¿Quieres ganar sin hacer ningún tipo de inversión económica? Por el increíble precio de cero euros, como inversión anual, puedes conseguir una alta rentabilidad en tu negocio. No dudes en decidirte para implementar el proceso que te explico a continuación.
Sonríe. Si, así de sencillo, sonríe. Hazlo siempre, cualquier ocasión es estupenda para sonreír. En cualquier acontecimiento se puede ejercitar esta acción tan rentable. Se acerca un cliente a tu negocio, sonríe. Se aleja de él, también. Conoces a alguien por primera vez, muestra tu sonrisa. Tienes dificultad con tu vecino, primero sonríe y después habla de lo que creas oportuno. Quieres mostrar a otra persona que estás en descuerdo con ella y tienes otro criterio totalmente contrario, primero sonríe, después sonríe y mientras expones tu pensamiento sonríe.
La sonrisa es la puerta que se abre a todas las posibilidades. Las personas necesitamos un entorno amable que nos facilite el encuentro con nuestros semejantes. Cuando nos encontramos a gusto expresamos lo que sentimos, somos capaces de exponer nuestro pensamiento con confianza. Y todos sabemos que los negocios se generan en el ámbito de la confianza. Por ello nada mejor que la sonrisa para generar relaciones afables donde se puedan establecer cualquier tipo de colaboración.
Piensa un segundo en esta situación. Hay dos personas esperando a hablar contigo. Cuando te diriges a ellas una te mira con una sonrisa y la otra no, ¿a quién te diriges en primer lugar? Quien sonríe gana. Quien siempre muestra el rostro de enfado, suele perder.

La sonrisa es la actitud por excelencia en el acercamiento a los demás y sin ese acercamiento los negocios son inconcebibles. ¡Cuántos negocios se han perdido por depender de interlocutores con cara de mal humor!

martes, 10 de marzo de 2015

Estómagos agradecidos

         Hay una especie humana en periodo de desarrollo y aumento progresivo. No tienen nombre y se esconden detrás de las espaldas de quien les protege. Se disfrazan con las auténticas armas de los camaleones para adaptarse perfectamente al color de la tierra que pisan. No piensan, no sienten, no opinan, no se ponen al frente de nada, siempre obedecen órdenes de arriba. Ellos no tienen la culpa de nada, se limitan a cumplir su misión, a salvar a las organizaciones que les dan de comer.

         Suelen estampar en su frente el escudo de la familia dominante y se adornan con los galones y las estrellas del régimen de turno. Ejecutan la misión encomendada sin cuestionar la moralidad de sus acciones. El criterio del valor ético lo delegan en sus superiores que son los que piensan. Ellos están para salvar e imponer su orden con las directrices encomendadas por el dirigente de turno. Sean buenas o malas, éticas o inmorales, responsables o irrespetuosas. Da igual, lo fundamental es servir al régimen que les ha premiado. No piensan jamás en morder la mano que les da de comer.

         Sus argumentos se fundamentan en las normas establecidas por la autoridad máxima. Siguen el argumentario oficial, el pensamiento único no debe dejar nada a la reflexión sobre la responsabilidad personal. Al jefe le preocupa que las personas adheridas a su régimen sean contagiadas por la sensatez y hacen todo lo posible para vacunarlas con la inoculación de ideas diferentes para que sean los propios súbditos quienes se protejan del peligroso virus llamado libertad. Las ideas basadas en la libertad suelen ser potentes armas que cuestionan lo establecido, por tanto, son potencialmente peligrosas. Podría parecer que solo me estoy refiriendo a algunas características de las políticas de regímenes totalitarios. Pero no, también estoy haciendo referencia a las pequeñas organizaciones empresariales, educativas, religiosas e incluso familiares.

         Porque estómagos agradecidos hay en todas las partes. Es más fácil dejarse premiar y aplaudir al que rellena el almacén de tu casa que enfrentarse al opresor que roba en la propiedad del vecino. La ignorancia consentida es complaciente con el tirano hasta que éste viola a la mujer del que siempre mira para otro lado ante la injusticia. Entonces, y sólo entonces, se da cuenta de la perversión de su silencio.

         A estos estómagos agradecidos se les distingue porque cuanto mejor se describe su idiosincrasia menos se reconocen. Han aceptado en su interior que son casi perfectos y se adjudican tal grado de autoestima personal que es imposible tocar su invulnerable corazón. No perciben el vacío que se produce a su alrededor y, como mucho, sienten una cierta distancia que ellos consideran como la medida justa que separa al inculto del docto, al pecador del impoluto. Es la denominada carga del cargo. Son impasibles ante las evidencias que constatan la sobreactuación en sus manifestaciones vacías de autoridad y teñidas del color partidista de su dueño.
        
         Tienden a subir peldaños en la escalera oliendo el trasero de quien está en el peldaño superior. Escalando poco a poco en su ascenso hasta situarse en el nivel de incompetencia. Como afirma el principio de Laurence J. Peter: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”. Se les olvida que la escalera está asentada sobre una base inestable y apoyada en una pared de cartón.


miércoles, 18 de febrero de 2015

IMAGEN PERSONAL Y BELLEZA

Es obvio, la imagen personal, el cuidado del cuerpo infunde autoconfianza. Ir al gimnasio, a centros de estética, es una práctica habitual de mucha gente que pretende mantener su aspecto físico bello. Bien es verdad que no todo el mundo va por la imagen, hay personas que lo hacen simplemente por los beneficios de la salud. En la actualidad está muy considerada la imagen personal. En nuestra cultura, en relación con la asunción de la corporeidad, se da la paradoja de no asumir las limitaciones propias de cada cuerpo. La mayoría no quiere envejecer, asumir que los años han pasado por su vida. Se pretende instalarse en una juventud eterna. En otras épocas se practicaba una especie de ascesis orientada a “disciplinar” el cuerpo a favor de los valores espirituales. Una visión dualista que concebía al cuerpo como la cárcel del alma. Hoy hemos pasado a optar por todo lo contrario, hay que inscribirse en los gimnasios para practicar deporte, mantener una figura ideal a costa de lo que sea, de ahí la aparición frecuente de síndromes de vigorexia, bulimia, anorexia, en aras de un perfeccionismo que no sabe dónde se encuentra su meta. A mí me parece una manipulación de la belleza y de la corporeidad.

Es interesante tener la capacidad de demostrar en la primera impresión toda la valía personal. A veces, si se pierde esa oportunidad quizás ya no se tenga ocasión de encontrar un trabajo, mejorar económicamente, vender un producto o conseguir una influencia determinada. La fachada de un edificio, supuestamente indica lo que contiene en su interior las paredes de la casa. Y, es curioso, todo el mundo conoce que no siempre coincide la apariencia con la realidad, importa demasiado la apariencia exterior y se descuida con suma frivolidad el contenido del interior. El aspecto externo de la persona está bien pero no se debe descuidar el aspecto interno. Si se hace una comparación en el gasto de imagen y en formación personal, observaremos un fuerte desequilibrio a favor de la imagen. Dicho de otra manera, al poner en una balanza, el gasto en colonia, maquillaje, peluquería, etc., pesa más, menos o igual que si en el otro lado de la balanza depositamos el gasto en libros, cursos de formación, arte, etc. El resultado de esta comparación nos indicará de alguna manera si existe cierto equilibrio entre la belleza interior y exterior. La boca habla de lo que sale del corazón, es decir, sacamos hacia afuera lo que vivimos, sentimos y queremos desde dentro. Una persona cuyos sentimientos profundos es ayudar a quien lo necesita manifiesta, sin darse cuenta de una forma explícita, ese sentimiento de generosidad y la convierte, allá por donde pasa, en una persona atractiva. La alegría interior de estar satisfecho por el cumplimiento de las responsabilidades emergerá de aquellas personas que transmiten una confianza hacia los demás lo que ellas ya están viviendo con su virtud. Una persona que está descontenta consigo misma por algún motivo, será incapaz de transmitir alegría hacia los otros para hacer ver que su imagen es divertida.

Todos sabemos desenmascarar las falsedades de los demás cuando no se muestran como son en realidad. La naturalidad de ser uno mismo es un indicador clarísimo con el que valoramos la belleza integral de la gente. Nuestra mirada, la forma de caminar, la postura del cuerpo, la expresión facial, el tono de la voz, son elementos de comunicación personal que en su conjunto delatan el estado anímico en que nos encontramos en cada momento. Si entre estos elementos se produce una disonancia estaremos transmitiendo que existe algo en el conjunto que suena a falso. Por ejemplo, podemos estar hablando con nuestro vecino intentando convencerle de que no estamos enfadados con él y al mismo tiempo nuestra voz es excesivamente altisonante, nuestro rostro serio, adusto y los gestos de nuestras manos señalándole inquisitoriamente. Sin duda el vecino captará el mensaje incoherente entre lo que dice y lo que manifiesta con su cuerpo. El ser humano, en sí mismo, es una gran expresión de la belleza. Vive sin admirar lo que lleva dentro y se pierde la lindeza de su “posibilidad” y, sobre todo de su “realidad”. Nuestra mirada se dirige instintivamente hacia las maravillas de la perfección y nuestra vida las busca para satisfacer el ansia de encontrar su propio cielo. ¿Acaso no buscamos a tientas como descubrir ese cielo por medio de la belleza? Quizás esté tan cerca que no apreciamos su presencia.   

De “Caminar a tientas”

domingo, 25 de enero de 2015

Verdad o mentira

La verdad es nombrar o hacer referencia a un hecho que se corresponde con la realidad. También es la correspondencia existente entre la idea y la fidelidad a esa idea. Pero muchas veces se usa el término para referirse a la honradez en el sentido de obrar con integridad.
La mentira es  una declaración falsa, de manera parcial o en su totalidad, con la finalidad de ocultar la verdad, con la misma graduación de intensidad parcial o total, ejercida en el engaño. Se puede engañar a la gente con expresiones especialmente genuinas o pintorescas y también se pueden generar mentiras resaltando parcialmente alguna de las partes de la verdad.
A mí me gusta simplificar las cosas al máximo. Como dice el refrán: “Al pan, pan y al vino, vino”. Las personas que van con la verdad por delante no necesitan de grandes frases para explicar la realidad. Ejemplo: “He metido el pie hasta el tobillo en un charco lleno de barro”. Todo el mundo sabe y se imagina la situación. También se puede expresar así: “No hay derecho a que por culpa de la mala gestión que hace el ayuntamiento, disminuyendo en el ejercicio actual la partida de mantenimiento de las infraestructuras de la ciudad, los ciudadanos como yo tengamos que soportar el mal estado de la mayoría de las calzadas, como la que yo transito con frecuencia. A consecuencia de observar el estruendoso sonido de un helicóptero que sobrevolaba encima de mi cabeza, he perdido el sentido de la orientación personal y he terminado extrayendo de un socavón, el pie lleno de barro. Hecho susceptible de denuncia  evidente o, por lo menos, la existencia de una falta de conciencia ciudadana al comprobar que paseaban otras personas junto a mí y fueron incapaces de alertarme sobre semejante peligro”. En este caso no se sabe si lo esencial es el ayuntamiento, el helicóptero o la solidaridad de los ciudadanos.
Pienso que la verdad es muy sencilla de explicar porque cualquier pieza que escojas del puzle siempre encajará en él. Sin embargo en la mentira el trabajo se complica cada vez más porque al tomar una pieza y tratar de encajarla en el puzle no coincide plenamente, con lo cual hay que fabricar nuevas piezas que disimulen el fallo. Y cuando se recoge el puzle y se mete en la caja resulta que, o bien faltan piezas, o bien sobran piezas que antes no estaban. “Antes se coge al mentiroso que a un cojo”.
De las personas que van con la verdad por delante te fías. Sabes que su fidelidad está en la transparencia de su ser. De las personas mentirosas no te fías, no sabes por dónde te van a salir, generan incertidumbre, no suelen cumplir lo que ofrecen y siempre tienen una mano escondida detrás de la espalda.

Quizás sea muy difícil conocer la verdad o la mentira en toda su amplitud. No creo que nadie pueda adjudicarse la potestad de ser el juez universal que dirime la verdad absoluta de la mentira absoluta. Pero tal vez sea más fácil entender que las personas basamos nuestra convivencia en el valor de la verdad. Porque este valor engendra confianza y a partir de ella el crecimiento personal, el bien-estar y el bien-ser se convierten en motores de desarrollo humano.  

domingo, 23 de noviembre de 2014

La sonrisa

Sonreír. Siempre sonreír. Cuesta poco, desarrolla los músculos del cuerpo y engrandece el espíritu. No me refiero a la sonrisa forzada que obliga la circunstancia, ni a los gestos faciales que dejan entrever la ironía de la superioridad, ni a la expresión interior de “me río por no llorar”, ni a los silencios cuyas muecas asienten la predicción de un futuro fatídico. No.
Me refiero al talante acogedor de las personas que saludan con la sonrisa en los labios. Es una gozada encontrarte con este tipo de gente. Parece que te conoce desde siempre y aún no ha cruzado dos palabras contigo. Al rostro cuyos visajes comunican serenidad. A la afabilidad permanente que deja el espacio suficiente para el encuentro y la comunicación entre personas. Al deseo de bien que emana desde lo más profundo del ser. A la afirmación continua y esperanzada de un futuro cada vez mejor.

La sonrisa es la manifestación más discreta y significativa de la alegría interna. A través de ella se descubren las intenciones, emergen los deseos, fascinan los encuentros, asegura la confianza, invita a la empatía, desmonta las barricadas, allana los abruptos... y, lo más importante, alimenta la salud.
Sonreír es la actitud por excelencia del educador. Cuando falta esta actitud la soledad se convierte en compañera, las palabras en soliloquios, el contenido pierde su mensaje fundamental y el ombligo se convierte en preocupación prioritaria. Cuando se desarrolla la sonrisa aumenta la libertad para el encuentro que no discrimina personas, se desvanecen las dificultades, se disfruta del tiempo utilizado en la búsqueda de la verdad común, se olvida el ego para admirar la presencia de los otros. Puede ser peligrosa porque, cuando se desborda, se convierte en risa.
De "Recetas de aula"


martes, 11 de noviembre de 2014

Autoestima

La consciencia de las cualidades personales es fundamental para reconocernos tal y como somos. Si sabemos las potencialidades personales haremos todo lo posible por desarrollarlas y ponerlas en acción. La coherencia nos impulsa a que realicemos todo lo que haga falta para mejorar sin medida la tarea de nuestras responsabilidades. La mejora continua en las pequeñas cosas influye de manera decisiva en los grandes proyectos. Cualquier contratiempo o dificultad se puede convertir en una oportunidad de mejora. Las personas que se caracterizan por el cumplimiento de sus compromisos son fiables. Normalmente suelen estar muy ocupadas pero son las que mejor responden a lo que han prometido.
Yo suelo decir con frecuencia que si quieres pedir algo que necesites hacer, encárgaselo a personas ocupadas y comprometidas, seguramente ellas van a responder con los hechos. Si haces la encomienda a personas desocupadas casi seguro que tu encargo quedará sin respuesta. Cuando alguien coherente te dice que puede llevar a cabo una acción la realizará y su compromiso se habrá convertido en realidad en el tiempo determinado. Pero cuando la persona no es coherente, por no quedar mal con los demás, se comprometerá en un primer instante pero cuando se llegue a comprobar el resultado de su tarea justificará con cualquier excusa que no ha podido realizarlo.
De “Caminar a tientas”
Rafa Roldán



martes, 26 de agosto de 2014

Díselo

Vivimos enfrascados en nuestras mismidades. Envueltos en una soledad que nos acompaña a todas las partes. Como si el mundo y quienes nos rodean fueran ajenos a nosotros.
Sin embargo, cuando alguien no está le echamos tanto en falta que  lamentamos  no haberle dicho lo importante que era para nuestra vida.
¿Por qué nos cuesta tanto bendecir, bien decir a los demás? La vida con sentido es aquella capaz de ver en los demás la prolongación de nuestro bien ser. Especialmente con los más cercanos, conviene acercarnos con sencillez y decirles: “Tú eres especial para mí”. “Te quiero”. “Eres un encanto”… Cada uno sabe qué frase es la adecuada para hacerle sentir que tú le importas y mucho.

            Te invito a que pienses en una persona con la que convives. Acércate a ella y exprésale con un gesto cariñoso qué es especial para ti. Si lo haces comprobarás como se genera en tu interior una gran alegría.