“Hay más personas buenas que malas”.
Me lo dijo Andrés, todo un señor de pueblo. Octogenario. Agricultor. Hombre
sencillo, cabal. Toda su vida trabajando, para comer, alimentar a su familia,
vivir con la dignidad del deber cumplido, una persona que se viste por los
pies.
Curiosamente a este hombre siempre le oído hablar de su trabajo, de sus faenas,
sin quejarse, sin reclamar tantos derechos que, seguramente, le son ocultados.
Él sólo atiende a sus deberes como persona, como ciudadano, como miembro de una
comunidad a la que respeta y colabora con el bien común de todos sus miembros.
Es su deber. Además piensa que la mayoría de las personas piensan como él. De
ahí su afirmación: “Hay más personas buenas que malas”.
Frente a esta visión de la vida, se encuentra en la actualidad una sociedad
conformada por personas que enfocan su visión exclusivamente en los derechos y
olvidan por completo sus deberes. Por lo visto y oído, parece que es
fundamental el derecho a una vivienda digna, a un salario digno, a matricularse
en la universidad gratuitamente hasta la jubilación, momento en que pasarán a
cobrar una digna pensión. Se tiene derecho a todo, dignamente. Por supuesto.
El deber de esforzarse en los estudios, el deber de colaborar en las tareas
domésticas del domicilio familiar, el deber de trabajar en lo que haga falta,
el deber de ahorrar para comprar el piso o el coche de sus sueños. El deber de
cotizar, pagar los impuestos que le correspondan para mejorar las condiciones
de la sociedad en que vive. Sabemos que los derechos siempre van en
correspondencia con los deberes. Pero en su vocabulario no existe la palabra
“deber”.
No me gusta una sociedad que reclama derechos y olvida el ejercicio de los
deberes. Hay gente que se dedica exclusivamente a reclamar sus derechos y a
escaquearse de sus deberes, aunque sea por medio de las rendijas que no
contempla la ley. La gente buena prioriza las buenas acciones. La gente mala
dedica todos sus esfuerzos a beneficiarse del resultado de los deberes de los
demás con la excusa de sus derechos. Y, personas así, “haberlas haylas”. Pese a
todo, estoy de acuerdo con Andrés: “Hay más personas buenas que malas”.