Si estás pensando que eres una persona débil, vulnerable y con muy pocas fuerzas no sigas leyendo. ¿Total para qué? Ya has tomado la decisión de abandonarte al destino como una hoja de árbol que se la lleva el viento donde le place. Si te has creído que no sirves para nada y que eres muy poca cosa. Si sospechas que la mayoría de las personas son mucho mejores que tú. Si continuamente te estás comparando con otros y la mala suerte se ha cebado contigo, te repito: No sigas leyendo, ¡por favor!
¿Todavía estás ahí? Pues es señal de que no eres tan frágil. Al menos consideras que tienes una fuerza interior que desconocen los demás y, posiblemente hasta tú mismo. Seguramente te has planteado muchas veces qué haces en este universo, en esta tierra, en este país, en esta ciudad o en este pueblo. Como yo, supongo que como todo el mundo. ¿Has llegado a alguna conclusión que te satisface? Pues ¡enhorabuena! ¿No has llegado a tener nada absolutamente claro? ¡Pues bienvenido al club de los dubitativos!
Porque, ¿no estarás esperando a que alguien te dé la solución a estos interrogantes vitales? Y si alguien lo ha hecho y te lo has creído a pies juntillas, piénsalo en profundidad. ¡Por si acaso!
Tal vez hayas tomado la decisión de no darle vueltas a estas cosas. Eres libre. Si eres consciente de quién eres, de verdad, ¿qué más quieres ? Piensa en ti. Sin más. Abandona el sentimiento de egoísmo que te reprime asir lo mejor que llevas dentro. Ahí estás, con toda la fuerza del mundo. Deséate lo mejor. Descubre tu propia energía personal. Vive con sentido y no podrás retener en tu interior tanta riqueza. La fortuna o la suerte se derrama de forma gratuita como el agua del río. Y a ese cauce se acercan las personas que te quieren, aunque no lo sepas.