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lunes, 10 de enero de 2022

Solo queda hoy

 



         Han terminado las vacaciones de Navidad. Los niños y adolescentes vuelven al colegio. Ya se ha recogido los adornos, se han reciclado las botellas de cristal del cava o del vino. Las cajas de cartón de los regalos a su contenedor. La casa vuelve a la normalidad del año. Compras, tareas, actividades. Bus, carretera, tiendas. Lavadoras, ropas, deberes, gimnasio, duchas, descanso…

         Vivir la monotonía de las horas y de los días. Esperar el fin de semana como un respiro en medio de tantas obligaciones. Desear los días de nuevas vacaciones, la semana santa, el verano… Otra vez la navidad…

         Y se consume la vida en mil esperas. En cientos de deseos. Y las primaveras se olvidan, las vacaciones se consumen, los años se escurren entre los dedos. Todo se queda atrás, en cada paso irrecuperable, en los recuerdos, en los archivos de la memoria. Las fotos grabadas en algún disco informático, junto a videos que esperan volver a reproducirse. Lo vivido ya está ahí, aprisionado en algún soporte que evidencie que algún día fue. Lo vivido ya marchó a otras dependencias de la existencia. Solo queda hoy, tal vez ahora mismo. Mañana dios dirá, si es que dice algo.





sábado, 4 de septiembre de 2021

Vivir y sentir la educación. Septiembre.

Los educadores son una figura clave en nuestra sociedad. De su saber hacer, de su ejemplo y de sus enseñanzas se descubren los modelos de personas que conforman nuestra sociedad. España no es un país que valore en su medida la labor que ejercen en la sociedad. Ni en la remuneración económica que reciben, ni en el reconocimiento social que se merecen. El salario se remunera por las horas presenciales en los centros y una ínfima parte de otra dedicación para la preparación de las clases, las reuniones, entrevistas, etc. Sin embargo, un educador que se precie, dedica con pasión muchas más horas que las reconocidas oficialmente. Un educador no tiene horario para educar. Lo hace dentro de las aulas y fuera de ellas. Es un estilo de vivir y sentir la educación.

Si hablamos del reconocimiento social que reciben, podríamos expresar en una frase muy extendida: “Los profesores tienen muchas vacaciones”. Sin embargo muchos padres que piensan así, están deseando que llegue septiembre para que sus hijos vayan al colegio. No se entiende muy bien.

A los educadores se les exige un comportamiento intachable ante los educandos. Al más mínimo fallo, los padres se les echan encima, criticando la mala atención, o el mal ejemplo hacia sus hijos. Están en todo su derecho, por supuesto. Pero hay que ser coherentes. Si se quiere una educación de calidad para nuestros hijos es necesario que se valore en su medida y se apoye la labor tan importante que ejerce el profesorado sobre los niños y adolescentes. El componente vocacional del educador es tan relevante como la formación académica que ha recibido para poder dedicarse a la educación. Y esa parte actitudinal no se paga con todo el oro del mundo. Pero el educador que se precie se conforma simplemente con el reconocimiento a su imprescindible labor.

Septiembre es el mes del comienzo del nuevo curso. Ha transcurrido un verano que ha servido para llenar el pulmón del aire que necesita para vivir y renovar la ilusión de educar a los nuevos alumnos. Ha disfrutado de unas vacaciones merecidas que sirven sin lugar a dudas para afrontar, como un profesor novato, el curso entrante.




Dejo en los siguientes párrafos de mi libro “Recetas de aula” la descripción ilusionada de los educadores ante cada curso que comienza:

 

Los despertadores han vuelto a sonar estrepitosamente para alumnos y profesores. Septiembre atrae hacia las puertas del colegio a chicos y chicas cargados de ilusiones nuevas.  Quien más y quien menos piensa: “Este año no será como el pasado”; “desde el principio intentaré que todo funcione”; “tal vez consiga esto y aquello...” La mochila cargada de esperanzas y de libros recién estrenados. La sonrisa dispuesta para conocer a los nuevos y disfrutar del reencuentro con los ya veteranos del centro.

A los profesores también les sucede algo parecido en cada inicio de un curso nuevo. “Esta carpeta, para las nuevas programaciones”; “este curso terminaré tal proyecto”; “ojalá pueda conseguir tal o cual cosa...” Y es que no hay nada mejor que estar ilusionado de verdad. La ilusión es la antesala de la esperanza y ésta es el motor de toda actividad humana.

El derrotista jamás trabaja en otra cosa que no sea su propia desilusión. Allá donde se encuentre la mala cara se justifica diciendo que hay que ser realistas y la falta de ideas la expresa con descalificaciones.

La persona ilusionada siempre trabaja creyendo de antemano que será posible hacer realidad su deseo. Allá por donde pasa genera confianza, no pide explicaciones innecesarias y proclama sus proyectos para contrastarlos y mejorarlos con ayuda de los demás.

 

Septiembre es mes de ilusión y ésta debería alargarse hasta la finalización del curso. Los despertadores habría que sustituirlos por las ganas de comenzar cada día las tareas propias de la apasionante labor educativa. Meter en las carteras lo nuevo y vivo que suele pesar poquito y luego, a lo largo de todo el curso, vaciarlas de cualquier connotación que suene a obsoleto y necrófilo.



La ilusión vale mucho más que el quejido de un “total para qué”. Anima ver que hay muchísimos profesores, jóvenes y maduros, apasionados por ser buenos educadores. Seguro.