Los
borrachos y los niños dicen la verdad. Los borrachos porque el alcohol ha
contribuido a desinhibir a la persona que lo ha consumido en exceso. Los niños
porque todavía no se les ha “manipulado” lo suficiente como para decir lo
políticamente correcto. Y el resto de los mortales vivimos condicionados por un
montón de circunstancias. La verdad te puede dejar sin trabajo, sin compañeros
de camino, sin partido, incluso sin dientes.
Estas son
algunas de las consecuencias cuando no se puede hablar. Y esta situación se da
en las religiones importantes, en las democracias avanzadas, en las sociedades
abiertas, en las empresas punteras, incluso en las familias mejor avenidas. ¿Y
nos extrañamos que se produzcan en las sectas pseudoreligiosas, en los
regímenes dictatoriales, en los sistemas sociales autoritarios o en las
empresas que buscan el beneficio exclusivamente personal a costa de los demás?
Quienes
están muy interesados en que no se hable de determinados temas recurren al
potente argumento disuasorio denominado miedo. Saben perfectamente que la losa
de la amenaza es un arma potente que infunde temor. Pero no se limitan a
reducir su arsenal disuasorio a un tipo de misil, utilizan otras estrategias
para destruir al enemigo, imaginario o no, de forma radical. Por un lado
muestran su patita disfrazada de cordero enseñándola por debajo de la puerta,
como en el cuento, regodeándose con la autopublicidad halagadora, reducida a la
exposición de sus dudosos méritos. Además ofrecen el oro y el moro a sus lameculos.
Los visten con el uniforme de su ejército y les proporcionan la gorra y los
galones a cambio de la obediencia ciega.
Si al mismo
tiempo se suprimen las herramientas de comunicación abierta y se infunde el
pánico a ser vigilado, se habrá conseguido tapar las bocas discordantes con el régimen.
Este es el resultado: un sistema que minimiza los grandes principios éticos,
morales, de libertad, de libre expresión
y los reduce a la simple obediencia de lo que se ha establecido que conviene al
propio régimen.
Cuando no
se puede hablar, algo se está escondiendo. Ya sabemos que el silencio se puede
comprar, la razón se puede demostrar, las encuestas estadísticas se pueden
cocinar, la información se puede apagar… Pero la libertad es la única energía
que distingue al ser humano del resto de los seres y la dignidad su compañera
inseparable.