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lunes, 27 de abril de 2020

IRRESPONSABILIDAD, ¿EL GOBIERNO O LOS PADRES?


         Ayer los niños han salido a la calle acompañados de sus papás. Una fiesta de la ciudadanía. Después de mes y medio encerrados en sus casas salieron con unas ganas tremendas de correr, saltar, hablar, gritar y disfrutar de la calle. Son niños. A algunos papás se les olvidó las mínimas normas elementales a respetar para no seguir transmitiendo el dichoso virus. Todo el mundo se les ha echado encima reprochándoles una irresponsabilidad impropia de los padres.
         Durante más de cuarenta días en Gobierno ha restringido la libertad a las familias con mayor severidad que en el resto de los países del mundo. Sin embargo estamos a la cabeza del número de muertos por millón. Se han tomado estas medidas tan drásticas es porque no han sido capaces de dotar a la población con medios de protección. Han sustituido la ineptitud de su gestión por la restricción de las libertades y los derechos ciudadanos. Han preferido la difusión propagandística para ocultar la realidad, ocultando las cifras reales de contagiados y muertos, en vez de informar con veracidad de la gravedad de la situación. Han elegido la amenaza y la sanción policial propias de un estado confiscatorio y dictatorial.
         Los padres con información y con medios siempre escogen lo mejor para sus hijos. Por mucho que “papá estado” muestre interés por los niños, nadie mejor que los padres van a velar por ellos. Lo que pasa es que, por ejemplo, como no hay mascarillas para todos no pueden obligar a la ciudadanía a su uso. Como no se han hecho test masivos, no se conoce la prevalencia del virus. No se sabe dónde se producen los principales focos de contagio, ni que pautas seguir para mitigar el problema. La inútil gestión del Gobierno la intenta disimular  echando la culpa a los padres y amenazando con volver al confinamiento.
         No confundamos, mientras han estado encerrados y calladitos con sus hijos son estupendos y, ahora, de buenas a primeras, pasan a ser irresponsables. ¡Un poquito de por favor!

martes, 31 de marzo de 2020

El líder trepa


          Una de las características físicas de los monos es que tienen la facilidad para trepar o desplazarse en los árboles. La mayoría de ellos aprovechan esa cualidad para dominar el territorio donde se encuentran. En cualquier tipo de sociedad ocurre algo parecido. Existen individuos que tienen la capacidad de desarrollar unas cualidades mejor que sus congéneres y se aprovechan de dichas habilidades para ejercer el dominio o influencia sobre ellos.

       Algunas personas, además del mayor o menor parecido físico o semejanza con los primates, dedican sus mejores esfuerzos para trepar a lo largo de la escala social. Consideran que, encaramarse por encima de sus semejantes, les proporciona ventajas y beneficios a los que no están dispuestos a renunciar. A los denominados “trepas”, les distingue la carencia de valores altruistas y el exceso de egocentrismo. Se autocalifican implícitamente, como maravillosos y no permiten que nadie brille más que ellos.

       La máxima personal en la consecución de objetivos es realizar todo lo que sea posible para figurar por encima de los demás. No les importa a quien maltraten o pisen, ni las nefastas consecuencias de las acciones que ejerzan. Si necesitan mentir, se miente. La coherencia personal se cambia por la adaptación a lo que conviene para subir. Lo mismo da Diego que digo, sí o no, blanco o negro con tal de quedar bien, sumar puntos, aparecer como oportuno o bueno.

       Poco a poco van encaramándose aplastando las cabezas de sus iguales. En aras de cumplir la misión que les ha encomendado el líder, ese gran mono que se encuentra en la cúpula de sus sueños. Bien sea por su dinero o, normalmente por su poder. A este gran mono lo adoran y, por tanto,  todo honor y toda gloria. Porque esas son dos de sus principales consignas: honor y gloria. Honor, como la cualidad que impulsa a hacer lo correcto, el deber moral. Gloria, como felicidad máxima que cumple la voluntad de su líder. Honor y gloria que ha definido el líder como la fidelidad a sus directrices en ciega obediencia.

El gran mono omite, es decir se calla de manera voluntaria, la creencia personal de sentirse el mismísimo dios. El gran mono, por excelencia. El salvador de todos los monos trepa que existen bajo sus pies. A todos aquellos que no siguen sus reglas se les corta la rama donde pisan y caen al suelo estrepitosamente.

Para llegar a ser gran mono se necesitan monos pequeñitos. Lo grande no existe sin lo pequeño. El gran mono será más grande cuantos más monitos le imiten. El gran mono desaparecerá cuando no haya monitos que le sigan. Al gran mono le gustan los fastos, las ceremonias, las corbatas, las condecoraciones, las medallas, los fuegos artificiales, “los don y los din”, especialmente los “din-eritos”. Las reverencias y las eminencias, las coronas de todo tipo, los birretes con borlas, báculos y varas de mando, togas con esclavinas y boatos. Glorias y fuegos fatuos que confundan al vulgo. Luces y timbales que anuncien el honor y tapen el horror y el error.

Los pobres monitos trepas son los encargados de servir y preparar la gran fiesta del gran mono. Acuden por imperativo legal a los actos de adoración y de oración, si fuera necesario. A inclinar su cuerpo en señal de sumisión, a clavar las rodillas en el mármol de Carrara que ha despilfarrado el gran mono. A oler su trasero y tragarse sus excrementos a cambio de escalar a una ramita más alta. Y de esa manera, podrán pagar las letras del todoterreno recién comprado, o la hipoteca de la casa, o las clases de piano para el niño, o los fines de semana esquiando en la nieve.

Los monitos trepas solo deben asentir, en todo, al líder. De lo contrario perderán la zanahoria que les ha puesto delante de sus narices y de paso también perderán el coco. Poquito a poquito, Despacito… como entona la canción de Luis Fonsi. Hasta quedarse sin criterio y pensamiento propio. Llegados a este nivel de sumisión, son totalmente irresponsables, es decir, incapaces de responder por nada. Simplemente se limitan a imitar al gran mono y ser monitos, que para eso les pagan. Son unos mandados, unos pagados. Eso sí, casi a la altura del gran mono. Tal vez, un día consiga el monito trepa ascender al puesto del líder trepa.



domingo, 15 de marzo de 2020

Un poco de sentido común


Un poco de sentido común

         No nos volvamos locos. El coronavirus está presente. Es una realidad. Se contagia a velocidades vertiginosas. Y, aunque todo el mundo lo sabe, no sé si se toma en serio y con sentido común.
         Si las autoridades médicas explican qué es lo más adecuado para vencer al virus, pues hágase. Sin pensar que esas recomendaciones son para los demás y no para mí. No hay excusas que valgan.
         Se queda uno en casa y punto. No se trata de protegerse pensando en uno mismo. De nada sirve, si el resto de la población está desprotegida. Al final el “listo” que sólo piensa en sí mismo también se contagiará. Es una cuestión de sentido común.
         Tampoco se trata de coger miedo irracionalmente. Tomar el suficiente como para no tropezar en la misma piedra. Tenemos ejemplos conocidos en otros países. ¡Pues eso!
         El sentido común nos induce a pensar que, para vencer el virus, todas las personas debemos estar dispuestas a colaborar. Sin que nos vean, sin que nos multen, sin que nos aplaudan, sin egoísmo. Simplemente con responsabilidad y aplicando el sentido común.  

sábado, 8 de febrero de 2020

10 claves para profesores noveles

1.- Mostrar una profunda actitud de respeto hacia el alumnado en todo momento.

2.- La responsabilidad de lo que sucede en el aula corresponde al profesor.

3.-La ilusión del profesor por la materia que imparte se vuelve contagiosa para el alumnado. La desidia, también.

4.-Cada persona es responsable de sus actos y el profesor lo debe dar a conocer con su propio ejemplo.

5.-Conviene no realizar afirmaciones que posteriormente no se puedan cumplir.

6.-La confianza no se da a los alumnos, se conquista mutuamente.

7.-Las tareas que corresponden al alumno nunca deben hacerlos ni el profesor, ni los padres.

8.-Repetir las mismas observaciones, una y otra vez, es infravalorar la inteligencia del alumno.

9.-Una clase bien preparada es fuente inagotable de sinergias educativas.

10.-Si se desea conectar con el alumno comprueba que te miran a los ojos.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Profesores influencers


Jamás pensé que la actuación de un profesor pudiera ser tan importante para la vida de los alumnos. Recuerdo algunos de los gestos de cercanía de mis mejores profesores. Destaco el siguiente:
Yo tendría unos doce años. Estaba jugando en el recreo con mis compañeros de clase. Corríamos unos detrás de otros para pillarnos. Yo no era menos e iba desenfrenado detrás de otro niño. Tropecé y me dí un batacazo contra el suelo.  Rompí a llorar de inmediato y me senté en un escalón mirando el rasguño que llevaba en la rodilla. En ese momento se acercó un profesor  y me dijo:
- ¡Vamos a ver qué te ha pasado!  Me dio un golpecito con sus nudillos en la rodilla, el reflejo rotuliano hizo que mi pierna se levantara inesperadamente para mí. Consiguió arrancarme una sonrisa mientras me decía:
- ¡Ah, pues funciona!
Siempre le recordaré. Su gesto hizo que le cogiera cariño para toda la vida. Ahora, cuando veo a alguien en una situación parecida, me acerco a él,  recordando el gesto de aquel profesor y pienso: "¡Ojalá pueda arrancarle una sonrisa!" Después, busco con precisión dónde puede estar esa rótula para hacer que brille en su rostro un poco de alegría.

Tomado de mi primer libro publicado "Recetas de aula".

lunes, 11 de marzo de 2019

CÓMO VIVIR Y SENTIR LA EDUCACIÓN CON ALEGRÍA


Vivir y sentir la educación es clave en cualquier proceso educativo. El profesorado que es  capaz de transmitir serenidad, sonrisa y calma está facilitando el crecimiento personal de sus educandos. En las aulas se tiene que respirar un ambiente de armonía, frente a las tensiones y el exceso de estímulos que, ya de por sí, llevan los educandos. El profesorado tiene como misión crear el espacio educativo donde se pueda contemplar el horizonte y cuando el corazón está agitado y las emociones descontroladas, resulta muy complicado. Por estas razones, tiene tanta relevancia la estabilidad emocional en la personalidad de un docente.

Los profesores necesitan disfrutar de cada tarea y sentirla alineada con sus propios sueños. Compartirla con los alumnos a su cargo, describir sus esperanzas y sus logros. Contagiar de esperanza a quienes esperan lo mejor de esta vida. Y, sobre todo, a celebrar los pequeños éxitos de superación, de consecución de sus expectativas.

Expresar con serenidad los fracasos y apoyarse en ellos para volver a intentar sacar adelante el proyecto imaginado. Los profesores deberían enseñar a los alumnos a equivocarse frecuentemente, porque cuantas más veces caigan en la cuenta del error, mejores soluciones van a encontrar a los problemas que se encuentren en su camino.

Se necesita serenidad para conocer las limitaciones humanas y afrontar la vida como un regalo que sólo podemos disfrutar una sola vez. La serenidad está ligada a la alegría. Cuando se están viviendo situaciones de tensión, de competitividad, de violencia es imposible enseñar y, menos aún, educar. Cuanta más alegría se porta en el corazón, significa que se está más de acuerdo con nosotros mismos y ello es el mejor indicativo de la armonía personal. Yo creo que la sonrisa sincera expresa fantásticamente esa alegría interna.


sábado, 4 de agosto de 2018

Vacaciones del profesorado


Atrás queda la pizarra borrada un sinfín de veces, los nombres de chicos y chicas impresos en la memoria diaria, las horas empleadas en preparar las clases, las reuniones, las entrevistas, los trabajos corregidos, el repaso a los exámenes para evitar equivocaciones, las palabras de ánimo, las reuniones con los colegas, los claustros.

¡Por fin llegaron las vacaciones!

Es una época ideal para enchufar el cargador de las pilas educativas y dejarlo conectado hasta septiembre. Tomar nuevas fuerzas, dejar que la arena de la playa filtre los cansancios y la mar equilibre la tensión que, tantas veces, se ha disparado a lo largo del curso.

Es buen momento para descansar, leer aquellos libros aparcados que han esperado su turno, felicitarse por el trabajo bien hecho y desear lo mejor a quienes han sido el centro de la tarea durante un intenso curso.

         Es tiempo de reconocer la labor educativa del profesorado. El resultado de su dedicación y profesionalidad suele ser intangible en la mayoría de los casos. Pero no por ello deja de ser relevante para la historia personal de los educandos. A veces, la impronta que el profesorado ha dejado en su alumnado, sólo es evidente con el paso de los años.

Tal vez, con el paso del tiempo, alguien les reconozca la estupenda labor realizada y se les recuerde porque fueron las personas que despertaron las ganas de superación y crecimiento personal.

Quienes se dedican a la educación también se merecen un buen descanso, de verdad. Así, cuando llegue septiembre, los nuevos alumnos y alumnas que pisen sus aulas se encontrarán con personas dedicadas e ilusionadas. Con la frescura y toda la fuerza del mundo para transmitir los conocimientos y valores que ayuden a configurar una humanidad mucho mejor que la que se han encontrado.

                ¡Feliz verano!

Moncayo-estanque



lunes, 9 de abril de 2018

Hijos felices


         Yo dedicaría toda la enseñanza a ser feliz. ¡Qué importa más que ésto! Yo quiero ser feliz y toda mi vida la he pasado buscando lo que me hacía acercarme con más fuerza a la vivencia de ese estado. 

       Las personas siempre se quejan cuando no son felices de verdad. Los padres están pendientes de sus hijos con la única misión de enseñarles a ser felices. Les educan con esa única finalidad. 

        Sin embargo, esta sociedad nos está inculcando el dinero como valor supremo y el poder como la herramienta más útil. Y ahí están los resultados. 

      Vivimos enajenados, pendientes de conseguir más para escalar en la pendiente del tener hasta la cima del sinsentido. Encerramos a los niños en las guarderías, en las escuelas, en los centros deportivos, en la vorágine de las actividades múltiples… con la finalidad de disponer de más tiempo para trabajar y ganar más  dinero. Y, así pagar unos días de vacaciones en verano. Comprar un modelo de automóvil mejor y con más potencia que el que tenemos. Viajar lo más lejos posible. Cambiar de casa a otra mucho más confortable.

       La felicidad se nos escurre entre los dedos como la mantequilla en la sartén ardiente.

De mi último libro: "¿Para qué fui a la escuela?"
https://www.youtube.com/watch?v=UXQYEBWPAaA




miércoles, 29 de noviembre de 2017

EDUCADORES: ¡Atención a la indiferencia y al olvido!

Querido/a colega (escribir nombre):

                No puede quedar así. Son tantos años juntos. Reuniones, cafés, charlas. Preocupaciones comunes. Alumnos y alumnas. Notas, listas, programaciones, temas, tutorías, apuntes. Saludos, despedidas. Comentarios, dudas, esperanzas. Acercamientos, lejanías. Deseos comunes, discrepancias. Acuerdos y discusiones sin final. Silencios compartidos.
               
                No puede quedar así. Aunque los plazos se cumplan, las fechas lleguen inexorables al final del camino. La vida continúe su ritmo, sin parar. Las exigencias de cada curso, de cada grupo, de cada clase… estén ahí y sean imparables. El tiempo escasea para todos. Ese oro intangible y tan preciado no se puede desperdiciar.

                Todo pasa en esta vida. Hay personas que se cruzan en nuestro camino con verdaderos obstáculos y personas que marcan la diferencia. Amigos y enemigos. Compañeros, conocidos. Todo depende de tantos factores que admite justificaciones al gusto de todos. Pero insisto: No puede quedar así.
               
                La indiferencia es el peor enemigo de las relaciones y el olvido, la conclusión final. Yo me rebelo a que sea así. Porque tú (aquí va tu nombre con mayúsculas) has formado parte de mi vida. Sin tu existencia, sin tu presencia, nada hubiera tenido sentido. Tu aportación, eres tú. Como tú no conozco a nadie y, por eso, has sido un regalo que he recibido. No quiero compararte con nadie, es imposible hacerlo. No eres ni mejor, ni peor que otras personas de las que han formado parte de mi vida. Basta que te haya conocido para sentirme obligado a darte millones de gracias. Reconocer tu existencia para siempre, marcar tu nombre en mis contactos y guardar muchas copias en el disco duro del corazón.

                No puede quedar así.   Porque tenemos la vocación de educadores y, el educador por excelencia es capaz de acompañar en libertad y disfrutar contemplando el crecimiento de las personas que quiere. Va en nuestro ADN saber esperar, comprender y respetar los ritmos personales, creer en la fuerza personal de cada vida. Estoy convencido de que los educadores tenemos el privilegio y la gran responsabilidad de insinuar, con nuestro ejemplo de vida, las claves que configuren un mundo cada vez más  libre y una humanidad inteligente que sepa vivir en paz.


                No puede quedar así. Las personas (alumnado o profesorado) que han tocado nuestro ser ya son parte de nosotros, de nuestro universo. A ellas les debemos parte de lo que somos y de los que hemos vivido. Por eso se merecen nuestro agradecimiento y reconocimiento, siempre. Pero jamás la indiferencia o el olvido. Así lo siento, colegas.

viernes, 30 de junio de 2017

Serenidad en el aula

"La serenidad, la sonrisa y la calma transmiten mucha paz en el espíritu de quien necesita mirar hacia adelante y crecer -como les pasa a los niños, adolescentes y jóvenes- porque ese es el gran deseo de sus vidas. En las aulas se tiene que respirar un ambiente de armonía, frente a las tensiones y el exceso de estimulación que ya de por sí llevan los educandos. El profesorado tiene como misión crear el espacio educativo donde se pueda contemplar el horizonte y cuando el corazón está agitado y las emociones descontroladas, resulta muy complicado. Por estas razones tiene tanta relevancia la estabilidad emocional en la personalidad de un docente.


Los profesores necesitamos disfrutar de cada tarea y sentirla alineada con nuestros sueños. Compartirla con los alumnos a nuestro cargo, describir sus esperanzas y sus logros. Contagiar de esperanza a quienes esperan lo mejor de esta vida. Y, sobre todo, a celebrar los pequeños éxitos de superación, de consecución de sus expectativas. Expresar con serenidad los fracasos y apoyarse en ellos para volver a intentar sacar adelante el proyecto imaginado. Los profesores deberíamos enseñar a los alumnos a equivocarse frecuentemente, porque cuantas más veces caigan en la cuenta del error, mejores soluciones van a encontrar a los problemas. Se necesita serenidad para conocer las limitaciones humanas y afrontar la vida como un regalo que sólo podemos disfrutar una sola vez. La serenidad está ligada a la alegría. Cuanta más alegría se porta en el corazón, significa que se está más de acuerdo con nosotros mismos y ello es el mejor indicativo de la armonía personal. Yo creo que la sonrisa sincera expresa fantásticamente esa alegría interna."
Libro Rafael Roldán

lunes, 23 de enero de 2017

¿Mayoría libre?

¿Dónde se puede encontrar a alguien que piense y decida por sí mismo? Sin darnos cuenta hemos conformado una sociedad que se guía por el criterio de la “mayoría”. Esta "señora o señor" –para no ofender a quienes defienden el “los/las”- se puede definir como: conjunto o grupo cuantitativo superior a otro conjunto o grupo que es cuantitativo menor. Como se puede apreciar es muy impersonal, anodino, indefinido, impreciso, incierto, ambiguo e indeterminado, por no alargar más su confusa definición.

     Pero amigo mío, la mayoría es el criterio que lo justifica todo. Existen demasiadas decisiones que se dirimen por este criterio. En elecciones políticas, en comunidades de vecinos, en consejos de administración, en tantas organizaciones sociales, etc. En última instancia la decisión final es acordada por “la mayoría”. No importa si el procedimiento de discernimiento es correcto, si se tiene la información adecuada, si es un bien o un mal, justo o injusto, valor o contravalor. Por supuesto que la democracia se sostiene con el voto de la mayoría, lo cual respeto y apoyo sin ambages.

   La mayoría, en demasiadas ocasiones, es el refugio de los que no quieren pensar y abandonan su voluntad para obedecer ciegamente. En esta sociedad nos estamos educando para ser obedientes. Obedecer a no se sabe qué ni a quién. Sumisión al gobierno, al partido, al consejo de administración, al cliente, al votante, al inversor, al padre espiritual, al dios que designa cada religión, a las normas, a lo establecido. Los hijos a los padres, los alumnos a los maestros, los maestros a la administración educativa, ésta al gobierno de turno y el gobierno al jefe del partido y éste a la “mayoría” que lo ha elegido, en el mejor de los casos.

¿mayoría libre?

      La fortaleza del rebaño social está consiguiendo eximir a todo el mundo de su responsabilidad. Incluso hay interesados en decirnos, según su interpretación, quién es la mayoría social. ¿Nadie manda? ¿No hay personas independientes que tomen decisiones, ya sean beneficiosas o perjudiciales, y asuman las consecuencias? O, tal vez, el mundo se divida en dos tipos de personas: las que dicen “yo no he sido” cuando ha salido algo mal y las que aprovechan la más mínima oportunidad para “ponerse la medalla” ante cualquier logro, sea o no por su intervención.


   Quiero pensar que todavía  hay personas que se resisten a ser “mayoría” aunque ello les suponga en muchos momentos no ser bien visto por ese tipo de  “mayoría”.

lunes, 26 de diciembre de 2016

¿Profesores justos?

         Los profesores ejercemos en el aula muchas funciones, además de las propias de un educador. A veces nos ponemos el sombrero de policía y encontramos en los alumnos las conductas reprobables que merecen ser castigadas. Otras veces no ponemos la toga de abogados o de jueces. Interpretamos los hechos, decidimos qué está bien y qué está mal, emitimos el veredicto de culpabilidad o inocencia, cuantificamos los “delitos” y, no solo eso, sino que además somos los vigilantes de que se cumpla la pena...

         -Los alumnos nos reprochan que muchas veces no somos justos y con razón. Todos los días les estamos valorando. Unas veces en el terreno de la disciplina. Ya sea porque se han retrasado a la hora de la entrada, o en el momento de la entrega de un trabajo, o porque se han reído, justamente, cuando a nosotros no nos parece oportuno. Otras, en el ámbito de las relaciones. Valoramos su atención a las explicaciones, estén o no cansados nos tienen que soportar. Les ponemos numeritos por cada ejercicio que hacen, por cada examen, por cada evaluación. Optamos por calificar su actitud personal si ha sido buena, aceptable, negativa o pasiva. Si salen a la pizarra a resolver algún ejercicio, aunque no quieran, se les expone delante de sus compañeros a hablar de un tema, les interese o no. Simplemente tienen la obligación.

Están dentro de los muros del terreno escolar. Confinados, como en una cárcel, sujetos a las normas que ellos no han elegido. Obligados a aprender contenidos impuestos por el proyecto curricular. Materias diseñadas para responder a las pretensiones de la sociedad. Exigencias dentro de un marco competitivo. Hay que saltar por encima los obstáculos que se les va poniendo durante su recorrido escolar. Superar, curso a curso, un nivel cada vez mayor que el anterior. Hasta alcanzar la meta de pertenecer a la enseñanza superior. Ello quiere decir que se ajustan al sistema. Han cumplido con los méritos que le demanda la sociedad. Al alcanzar ese estadio superior se supone que se habrán cumplido las promesas de tan esperada recompensa final.

"De mi último libro, ¿Para qué fui a la escuela?"




jueves, 3 de noviembre de 2016

Buenas y malas

                “Hay más personas buenas que malas”. Me lo dijo Andrés, todo un señor de pueblo. Octogenario. Agricultor. Hombre sencillo, cabal. Toda su vida trabajando, para comer, alimentar a su familia, vivir con la dignidad del deber cumplido, una persona que se viste por los pies.

                Curiosamente a este hombre siempre le oído hablar de su trabajo, de sus faenas, sin quejarse, sin reclamar tantos derechos que, seguramente, le son ocultados. Él sólo atiende a sus deberes como persona, como ciudadano, como miembro de una comunidad a la que respeta y colabora con el bien común de todos sus miembros. Es su deber. Además piensa que la mayoría de las personas piensan como él. De ahí su afirmación: “Hay más personas buenas que malas”.

                Frente a esta visión de la vida se encuentra la de aquellas personas que enfocan su visión exclusivamente en sus derechos y olvidan por completo sus deberes. Tienen derecho a una vivienda digna, a un salario digno, a matricularse en la universidad gratuitamente hasta la jubilación, momento en que pasarán a cobrar una digna pensión. Tiene derecho a todo, dignamente claro.

                El deber de esforzarse en los estudios, el deber de colaborar en las tareas domésticas del domicilio familiar, el deber de trabajar en lo que haga falta, el deber de ahorrar para comprar el piso o el coche de sus sueños. El deber de cotizar, pagar los impuestos que le correspondan para mejorar las condiciones de la sociedad en que vive. Sabemos que los derechos siempre van en correspondencia con los deberes. Pero en su vocabulario no existe la palabra “deber”.


                No me gusta la gente que se dedica exclusivamente a reclamar sus derechos y a escaquearse de sus deberes, aunque sea por medio de las rendijas que no contempla la ley. La gente buena prioriza las buenas acciones. La gente mala dedica todos sus esfuerzos a beneficiarse del resultado de los deberes de los demás con la excusa de sus derechos. Y, personas así, “haberlas haylas”. Pese a todo, estoy de acuerdo con Andrés: “Hay más personas buenas que malas”.

martes, 13 de septiembre de 2016

3 actitudes claves del educador

Ha comenzado el nuevo curso. El duendecillo de lo nuevo cosquillea la curiosidad de cualquier educador que se precie de tal. El nerviosismo de los primeros días de clase es inevitable. ¿Qué pensarán los nuevos alumnos? ¿Qué impresión daré a mis educandos? Casi con toda seguridad, la mayoría, se concluye con alguna reflexión de este cariz y una respuesta, más o menos, de esta manera: “debo entregarles lo mejor de mí”.
También les sucede algo parecido al alumnado: “Este profesor va a conocer lo que soy capaz de hacer, porque este curso voy a trabajar y estudiar a tope”.

Transcurren los primeros días y casi todo se cumple, tanto por parte de los educadores que se esfuerzan por ser los mejores, como por parte de los alumnos que intentan llevar las tareas al día con la mayor aplicación. Poco a poco, con el paso de los días, comienza un proceso de decadencia y abandono del interés inicial. Un dicho popular lo expresa magníficamente: “Se empieza como un caballo cordobés y se termina como una burra manchega”. Parece como si el tiempo se empeñara, con cabezonería, en borrar las primeras buenas intenciones. Profesores y alumnos, a medida que pasan los días la declaración de principios que se realizó en su momento se va escondiendo en el baúl del olvido.

Reflexión, modelo de vida y atención única.


Tres actitudes claves del educador:

Una:

Es bueno recordar “comienzos y finales” de los cursos anteriores para saber racionalizar  los comportamientos inadecuados que se han repetido a lo largo de la trayectoria educacional. Tomar nota de ellos  y evitar reproducirlos de nuevo.  La reflexión del buen educador  se nutre con permanente lectura, profundizando en su estilo pedagógico y recargando de serenidad su tarea educativa.


Dos:
Los valores básicos el educador los transmite y expresa, con su saber hacer, cada día, en cada clase, en el mismo proceso cotidiano. En ese camino se desgranan las conductas concretas que explicitan la entrega de lo mejor y peor de la acción educadora. La persona es una y es percibida por los demás como una totalidad.  El educador es un modelo de vida para sus educandos, en lo bueno y en lo malo. No se puede transmitir solamente una parte de la personalidad. El ser no se divide en pedazos. Y por tanto es imposible escoger las partes más interesantes de la personalidad del educador y ocultar aquellas otras que no lo son tanto. El educador se manifiesta y transmite de forma holística y se da a conocer en su totalidad.


Tres:

        Entregar  lo mejor del ser persona. Es decir, mostrar, con toda naturalidad, lo que realmente se es. Ofrecer la sonrisa permanente que sale de corazón. Evidenciar el rigor del trabajo y la preparación de las clases diarias. Generar la confianza en las posibilidades de cada educando, como una forma de afianzar su crecimiento personal. Y, sobre todo, creer con toda la fuerza del mundo, que cada educando es único y se merece una atención especialmente única.


domingo, 4 de septiembre de 2016

Exámenes de septiembre

Los adultos estamos para ayudar a los niños a descubrir sus potencialidades y enseñarles a desarrollarlas.
Dentro de un mundo viejo y obsoleto no puede
crecer la naturaleza en todo su esplendor.


                Hoy quiero recordar a aquellos chicos y chicas que suspendieron en junio y se presentan a los exámenes de septiembre para tratar de superar las materias que les permitan seguir sus estudios. Me refiero a ese grupo de la población que, sin miramiento alguno, se les clasifica de vagos, malos estudiantes, repetidores, portadores de calabazas, suspensos. Niños y niñas que no estudian durante el curso y luego, les llegan las consecuencias.

                Tampoco aprovechan los meses de verano para estudiar. Se dedican a pasarlo bien con sus amigos, con su familia. Se divierten en vez de estudiar. De vez en cuando alguien les recuerda que tienen una responsabilidad con la que no están cumpliendo. Pero parece que hacen oídos sordos y, en el mejor de los casos, tres días antes de los exámenes dedican todo su tiempo a ver cómo pueden aprobar esas asignaturas que ni les van ni les vienen o, simplemente, no les interesan lo más mínimo.

                En esos momentos de sus vidas, nadie se acuerda del profesorado que consiguió hacerles odiar su asignatura. Profesores, si se les puede calificar de tales, que jamás se preocuparon de conocer sus dificultades con la materia, de detectar sus inseguridades, de ponerse a su lado y felicitar sus pequeños logros. Profesores que se han dedicado durante el curso a resaltar los fallos, una y otra vez, hasta demostrarles solemnemente que son unos inútiles y, les marcan en su asignatura con el suspenso máximo al final del curso.

                Los adultos estamos para ayudar a los niños a descubrir sus potencialidades y enseñarles a desarrollarlas. Y eso no se consigue simplemente haciéndoles repetir los contenidos de unos programas educativos, concienzudamente diseñados para modelar a todos con el mismo patrón. Los profesores realizan su trabajo de forma excelente, si son capaces de hacer que su alumnado se apasione de su asignatura de tal manera, que terminen el curso de forma sobresaliente. Cuantos más suspensos sancionen más deberían cuestionarse su vocación educadora.

                 

martes, 9 de agosto de 2016

“Me aburro”…


            “Me aburro…”
¿Cuántas veces se ha oído esta afirmación, y se sigue escuchando hoy día, por parte de los niños? Padres y adultos casi han tirado la toalla intentando buscar algo que entretenga a los niños. La creatividad de mamás y papás está creciendo al mismo ritmo que la pasividad de sus hijos.
            En muchos hogares se han acumulado un montón de juguetes, algunos sin usar una sola vez. Ahí están aparcados en sus estanterías hasta que les llegue el día de ser tirados a la basura o, en el mejor de los casos, depositados en algún contenedor solidario. Los juegos electrónicos, móviles, consolas wii, etc., acaparan la atención de niñas y niños que fijan su atención a la pantalla que les aísla de las personas que les rodean.
         Se puede optar por consentir esta realidad o mantener la amenaza permanente de escuchar la terrible afirmación: “me aburro”. (Significado aproximado de “me aburro”: Lo que estoy haciendo ahora no me gusta. Tú me tienes que proporcionar algo mucho más interesante, siéntete culpable de no acertar con mis caprichos, porque yo soy tu emperador y tú mi esclavo.)


            La infancia actual desconoce el juego del “churro va”. Juego que consiste en colocarse, a modo de tren, la cabeza de uno entre las nalgas del compañero anterior, para aguantar el peso del equipo contrario que va a saltar a caballito sobre él. Los juegos de lascanicas, el escondite, la rayuela, polis y cacos, las cuatro esquinas, el aro o los zancos, entre otros muchísimos más. Juegos de antaño, cuando se carecían de recursos económicos pero su falta se sustituía por la propia creatividad innata de los niños. Y no quiero decir que los niños y niñas tengan que jugar únicamente  a estos juegos para poder divertirse.
           

            Muchas veces los adultos caemos en la tentación de buscar soluciones y respuestas a problemas que aún no se han planteado los niños. ¿No sería mejor dejar que ellos mismos, si se aburren, busquen la mejor manera de divertirse? Sin aportarles ningún tipo de recurso material. Ellos mismos, con  su inteligencia, sus sentimientos, su cuerpo son capaces de imaginar ámbitos y situaciones, lo suficientemente atractivas para que se les olvide recurrir a la exigencia dependiente que conlleva la frase: “me aburrro”.


jueves, 30 de junio de 2016

Docentes y vacaciones.

                Hoy es un gran día para vosotros y vosotras. ¡Por fin llegan las vacaciones! Atrás queda la pizarra borrada un sinfín de veces, los nombres de vuestros chicos y chicas impresos en la memoria diaria, las horas empleadas en preparar las clases, las reuniones, las entrevistas, los trabajos corregidos, el repaso a los exámenes para arrancar las décimas que faltan para sacar adelante la recuperación necesaria e infundir el ánimo en el estudio.
                Hoy es un buen momento para enchufar el cargador de las pilas educativas y dejarlo conectado hasta septiembre. Tomar nuevas fuerzas, dejar que la arena de la playa filtre los cansancios y la mar equilibre la tensión que tantas veces se ha disparado a lo largo del curso.
                Es momento de descansar, de leer aquellos libros aparcados que han esperado su turno, de felicitarse por el trabajo bien hecho y desear lo mejor a quienes han sido vuestra vida durante un intenso curso.
                Ahí va mi agradecimiento por vuestra tarea educativa. Ya sé que el resultado de vuestros esfuerzos es intangible, no se puede tocar. No se puede demostrar el fruto del ejercicio de vuestra profesionalidad. Tal vez con el paso del tiempo alguien reconozca vuestra tarea porque recuerde que tú, maestro, profesora o docente, fuiste quien despertaste las ganas de superación personal y desde entonces una persona más comenzó a crecer y ser lo que siempre había deseado. ¿Te parece poco?
                Por ello creo que los que dedicáis vuestra vida a la educación os merecéis un buen descanso, de verdad. Así, cuando llegue septiembre, los nuevos alumnos y alumnas que pisen vuestras aulas se encontrarán con personas dedicadas e ilusionadas con toda la fuerza del mundo.
                ¡Feliz verano!



lunes, 21 de marzo de 2016

INVISIBLES

                Resulta un tanto sorprendente constatar que en un centro educativo, con vocación especialmente social y de origen fundacional con apellido cristiano, se ignore y silencie en sus comunicados  a la sociedad, bien sea por las redes sociales o sus medios informativos, acciones formativas tan relevantes para la formación de adolescentes y jóvenes como lo es el conocimiento de la realidad de las Personas Sin Hogar. Ese mismo día la institución informa en Facebook, con reportaje fotográfico incluido, de los riesgos de internet y las redes sociales, de los viajes de estudios de algunos de sus alumnos, de un taller de impresionismo, de la firma de un convenio con la obra social de un banco o de la visita de otros alumnos a un museo del vino en el país vecino. Y con ello no quiero decir que no se deban comunicar estas actividades que, en sí mismas, ya son interesantes. Lo que resulta raro es que se olvide precisamente la actividad a la que hago referencia.

                Parece que se confirma que no solo las personas sin hogar son personas invisibles para la sociedad sino también lo son quienes intentan concienciar sobre este grave problema. Por suerte, en ese mismo centro, hay muchos educadores preocupados en sensibilizar a sus alumnos y alumnas sobre estas realidades. Gracias a ellos, al menos unos doscientos chicos y chicas, han podido escuchar y compartir alguna de las experiencias vitales con una de estas personas que lo están pasando mal. Una de esas personas que la sociedad ha etiquetado con el apelativo de PSH o persona sin hogar.

                En ninguna de las cinco sesiones que se llevaron a cabo en la institución, se hizo visible en ellas alguno de sus máximos responsables educativos, otras tareas más importantes los excusan. ¿Tanto cuesta una simple misiva expresando su apoyo, su agradecimiento sincero a una colaboración tan importante, a una persona capaz de mostrar su coraje para salir adelante? Todo un ejemplo a no imitar. Supongo que el testimonio de una persona sin hogar no se debe considerar de especial relevancia y categoría social, equivalente a la de un catedrático, doctor de universidad, consejero político o gerente de empresa comprometida con la responsabilidad social corporativa…, ironías aparte.

                La pobreza no siempre es cuestión de carencia de recursos. Por suerte o por desgracia, la educación siempre es necesaria.


viernes, 18 de marzo de 2016

MEMORIA

"Los profesores dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a repetir datos, informaciones, conocimientos que anteriormente han sido descubiertos por otras personas. Repasamos la historia que nos han transmitido, realizamos ejercicios de matemáticas, listamos los afluentes de los ríos o hacemos que conjuguen los verbos, una y otra vez, hasta que se los sepan de memoria. Es bueno y lo veo necesario. Pero si lo único que hacemos es esa tarea, tal vez estemos reduciendo la educación a conseguir personas con una imprescindible y buena memoria. Observa el contenido de los exámenes. Todos los examinandos dedican más del noventa por ciento de sus tiempo en memorizar los contenidos sobre los que se van a examinar. Luego, ¿qué estamos potenciando?: La memoria.


Yo mismo he comprobado que, cuando estoy explicando mis asignaturas y quiero demostrar la falta de atención de mis alumnos, les pregunto con esta o parecidas frases: “¿Puedes repetir lo que he dicho?” Memoria. Pienso en las notas que reciben y al final concluyo que la ponderación más alta de la valoración es su capacidad de recordar conocimientos. Memoria. Estamos convirtiendo a nuestros alumnos en unos magníficos magnetófonos. Primero se les obliga a pulsar el botón de grabación y posteriormente se les exige pulsar el botón de reproducción. Memoria. "
Fragmento del libro: "¿Para qué fui a la escuela?"