Resulta
un tanto sorprendente constatar que en un centro educativo, con vocación
especialmente social y de origen fundacional con apellido cristiano, se ignore
y silencie en sus comunicados a la
sociedad, bien sea por las redes sociales o sus medios informativos, acciones
formativas tan relevantes para la formación de adolescentes y jóvenes como lo es
el conocimiento de la realidad de las Personas Sin Hogar. Ese mismo día la
institución informa en Facebook, con reportaje fotográfico incluido, de los
riesgos de internet y las redes sociales, de los viajes de estudios de algunos de
sus alumnos, de un taller de impresionismo, de la firma de un convenio con la
obra social de un banco o de la visita de otros alumnos a un museo del vino en
el país vecino. Y con ello no quiero decir que no se deban comunicar estas
actividades que, en sí mismas, ya son interesantes. Lo que resulta raro es que
se olvide precisamente la actividad a la que hago referencia.
Parece
que se confirma que no solo las personas sin hogar son personas invisibles para
la sociedad sino también lo son quienes intentan concienciar sobre este grave
problema. Por suerte, en ese mismo centro, hay muchos educadores preocupados en
sensibilizar a sus alumnos y alumnas sobre estas realidades. Gracias a ellos,
al menos unos doscientos chicos y chicas, han podido escuchar y compartir alguna
de las experiencias vitales con una de estas personas que lo están pasando mal.
Una de esas personas que la sociedad ha etiquetado con el apelativo de PSH o
persona sin hogar.
En
ninguna de las cinco sesiones que se llevaron a cabo en la institución, se hizo
visible en ellas alguno de sus máximos responsables educativos, otras tareas
más importantes los excusan. ¿Tanto cuesta una simple misiva expresando su
apoyo, su agradecimiento sincero a una colaboración tan importante, a una
persona capaz de mostrar su coraje para salir adelante? Todo un ejemplo a no
imitar. Supongo que el testimonio de una persona sin hogar no se debe considerar
de especial relevancia y categoría social, equivalente a la de un catedrático,
doctor de universidad, consejero político o gerente de empresa comprometida con
la responsabilidad social corporativa…, ironías aparte.
La
pobreza no siempre es cuestión de carencia de recursos. Por suerte o por desgracia,
la educación siempre es necesaria.
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