Una
de las características físicas de los monos es que tienen la facilidad para
trepar o desplazarse en los árboles. La mayoría de ellos aprovechan esa
cualidad para dominar el territorio donde se encuentran. En cualquier tipo de
sociedad ocurre algo parecido. Existen individuos que tienen la capacidad de desarrollar unas cualidades mejor que sus
congéneres y se aprovechan de dichas habilidades para ejercer el dominio o influencia
sobre ellos.
Algunas personas, además del mayor o
menor parecido físico o semejanza con los primates, dedican sus mejores
esfuerzos para trepar a lo largo de la escala social. Consideran que,
encaramarse por encima de sus semejantes, les proporciona ventajas y beneficios
a los que no están dispuestos a renunciar. A
los denominados “trepas”, les distingue la carencia de valores altruistas y
el exceso de egocentrismo. Se autocalifican implícitamente, como maravillosos y
no permiten que nadie brille más que ellos.
La
máxima personal en la consecución de objetivos es realizar todo lo que sea
posible para figurar por encima de los
demás. No les importa a quien maltraten o pisen, ni las nefastas
consecuencias de las acciones que ejerzan. Si necesitan mentir, se miente. La
coherencia personal se cambia por la adaptación a lo que conviene para subir.
Lo mismo da Diego que digo, sí o no, blanco o negro con tal de quedar bien,
sumar puntos, aparecer como oportuno o bueno.
Poco a poco van encaramándose aplastando
las cabezas de sus iguales. En aras de cumplir la misión que les ha encomendado
el líder, ese gran mono que se encuentra en la cúpula de sus sueños. Bien sea
por su dinero o, normalmente por su poder. A este gran mono lo adoran y, por
tanto, todo honor y toda gloria. Porque
esas son dos de sus principales consignas: honor y gloria. Honor, como la cualidad que impulsa a hacer lo correcto, el deber
moral. Gloria, como felicidad máxima
que cumple la voluntad de su líder. Honor y gloria que ha definido el líder
como la fidelidad a sus directrices en ciega obediencia.
El gran mono omite,
es decir se calla de manera voluntaria, la creencia personal de sentirse el
mismísimo dios. El gran mono, por excelencia. El salvador de todos los monos trepa que existen bajo sus pies. A
todos aquellos que no siguen sus reglas se les corta la rama donde pisan y caen
al suelo estrepitosamente.
Para llegar a ser
gran mono se necesitan monos pequeñitos. Lo grande no existe sin lo pequeño. El
gran mono será más grande cuantos más monitos le imiten. El gran mono desaparecerá cuando no haya monitos que le sigan. Al
gran mono le gustan los fastos, las ceremonias, las corbatas, las
condecoraciones, las medallas, los fuegos artificiales, “los don y los din”,
especialmente los “din-eritos”. Las reverencias y las eminencias, las coronas
de todo tipo, los birretes con borlas, báculos y varas de mando, togas con
esclavinas y boatos. Glorias y fuegos fatuos que confundan al vulgo. Luces y
timbales que anuncien el honor y tapen el horror y el error.
Los pobres monitos trepas son los encargados de servir y
preparar la gran fiesta del gran mono. Acuden por imperativo legal a los actos de
adoración y de oración, si fuera necesario. A inclinar su cuerpo en señal de
sumisión, a clavar las rodillas en el mármol de Carrara que ha despilfarrado el
gran mono. A oler su trasero y tragarse sus excrementos a cambio de escalar a
una ramita más alta. Y de esa manera, podrán pagar las letras del todoterreno
recién comprado, o la hipoteca de la casa, o las clases de piano para el niño,
o los fines de semana esquiando en la nieve.
Los monitos trepas solo deben asentir, en todo, al líder.
De lo contrario perderán la zanahoria que les ha puesto delante de sus narices
y de paso también perderán el coco. Poquito a poquito, Despacito… como entona
la canción de Luis Fonsi. Hasta quedarse
sin criterio y pensamiento propio. Llegados a este nivel de sumisión, son totalmente
irresponsables, es decir, incapaces de responder por nada. Simplemente se
limitan a imitar al gran mono y ser monitos, que para eso les pagan. Son unos
mandados, unos pagados. Eso sí, casi a la altura del gran mono. Tal vez, un día
consiga el monito trepa ascender al
puesto del líder trepa.
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