martes, 9 de agosto de 2016

“Me aburro”…


            “Me aburro…”
¿Cuántas veces se ha oído esta afirmación, y se sigue escuchando hoy día, por parte de los niños? Padres y adultos casi han tirado la toalla intentando buscar algo que entretenga a los niños. La creatividad de mamás y papás está creciendo al mismo ritmo que la pasividad de sus hijos.
            En muchos hogares se han acumulado un montón de juguetes, algunos sin usar una sola vez. Ahí están aparcados en sus estanterías hasta que les llegue el día de ser tirados a la basura o, en el mejor de los casos, depositados en algún contenedor solidario. Los juegos electrónicos, móviles, consolas wii, etc., acaparan la atención de niñas y niños que fijan su atención a la pantalla que les aísla de las personas que les rodean.
         Se puede optar por consentir esta realidad o mantener la amenaza permanente de escuchar la terrible afirmación: “me aburro”. (Significado aproximado de “me aburro”: Lo que estoy haciendo ahora no me gusta. Tú me tienes que proporcionar algo mucho más interesante, siéntete culpable de no acertar con mis caprichos, porque yo soy tu emperador y tú mi esclavo.)


            La infancia actual desconoce el juego del “churro va”. Juego que consiste en colocarse, a modo de tren, la cabeza de uno entre las nalgas del compañero anterior, para aguantar el peso del equipo contrario que va a saltar a caballito sobre él. Los juegos de lascanicas, el escondite, la rayuela, polis y cacos, las cuatro esquinas, el aro o los zancos, entre otros muchísimos más. Juegos de antaño, cuando se carecían de recursos económicos pero su falta se sustituía por la propia creatividad innata de los niños. Y no quiero decir que los niños y niñas tengan que jugar únicamente  a estos juegos para poder divertirse.
           

            Muchas veces los adultos caemos en la tentación de buscar soluciones y respuestas a problemas que aún no se han planteado los niños. ¿No sería mejor dejar que ellos mismos, si se aburren, busquen la mejor manera de divertirse? Sin aportarles ningún tipo de recurso material. Ellos mismos, con  su inteligencia, sus sentimientos, su cuerpo son capaces de imaginar ámbitos y situaciones, lo suficientemente atractivas para que se les olvide recurrir a la exigencia dependiente que conlleva la frase: “me aburrro”.


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