Estamos creando una sociedad de
emperadores. Desde antes del nacimiento, el enfoque y sentido de las
actuaciones paternas se orienta a la complacencia del nuevo ser que va a venir
a este mundo. Se deben crear las mejores condiciones de habitabilidad, el
cuarto del bebé, la cuna, el carrito, el baño, la ropa del primer año, los
juguetes, etc. De transporte, hay que cambiar el utilitario por un monovolumen
espacioso, en el que quepa la sillita, y los complementos para el pequeño. Si
es posible cambiar de piso con una habitación exclusiva. Hay que garantizar la
guardería, la plaza en un centro escolar de infantil. Asegurar que va a estar
atendido por una canguro mientras los padres van a trabajar. Cerciorarse de que
los gastos intrafamiliares no se van a distorsionar tanto como para tener que
renunciar a las vacaciones veraniegas, el viaje del año, o ir demasiados
ajustados para hacer frente al préstamo hipotecario. Hay que estar seguros, muy
seguros de la decisión que se va a tomar: la crianza de un emperador/a. Aquí no
hay diferencia de género.
Los maestros deben andar con
cuidado. No se deben pasar ni un pelo con el niño. ¡Ojo a los métodos de
corrección de conductas inadecuadas! Los padres les pueden montar un pollo de
aquí te espero. No se te ocurra llamar la atención a nadie en un servicio de
transporte público por alguna acción incivilizada. La libertad personal ampara
casi todo. La libertad de expresión, también está garantizada. Aunque sea para
excrementar sobre tus muertos. Y, como en este ejemplo, se podrían analizar
miles de otros similares.
La estirpe del emperador es muy
especial. Se caracteriza porque no tiene ningún deber y dispone de todos los
derechos, conocidos o no. Teniendo en cuenta que se conceptúa como deber la obligación moral de una
persona hacia otra y como derecho
la exigencia de lo que se considera éticamente correcto, establecido o no
legislativamente. El origen nobiliario del emperador se ha instalado en la
concepción básica de nuestra sociedad. Per se, toda persona nace, crece se
multiplica y muere con el apellido de emperador. Es decir, su vida se va a
desarrollar plenamente solo si puede ejercer todos los derechos sin límite
alguno. Recordemos, un emperador solo tiene derechos. Los deberes los tienen
los demás hacia el emperador.
Hoy sólo se habla de derechos. Derecho a la libertad, a una
vivienda, al trabajo, a decidir, el derecho de la mujer, de los niños, de los
mayores. Derechos, derechos y derechos. Incontables e innumerables derechos. La
palabra derecho se antepone a casi todo y se subraya con énfasis en cualquier ámbito
de la sociedad. Sin entrar en la legitimidad a defender los derechos humanos
que tantas veces se conculcan, se ha olvidado hablar de los deberes.
Hoy no se habla de deberes. Suena un poco a carca y facha.
El deber de respetar, el deber de ser responsable, el deber de obedecer a los
padres, el deber de cumplir con la obligación, el deber de colaborar con la
ciudadanía, el deber de estudiar y/o trabajar, el deber de… Los deberes se han
reducido a identificarlos con la actividad que realizan los estudiantes en
cuanto terminan sus horas lectivas. Los deberes no se exigen, se justifican
perdiéndolos en el cajón del olvido.
Aquella frase típica que expresa la idea de que cada derecho está asociado a un
deber, ha pasado a mejor vida. Derecho a la educación se supone que está unido
al deber de estudiar. El derecho a la sanidad está unido al deber de cuidar de
la salud personal. El derecho a no ser agredido por los demás con el deber de
respetar a todas las personas. En estos tres ejemplos, la primera parte de
las frases –hablan de derechos- son escuchados con atención, mientras que
la segunda parte de las frases –hablan de deberes- suenan como un ruido de
fondo. En resumen, se defiende el derecho y se olvida el deber. Se ha conseguido
anestesiar “los deberes” en esta sociedad y cuando contemplamos las
consecuencias, nos echamos las manos a la cabeza.
Se
nos ha olvidado que se está alimentando permanentemente al monstruo emperador.
Una persona omnipotente, sin deberes para con los demás, dotada del máximo
poder, egoísta e individualista. No puede haber más de un emperador. Por tanto
el resto del mundo son sirvientes, súbditos, vulgares recursos cosificados al
servicio del gran emperador. Y cuando no se puede ejercer en toda su amplitud y
en todos los ámbitos la función de emperador, pues cada emperadorcillo la
ejerce con quien puede y con la mayor tiranía posible. Es decir, el abuso
desmesurado del poder, el dominio sobre otras personas y la carencia de deberes
está conformando una sociedad a la que se le llena la boca con la defensa de
los derechos, pero que alimenta sin límites todo lo contrario.