Normalmente se olvidan aquellas cosas que son desagradables. Es una manera de proteger el espíritu de los malos momentos. Sin embargo recordamos los acontecimientos que nos proporcionaron buenos e intensos eventos de felicidad. Incluso la memoria hace un ejercicio de adaptar los hechos pasados a la conveniencia de las exigencias del presente. Son muchos los indicadores que iluminan con nitidez la bondad de las intenciones personales que están cargadas de verdad: la alegría, la celebración, la compañía, la amistad, el encuentro, la comunicación… Casi tantos como aquellos indicadores que expresan la malintencionalidad de las acciones: la tristeza, el individualismo, la rivalidad, la lucha, la venganza, la soledad…
Hay personas que utilizan estratégicamente el olvido como
herramienta para conseguir sus objetivos. Recurren al olvido de los favores que
antaño le hicieron sus congéneres. Al olvido de los medios que utilizaron de
los demás. Al olvido del trabajo que han realizado otras personas que le
sirvieron para llegar a sus fines. Al olvido del apoyo que recibieron cuando se
encontraron solos y necesitaban la compañía gratuita. Se apoyan en el olvido
que les proporciona no tener ningún miramiento hacia los demás y de esa manera
sólo se reconocen a sí mismos como centro del universo. Sin darse cuenta van
creyéndose, poco a poco, que son dioses porque ven a personas a su alrededor
que les adoran e invocan su poder. Hacen en el mundo una raya con tiza
separando a los buenos y a los malos. Los buenos son los servidores del señor y
los malos quienes difieren de sus intenciones. A los buenos se les premia con
migajas y una zanahoria. A los malos se les castiga con mano dura y con la gran
arma condenatoria: el olvido.
El olvido de los valores es difuso, no así el olvido de
cobrar una nómina. El olvido de la injusticia ajena me permite disfrutar
sentado en el sofá de la comodidad. No puedo recordar constantemente aquello
que me produce heridas y me duele. El olvido de la dignidad es la cárcel de los
cobardes y el arma de los dioses
opresores. Cada cual sabe a quién adorar y qué es lo que merece la pena para
caminar con la cabeza levantada y el corazón abierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión me interesa mucho.