Si el hecho de comer con
otras personas resulta tan importante para la salud y el bienestar, no digamos
nada de los efectos beneficiosos de comer en familia. Sentarse alrededor de una
mesa y crear el momento para hablar de las pequeñas y grandes cosas que han
sucedido a lo largo de la jornada tiene un impresionante poder de vinculación entre
los miembros de la familia. Es una pena observar en los hogares que en el
momento de la comida o la cena, en vez de realizar juntos los preparativos para
estar juntos mientras se come, cada miembro se preocupa exclusivamente de
seleccionar el alimento que va a ingerir y se lo come en solitario frente al
televisor. Casi siempre existe la excusa perfecta de la falta de tiempo y la
dificultad para establecer un horario común para toda la familia, pero las
conductas concretas de nuestras actuaciones siempre responden a los principios
personales. En este caso, comer juntos, no se considera uno de los mejores
planes de convivencia y comunicación que se consiguen dentro de la familia. La
premura del tiempo hace que se prepare la comida a base de platos semipreparados,
listos para calentar y comer. Atrás quedó esa comida muy elaborada, casera y
por supuesto deliciosa que preparaba la madre con todo el cariño del mundo. La
tendencia a la incorporación al mundo laboral de los dos miembros de la pareja,
es un obstáculo para coincidir con los horarios escolares de los hijos. Se
observa una gran dificultad para compartir momentos comunes en la familia.
Desde luego no se puede negar que esta es una realidad costosa de superar,
cierto. Pero también es importante reconocer que la ocasión de compartir una
mesa conlleva muchas ventajas y posibilidades educativas para los hijos. El
conocimiento de la situación anímica de cada miembro de la familia, es un
momento de diálogo en el que se puede expresar los sentimientos y las preocupaciones
de cada uno, también es un espacio para aprender a comer de manera saludable,
una oportunidad para enseñar la ayuda entre todos y la disposición a estar
pendientes de cada uno.
Los valores
elementales se transmiten en la familia
y momentos como el de las comidas son ideales para transmitir lo que se piensa
y se siente de forma natural. Se aprende a hablar y a escuchar. Yo le
calificaría como el aula magna de la vida. La felicidad se busca, de alguna
manera, en las pequeñas cosas de cada día y la comida en compañía es una
ocasión demasiado frecuente como para no aprovechar la fuente de satisfacción y
placer que se consigue. Es obvio que el acto de comer, además de su función
alimenticia, produce placer. El hecho es innegable y por tanto nos hace
sentirnos un poco más felices.
De "Caminar a tientas"
Rafael Roldán
De "Caminar a tientas"
Rafael Roldán
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