El silencio es el
medio en el que se genera la creatividad y el amor a la sabiduría. ¿Por qué no
me he dado cuenta antes?, se preguntaba. Han pasado demasiados años para
comprender que no se puede vivir sin reflexionar en profundidad. La usurpación
permanente de la actividad, ahoga los espacios para que la mente y el corazón
se pongan de acuerdo en la búsqueda de nuevas visiones sobre nosotros mismos y
la naturaleza del mundo que nos acoge.
Ahora me pregunto: ¿Por qué no he dedicado horas a
la creación de nuevas ideas que dieran soluciones nuevas a los problemas que he
ido arrastrando durante toda mi vida? En su lugar, he perdido un tiempo
maravilloso en quejarme. En ilustrar mi desgraciado destino sin caer en la
ocurrencia de que yo podía tener la clave de la solución. Tal vez hubiera descubierto caminos o
aportaciones complementarias, si todos mis sentidos los hubiese focalizado a
discernir lo importante. Pero caí en el error de subestimar mis capacidades y
pensar que el tiempo tiene la solución para todos los problemas.
¿Por qué he empleado tantos recursos a los
recuerdos y no los he dedicado a generar elementos positivos para el
futuro? Ahora me doy cuenta de que no se
puede avanzar dando trompicones, mirando exclusivamente al pasado. Si todos
hiciéramos eso quién iba a dedicar sus talentos a mejorar esta humanidad. Yo
formo parte de este planeta llamado Tierra y puedo hacer algo, aunque sea muy
poquito, para que brille mejor en medio del Universo.
Acepto mis carencias creadoras hasta
este momento pero me resisto a consolidar mis imperfecciones pasadas. Si
respondo a la primera pregunta del Mago, “¿Quieres?”, mi respuesta es
afirmativa. Si me creo a pies juntillas “Tú puedes”, no voy a reparar en mis
defectos, serían demasiados obstáculos a superar. Necesito fundamentar las
fuerzas en mis cualidades. Si pongo la confianza en “Tú vales”, seguro que
obtendré buenos resultados.
De “El mago Mangarín”
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