-¿Me acompañas, Alex?
-¿A dónde vas?
-Voy a la administración de lotería
a sacar el número que compro semanalmente. Esta semana verás, me va a tocar un buen
pellizco.
-Pero, ¿qué dices, abuelo? Si nunca
te toca absolutamente nada.
-Hombre, hay muchos días que cobro
el reintegro y no pierdo nada.
-Pero la mayoría de los días te
gastas el dinero sin sentido.
-Y si un día tengo la suerte de
acertar con el premio gordo, ¿qué?
-Llevas más de treinta años
probando suerte. Aún a día de hoy, todavía la estás esperando. Y si te tocara,
¿qué ibas a hacer con tanto dinero?
-Pues muchas cosas.
-Por ejemplo.
-No sé.., ayudar a tus padres en
los gastos importantes que tengan, compraría un buen coche, nos daríamos tú y
yo algún capricho que otro… Viviría con más comodidades.
-¿Es que ahora estas descontento
con la forma de vivir y crees que te falta todo lo que dices para ser feliz?
-Tampoco es eso, Alex. El dinero no
hace la felicidad pero ayuda a conseguirla, es un dicho popular.
-¿Cómo ayuda a conseguir la
felicidad? Porque si para conseguir la felicidad, por ejemplo, una persona que
va al lugar de trabajo en autobús cuyo recorrido tarda en hacerlo treinta
minutos, tiene que comprarse un coche para hacer el mismo recorrido en veinte
minutos. Pero para conseguirlo necesita un préstamo del banco que le va a
cobrar durante cinco años una cuota muy superior al importe del autobús. Para
pagar al banco es imprescindible hacer todos los días un par de horas
extraordinarias, al menos durante unos años. Ese tiempo que está en el trabajo
no puede atender a sus hijos, jugar con ellos, ayudarles en los deberes,
disfrutar de la familia. Después se queja de cansancio, está de mal humor,
empeora las relaciones con los más cercanos, no tiene tiempo para emplearlo en
lo que más feliz le hace, jugar con su hijo pequeño, porque cuando llega a casa
ya está en la cama. Eso sí, va en coche a todas las partes, con el ceño
fruncido, pero en coche. ¿No te parece estúpido, abuelo?
-Hombre, visto desde esa
perspectiva, sí claro. Pero, por ejemplo, los fines de semana puede llevarse a
su familia a visitar otras ciudades con el coche. Si no tuviera auto los viajes no los podría hacer
con tanta facilidad.
-Sí, pero lo que realmente le hace
feliz es jugar con su hijo pequeño cada día. Y durante toda la semana no puede
hacerlo. Sigo sin comprender las razones que justifican al dinero como la
panacea de la felicidad. Quizás haya otras explicaciones que desconozco.
-No sabría qué decirte, Alex.
-Lo mismo pienso de ti. ¿Para qué
quieres otro coche? Ya tienes uno que funciona y apenas utilizas. Lo sueles
utilizar en ocasiones esporádicas. Casi siempre vas en el de mis padres. Dices que ir solo por ahí no te gusta,
yo creo también que te sientes algo inseguro por si te pasa algo, ya sabes que
la vista no te acompaña. Aunque tuvieras de golpe mucho más dinero, ¿merecería
la pena gastarlo en un coche más lujoso? También me parece estúpido. Echemos un
cálculo. Te gastas unos veinte euros a la semana en loterías, al año supone
alrededor de mil euros que si lo multiplicas por treinta años de juego resulta
un total de unos treinta mil euros. Suficiente para comprar un buen coche. Hoy
cuentas con una corazonada de que te va a tocar, es decir nada. ¿Cierto?
-Ya, pero no sé si me entiendes.
-Puedo entender que basas tu
felicidad cada semana en tener una ilusión de que supersticiosamente te toque
el premio, a sabiendas de la imposibilidad de conseguirlo. Todas las semanas
supongo que sentirás una frustración al ver el resultado.
David
no supo que contestar. Enseguida le vino a la cabeza la ayuda que habría
recibido su nieto del Mago Mangarín. Aquel razonamiento tan consistente no era
normal en una adolescente. Su amor propio había sido tocado otra vez de una
forma incontestable. Recogió el mensaje en el fondo de su corazón y dejó que su
contenido horadara el sentido de su vida.
De “El mago
Mangarín”
Muy bueno Rafa. Me encanto como lo cuentas. Creo que es un gran reflejo de la realidad y lo digo por experiencia.
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