viernes, 29 de agosto de 2014

Yo mismo

En la casa reina el silencio. La familia se ha marchado y él queda enrocado en su soledad. Desde que murió su esposa la sensación ha ido acrecentándose día a día. Cada día se enfrenta al reto de mirarse a sí mismo y descubre cómo le cuesta cada vez más reconocer que no es el mismo, aunque sabe que lo es. Una pregunta repetida le viene a su  mente una y otra vez.
-¿Quién soy yo?
-David, claro. ¿Quién es este David?
Toda su vida pasa por el diafragma de su cámara vital y atisba un silencio con el que no quiere enfrentarse otra vez.
Conecta la radio para escuchar las noticias y su cabeza se distrae en el torbellino de la propaganda.
No obstante su pensamiento no le deja en paz. El recuerdo de su niñez, de su juventud, de su vida adulta viene y va con un movimiento pendular.
-Ya sé que no puedo ser otra vez joven, pero seguro que puedo seguir evolucionando, cambiando mi vida. No puedo encerrarme en lo que hago siempre. Necesito descubrir nuevos retos que me impulsen a encontrar la felicidad que siempre estoy buscando. Mi mente no se puede anquilosar en la rutina diaria a la que me veo obligado a realizar por mis propias limitaciones de la edad. Aunque también creo que yo mismo me pongo barreras en el camino que quiero recorrer. Mis huesos están entumecidos por la poca movilidad que voy teniendo poco a poco. Quizás necesitaría moverme más. Pero por otro lado compruebo que, en cuanto me paso con un poco de ejercicio, aparecen los dichosos dolores que me tienen harto.
La verdad es que mi vida se ha centrado en muy pocas cosas. He vivido encerrado en mí mismo demasiado tiempo creyendo que lo que pensaba, hacía y soñaba era lo mejor. Ahora estoy descubriendo que la vida es poliédrica. El mundo que me he hecho para mí ha impedido que camine hacia la belleza de lo desconocido, a la inseguridad que proporciona la libertad, al espacio galáctico que abre los horizontes de par en par. Quizás ya sea demasiado tarde, quizás todavía tenga tiempo suficiente para lograr lo que jamás pensé que necesitaría con tanto entusiasmo.

El brillo de sus ojos iluminó la mañana de color. Sintió en su piel un escalofrío como hacía mucho no había sentido y se dirigió al baño para acicalarse y ponerse de lo más elegante. Hoy tenía que ser un día diferente a todos los demás. Estaba convencido de su fortaleza y se disponía a poner en práctica los sentimientos positivos que le habían abordado en esta mañana. La vitalidad entró en sus entrañas y se sentía con todas las fuerzas del mundo para tirar hacia adelante.

De "El mago Mangarín"
Rafael Roldán

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