Un velo de sueños se
desvaneció.
La mirada despertó
tranquila al alba,
esa mañana clara,
donde el sol sintió
la madrugada.
Bellos, sus ojos
verdes robados,
a un felino salvaje
el primer día que vio
la luz
fuera del vientre de
su madre.
Oro, su ilusión
bendita de amores.
Larga melena,
catarata blanca
y caricia de
recuerdos,
espuma efímera de
sinsabores.
La calesa del tiempo
se acerca al destino
con egregia sabiduría
y paz.
Le espera la temida
en la puerta del edén,
palacio desconocido.
La sonrisa dibuja un
rostro feliz.
Sus arrugas, colmenas
de un panal,
labores de obrera
incansable,
cargadas de cariño y
miel.
Ya tiene ganas de
abrazar
el cielo azul, la
blanca luz.
Mirar de nuevo los
ojos negros,
del hombre que engrandeció
su amor.
Rafa
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