Se acercan días entrañables para la familia. Momentos de recuerdos, de vivencias difícilmente olvidables. Entramos en el mes de diciembre y con este mes invernal llega la celebración de la Navidad.
Vivir y sentir
Etiquetas
miércoles, 2 de diciembre de 2020
Que hoy seas feliz
jueves, 19 de noviembre de 2020
¿LIBERTAD?
No sé si seré
el único rarito de este país, España, que en esta época de pandemia ha visto y
comprobado una amenaza real a la pérdida
de libertad personal y ciudadana. En aras de vencer a la curva de contagios
y muertos, como si tuviéramos una lucha con las representaciones gráficas de
cualquier tipo, se justifican una serie de medidas, cuando menos dudosas y
cuestionables, para prohibir y castigar.
Los famosos
expertos anónimos, desconocidos e inexistentes, encabezados por el famosillo de
la tele doctor Fernando Simón, que luego no es tal doctor, al comienzo de dar a
conocer a la ciudadanía el problema que se nos venía encima con el coronavirus
y para dejarnos tranquilos nos cuentan la gran mentira. Uno o dos casos, que de
producirse se podrían controlar sin mayor problema. Han pasado nueve meses y
vamos por unas 70.000 personas muertas. Aunque la mentira oficial sea de
40.000. El “doctor” sigue en su puesto, el ministro también. Nadie ha dimitido
ni se siente responsable absolutamente de nada. Es más, argumentan que si no
hubieran estado ellos, se hubieran producido siete veces más de muertos.
La libertad va
íntimamente unida a la responsabilidad. Y si los responsables no la ejercen la
tiranía de sus decisiones son una evidencia. En este caso se ha mentido
descaradamente al pueblo. Es decir, se le ha privado de su libertad. Se nos ha
manipulado en beneficio de no sé sabe bien qué. O quizás se conoce demasiado
bien.
Nos intentaron
convencer de que las mascarillas no eran necesarias. Las gotas del bicho eran
muy pesadas y caían al suelo inmediatamente. Mientras, la ciudadanía comprobaba
que en otros países se habían preocupado de dotarse de ingentes cantidades.
Supongo que sería por interés coleccionista. A todo el mundo le entró el deseo
de poseer una mascarilla en su poder. Total para qué. Los test PCR no merecían
la pena, eran muy difíciles de interpretar y no servían. Te hacías un test pero
al minuto siguiente podías estar contagiado. La solución, encerrados en casita.
En la actualidad las mascarillas son obligatorias, cuanto más caras sean más
recauda el gobierno y para colmo las que recomienda como más efectivas, a esas
no les reduce el IVA. Los tests cuantos
más mejor, de todos los colores y tamaños. Especialmente si eres futbolista de
élite, político con gorrilla o famosete en los medios de comunicación.
La solución
siempre pasa por la privación de libertad.
Prohibición de acceder a la información veraz. Incapacidad para elegir la mejor
decisión, puesto que no se proporcionan elementos objetivos en los que
fundamentar la responsabilidad personal y colectiva.
Hoy más que en
ningún periodo de la democracia española se está produciendo un recorte de las libertades en aras de
paliar una pandemia mortal. La privación de libertad se ejerce untando a los
medios de comunicación con dinero público y legislando a través de un
ministerio de la verdad, su verdad. Tapando la boca de los jueces con mascarillas
de acero controlando el poder judicial, apropiándose el gobierno la fiscalía
general del estado para retrasar, paralizar o acelerar las causas que convengan
al poder ejecutivo y a sus intereses partidistas. Gobernando a golpe dedecreto, sin control parlamentario y un sinfín de tropelías propias de
dictaduras.
Hay dinero
para todo. Pero no se pude dotar a la sanidad de los recursos que necesita,
personal, UVIs, equipos de protección, rastreadores, etc. No se pueden
facilitar mascarillas, ni tests a toda la población para prevenir y afrontar la
pandemia. No se informa con veracidad del estado real de la situación por las
posibles pérdidas de votos en las siguientes elecciones, es decir, para no
perder el poder.
Ahora ya se ha conseguido echar la culpa de todo a
la irresponsabilidad del ciudadano. Por tanto hay que privarlo todavía más
de libertad y en caso de incumplimiento, castigarlo, multarlo. Cerrar su
negocio porque es propenso a delinquir. Conseguir que dependa todo del papá
estado que es quien sabe lo que te conviene. No tienes que pensar, no tienes
que decidir, simplemente debes obedecer. Si no lo haces se te tipifica como un
desgraciado que debes ser apartado del rebaño.
¿Libertad?
jueves, 12 de noviembre de 2020
Ley de Pareto y coronavirus
La ley de Pareto o la regla del
80/20, propone que el 80 % de las consecuencias proviene del 20 % de las
causas. Me atrevo a opinar y aplicar esta regla a las soluciones sobre el
coronavirus.
Parece que hay un cierto consenso en que las soluciones para
evitar la transmisión del virus pasan por la distancia social, lavado de manos
y mascarilla. Ahora parece ser que también es importante los frecuentar los espacios
abiertos y la ventilación porque el virus se transmite por aerosoles.
Soluciones
actuales: Multa si no se respeta la distancia social. Cierre hostelería,
aforos, etc. En unos casos sí en otros no. Compruébese autobuses, tranvía,
metro, en horas punta. Ahí no se transmite por lo visto. Multa por
desplazamientos, a unos sí a otros no. Confinamiento perimetral y perifrástico.
Multa si no llevas la mascarilla. Multa si te reúnes más de x número de
personas y no estás en la élite política, periodística o económica.
Razones que
justifican la mayoría de estas actuaciones: Hay que conciliar la salud y la
economía. 50% la salud y 50% la
economía. De acuerdo. Me apunto a esta afirmación.
Volvamos a la
ley de Pareto. Si el 80 % de las consecuencias, es decir número de infectados y
muertos se debe al 20% de las causas, ¿por qué no dedicamos el 20% de los recursos económicos a la detección,
aislamiento y curación del virus? Tests masivos, rastreadores, personal
sanitario y hospitales.
Ya sé que
muchos me dirán: “Eso es imposible”. Para ello se tendrían que poner de acuerdo
los partidos y los políticos. Pero como tenemos una clase política que solo se
representa a sí misma y se preocupa de ella misma, ¡pues claro que es
imposible! ¡Así nos va!
viernes, 30 de octubre de 2020
No apto para personas débiles
Si estás pensando que eres una persona débil, vulnerable y con muy pocas fuerzas no sigas leyendo. ¿Total para qué? Ya has tomado la decisión de abandonarte al destino como una hoja de árbol que se la lleva el viento donde le place. Si te has creído que no sirves para nada y que eres muy poca cosa. Si sospechas que la mayoría de las personas son mucho mejores que tú. Si continuamente te estás comparando con otros y la mala suerte se ha cebado contigo, te repito: No sigas leyendo, ¡por favor!
¿Todavía estás ahí? Pues es señal de que no eres tan frágil. Al menos consideras que tienes una fuerza interior que desconocen los demás y, posiblemente hasta tú mismo. Seguramente te has planteado muchas veces qué haces en este universo, en esta tierra, en este país, en esta ciudad o en este pueblo. Como yo, supongo que como todo el mundo. ¿Has llegado a alguna conclusión que te satisface? Pues ¡enhorabuena! ¿No has llegado a tener nada absolutamente claro? ¡Pues bienvenido al club de los dubitativos!
Porque, ¿no estarás esperando a que alguien te dé la solución a estos interrogantes vitales? Y si alguien lo ha hecho y te lo has creído a pies juntillas, piénsalo en profundidad. ¡Por si acaso!
Tal vez hayas tomado la decisión de no darle vueltas a estas cosas. Eres libre. Si eres consciente de quién eres, de verdad, ¿qué más quieres ? Piensa en ti. Sin más. Abandona el sentimiento de egoísmo que te reprime asir lo mejor que llevas dentro. Ahí estás, con toda la fuerza del mundo. Deséate lo mejor. Descubre tu propia energía personal. Vive con sentido y no podrás retener en tu interior tanta riqueza. La fortuna o la suerte se derrama de forma gratuita como el agua del río. Y a ese cauce se acercan las personas que te quieren, aunque no lo sepas.
lunes, 5 de octubre de 2020
Queridos televidentes
Queridos
televidentes y televidentas dejad siempre la tele encendida. Dejad que los
anuncios de todas las marcas entren en vuestras casas. Marcas de coches que te
suben al cielo y no te enteras por el gustirrinín de conducir. De colonias o
aguas que huelen. Esas que se rocían los guaperas que se van al desierto a
tirar una palada de arena hacia el viento y yo nunca he entendido para qué. De papel higiénico bañado en oro que acaricia
el canalillo a su paso dejando una fragancia inusitada y perfecta. De compresas
o tampones que evitan situaciones de mal gusto y son divinas de la muerte. Pañales
absorbentes de litros y litros de orines infantiles que se convierten en gel
desechable. De melones, no de gente cabezuda, sino de esa fruta que, en el
mejor de los casos, es dulce, refrescante y muy agradable. De móviles 8000 G, con
pantalla de quinta dimensión, sumergibles en litronas y chocolate, capaces de
resolver inextricables problemas que nadie se plantea.
No apaguéis
esa pantalla maravillosa que domina los cuartos de estar de la mayoría de las
casas. Disfrutar con los concursos de las ruletas de la fortuna y comprobar a
los genios que se lo saben todo. Sorprendeos con los secretos de los famosillos
que han salido en las teles porque han engañado a sus parejas y han fingido
como que eran unos desgraciados/as. Envidiar a los concursantes de gran
hermano, de cocinillas prematuros o de voces privilegiadas que van a ser
famosos y ganar una pasta en cuatro días. Elaborar concienzudamente vuestros
criterios de opinión ante las argumentaciones que se ofrecen en las tertulias
políticas y de actualidad. Observad a los insignes periodistas que cobran del
partido al que defienden, cómo echan la porquería a su colega adversario. Centraos
especialmente en las noticias de cualquier cadena. Allí recibiréis la
información que le conviene al gobierno de turno. Constatar el martilleo de eslóganes,
más o menos filosóficos, que pretenden uniformar a la población con un
determinado pensamiento.
Si apagáis la
televisión podéis tener la desgracia de saliros del guion mediático y eso puede
suponer un grave riesgo. ¿Mira que si os da por leer algún libro y vuestro
conocimiento se abre a nuevas posibilidades? ¡Ojo que puede ser muy peligroso!
¡Ni se os ocurra! ¡Por favor!
viernes, 2 de octubre de 2020
MEMORIA
“Los profesores dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a repetir
datos, informaciones, conocimientos que anteriormente han sido descubiertos por
otras personas. Repasamos la historia que nos han transmitido, realizamos
ejercicios de matemáticas, listamos los afluentes de los ríos o hacemos que
conjuguen los verbos, una y otra vez, hasta que se los sepan de memoria. Es
bueno y lo veo necesario. Pero si lo único que hacemos es esa tarea, tal vez
estemos reduciendo la educación a conseguir personas con una imprescindible y
buena memoria. Observa el contenido de los exámenes. Todos los examinandos
dedican más del noventa por ciento de sus tiempo en memorizar los contenidos
sobre los que se van a examinar. Luego, ¿qué estamos potenciando?: La memoria.
Yo mismo he comprobado que, cuando estoy explicando mis asignaturas y
quiero demostrar la falta de atención de mis alumnos, les pregunto con esta o
parecidas frases: “¿Puedes repetir lo que he dicho?” Memoria. Pienso en las
notas que reciben y al final concluyo que la ponderación más alta de la
valoración es su capacidad de recordar conocimientos. Memoria. Estamos
convirtiendo a nuestros alumnos en unos magníficos magnetófonos. Primero se les
obliga a pulsar el botón de grabación y posteriormente se les exige pulsar el
botón de reproducción. Memoria.
A los chavales que no estudian, los adultos les tildamos de
irresponsables con la argumentación simple: “Estás en edad de estudiar, esa es
tu responsabilidad, y si lo único que tienes que hacer es estudiar y no lo haces,
eres un irresponsable”. Más o menos es como si a nosotros nos dijeran: “estás
en edad de trabajar, esa es tu responsabilidad, y si lo único que tienes que
hacer es trabajar y no lo haces, eres un irresponsable”. Escuchar esta
afirmación desentona en nuestros oídos y sin embargo no pensamos que la
afirmación anterior también chirríe en los oídos de nuestros alumnos. Y nos quedamos
tan tranquilos diciendo: “eso es diferente”.
Pues no, yo creo que es igual.
Los jóvenes
necesitan disponer de ámbitos en los que puedan desarrollar sus iniciativas.
Están en una edad propicia para experimentar, ensayar, probar con nuevas cosas.
La escuela es un espacio ideal para ello. Sin embargo, ¿a qué nos dedicamos los
profesores? A obligarles a repetir, a memorizar. Si alguien se sale del
canasto, enseguida le presionamos para reorientar su actitud. Volver al carril.
Seguramente la culpa no la tenemos nosotros. También nos hemos educado en el
mismo sistema y nos parece normal comportarnos de esta manera. Pero yo no lo tengo
tan claro. Que quieres que te diga…”
jueves, 24 de septiembre de 2020
NORMALIDAD
Normalidad viene de norma. Una cosa intermedia entre lo más y lo menos. Sin excederse pero tampoco quedarse corto. Se diría en términos coloquiales lo normal. La normalidad es la cualidad que se atiene a la norma, a lo establecido, a lo consensuado en la costumbre o estilo de vida de una población. Por ejemplo, está concebido tácitamente que al inicio del encuentro entre dos personas se utiliza el saludo y al finalizar ese encuentro existe una despedida. Puede escenificarse con unas palabras como: ¡hola!, ¿qué tal?, ¡adiós!, ¡chao!, ¡hasta pronto!, etc… En nuestra cultura se da un apretón de manos o unos besos en las mejillas. Si existiera una relación de mucha confianza lo normal sería un fuerte abrazo.
La normalidad
suele estar muy ligada a lo que denominamos sentido común. A veces se
comenta que el sentido común es el menos común de los sentidos. El sentido
común parece que predomina su concepción como la manera sensata de actuar y
relacionarse con los demás. Dejémoslo ahí.
Con la
irrupción de la pandemia del coronavirus, las autoridades gubernativas han
intentado convencer a la ciudadanía de que entraríamos en una nueva
normalidad. No se sabe muy bien que intencionalidad hay detrás del
significado de esas palabras. Entre ellas, destaco la importancia de no tocarse
entre personas, para evitar el contagio, ¡claro! Nada de apretones de manos,
besos o abrazos. Todos los saludos, al menos, con un metro y medio de distancia
de separación. Añadamos a todo esto la no conveniencia de aglomeración de
personas.
Es decir,
mascarilla y boca tapada. Alejamiento personal y evitar el saludo. Y, por
supuesto, nada de reuniones o encuentros y, menos aún, si son de mucha gente.
Nos encontramos ante la nueva normalidad. Esta situación, además
de favorecer la no propagación del virus, reúne todos los ingredientes para
facilitar a los gobernantes la división entre la población. El aislamiento y la
obsesiva preocupación por uno mismo, son el caldo de cultivo perfecto para que
la sociedad permanezca dividida. Sólo falta el ingrediente simbólico de la
mascarilla como bozal. La boca y la nariz tapadas. Predominio absoluto de las teles.
Tele-trabajo, tele-asistencia, tele-formación, tele-consulta, video-llamada. A
distancia, telemáticamente. Lejos, cuanto más lejos mejor. ¿Y a esto le llaman
la nueva
normalidad?
Sin dejar de
aplicar las recomendaciones sanitarias de manera provisional para la no
expansión del virus, me niego a instalarme en la nueva normalidad. El saludo
cordial, cercano. Los besos y abrazos. Las reuniones familiares y con los
amigos. El sentimiento de pertenencia a una sociedad común, interdependiente,
democrática, libre, unida y con tendencia a la universalización de las
relaciones. Acortar distancias entre los seres humanos, compartir experiencias,
buscar juntos el bien común de esta humanidad, en los tiempos que nos tocan
vivir y con los obstáculos que aparecen en el camino, me parece lo normal
y de sentido
común.
viernes, 4 de septiembre de 2020
Aulas con corazón
Demasiadas
veces se atienden a los alumnos como si fueran ovejas. Todos tienen que pasar
por el mismo carril. Decimos que realizamos una atención personalizada, cuando
en la práctica se convierte en dar cuatro toques para que se ajuste el alumno
al ritmo de la clase. Me ha sucedido, en bastantes ocasiones, que un alumno se
acerca a mi mesa interrumpiendo la conversación que mantengo con otro de sus
compañeros de clase. La urgencia de su interés personal le impulsa a ello. En estos casos
siempre procuro decirle al que ha interrumpido, con toda la paz del mundo: ¿Puedes
esperar un momento? Estoy atendiendo a tu compañero y quiero hacerlo con especial
dedicación. Después lo haré contigo de la misma manera. –La respuesta suele ser
de comprensión por parte del alumno que interrumpe y espera tranquilamente a
que le toque su turno. Cuando ha llegado el momento de atenderle, lo hago con
el mimo necesario y la diligencia oportuna. Pero el acto educativo, creo que no termina ahí. Después de haberle atendido de
manera personalizada, le comento, con delicadeza, por lo menos lo siguiente: “Menganito,
¿has observado? Interrumpir la conversación entre dos personas es una falta de educación porque no se
respeta a los demás. La persona que interrumpe está mostrando un comportamiento
infantil. Está diciendo con su conducta: ¡eh! Miradme, no veis que os estoy llamando
la atención, no puedo esperar, no controlo mis actos. En el fondo es un signo de inmadurez.
-Tú, en este caso, has sabido esperar
y por tanto nos has respetado a tu compañero y a mí. Te felicito. El
comportamiento de los adultos se debe caracterizar por el respeto y la
deferencia, sabiendo respetar el tiempo de los demás. Hay que tener la
capacidad de comprender las necesidades de los otros y aceptar que son tan
importantes como las nuestras. Te agradezco tu comportamiento adulto y haber
esperado a que terminase de atender a tu compañero. ¿Necesitas algo más? Ya
sabes que estoy siempre dispuesto a ayudarte.”
En las primeras
ocasiones que suceden este tipo de interrupciones suelo comentar a toda la
clase la importancia de respetar el turno de atención. Todos tienen el derecho
a ser escuchados por parte del profesor y de cualquier persona. Con el tiempo y
si esta forma de conducta se convierte en un hábito del profesor, los alumnos aprenden
a respetar el tiempo de los demás, a aprovechar esos momentos de espera
haciendo otras actividades, sin tener que requerir la atención inmediata del
profesor. Además, son instantes en los que el alumno puede desarrollar alguna
actividad con autonomía, iniciativa y organización personal. Yo les recomiendo
que anoten sus dudas en un papel según les van surgiendo y, posteriormente, las
comenten todas juntas.
Cuando estoy dando una explicación general a la clase y alguien no entiende algo en concreto, si lo pregunta, procuro contestarle hasta que evidencio que lo ha comprendido. No puedo recriminarle en ningún momento que eso lo debía haber aprendido antes, ni hacerle culpable de que está haciendo perder el tiempo a sus compañeros, ni ridiculizar su incapacidad para seguir mis explicaciones, ni menospreciar con gestos la inoportunidad de su pregunta. Tengo que agradecerle su interés, sus ganas de aprender, la ocasión que me brinda para explicarme mejor, porque seguramente no habré utilizado las palabras adecuadas anteriormente. Debo animar a sus colegas a que actúen como él, en resumen, hacerle sentir importante, reconocido y valorado por su intervención. La atención personalizada se testimonia en lo particular y se ejemplariza en la colectividad.
Tomado de mi libro “¿Para qué fui a la escuela?” Ediciones
ENDE.