“Los profesores dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a repetir
datos, informaciones, conocimientos que anteriormente han sido descubiertos por
otras personas. Repasamos la historia que nos han transmitido, realizamos
ejercicios de matemáticas, listamos los afluentes de los ríos o hacemos que
conjuguen los verbos, una y otra vez, hasta que se los sepan de memoria. Es
bueno y lo veo necesario. Pero si lo único que hacemos es esa tarea, tal vez
estemos reduciendo la educación a conseguir personas con una imprescindible y
buena memoria. Observa el contenido de los exámenes. Todos los examinandos
dedican más del noventa por ciento de sus tiempo en memorizar los contenidos
sobre los que se van a examinar. Luego, ¿qué estamos potenciando?: La memoria.
Yo mismo he comprobado que, cuando estoy explicando mis asignaturas y
quiero demostrar la falta de atención de mis alumnos, les pregunto con esta o
parecidas frases: “¿Puedes repetir lo que he dicho?” Memoria. Pienso en las
notas que reciben y al final concluyo que la ponderación más alta de la
valoración es su capacidad de recordar conocimientos. Memoria. Estamos
convirtiendo a nuestros alumnos en unos magníficos magnetófonos. Primero se les
obliga a pulsar el botón de grabación y posteriormente se les exige pulsar el
botón de reproducción. Memoria.
A los chavales que no estudian, los adultos les tildamos de
irresponsables con la argumentación simple: “Estás en edad de estudiar, esa es
tu responsabilidad, y si lo único que tienes que hacer es estudiar y no lo haces,
eres un irresponsable”. Más o menos es como si a nosotros nos dijeran: “estás
en edad de trabajar, esa es tu responsabilidad, y si lo único que tienes que
hacer es trabajar y no lo haces, eres un irresponsable”. Escuchar esta
afirmación desentona en nuestros oídos y sin embargo no pensamos que la
afirmación anterior también chirríe en los oídos de nuestros alumnos. Y nos quedamos
tan tranquilos diciendo: “eso es diferente”.
Pues no, yo creo que es igual.
Los jóvenes
necesitan disponer de ámbitos en los que puedan desarrollar sus iniciativas.
Están en una edad propicia para experimentar, ensayar, probar con nuevas cosas.
La escuela es un espacio ideal para ello. Sin embargo, ¿a qué nos dedicamos los
profesores? A obligarles a repetir, a memorizar. Si alguien se sale del
canasto, enseguida le presionamos para reorientar su actitud. Volver al carril.
Seguramente la culpa no la tenemos nosotros. También nos hemos educado en el
mismo sistema y nos parece normal comportarnos de esta manera. Pero yo no lo tengo
tan claro. Que quieres que te diga…”
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