Vivir y sentir la mentira
En la actualidad existen dos programas
televisivos dirigidos por el mismo comunicador mediático. “Todo es mentira” y
“Todo es verdad”. Al primero le dan un toque humorístico y al segundo de
investigación. Y, sin ánimo de criticar dichos programas, son ejemplo y modelos
de la forma en que los medios de comunicación manipulan a la ciudadanía. Todo
el mundo conoce perfectamente que dichos medios comunicativos están dopados con
dinero que les regalan los políticos de turno que ostentan el poder. Ese dinero
es el que la ciudadanía aporta con sus impuestos para mejorar su calidad de
vida. Sin embargo, los políticos lo utilizan con fines publicitarios para
mejorar la intención de voto del partido a que pertenecen y ganar las siguientes
elecciones para seguir mangoneando a su gusto.
No es difícil colegir que si a un medio
de comunicación le sueltan una pasta gansa este medio no va a publicar noticias
que perjudiquen al político y al partido que le ha beneficiado económicamente.
La libertad de prensa y de comunicación está en cuestión. El periodista no va a
publicar nada que le pueda cuestionar su puesto de trabajo. La autocensura en
las noticias se ejerce sin necesidad de prohibir absolutamente nada. La pena es
que la ciudadanía se ha acostumbrado a vivir
y sentir la mentira pública como algo natural.
Demasiados políticos y periodistas han entrado en la dinámica de utilizar la
falacia y la paradoja como sus armas preferidas para mantener el puesto. Si
ejercen la libertad a pleno pulmón acaban orillados y marginados. Si hacen la
pelota y practican la baja tarea de lamer el culo al de arriba, mejoran su
economía y su estatus. Y cada uno se decide por lo que quiere en función de sus
valores personales.
La falacia es la artimaña o
mentira con la que se pretende engañar a una persona para persuadir o
manipularla sin que ésta se entere de ello. Y la paradoja es
una expresión con ideas contrapuestas que envuelve una contradicción o
incoherencia. Falacia y paradoja son dos palabras extraordinariamente
representativas utilizadas por los políticos para buscar el lanzamiento hasta
el poder. Una vez instalados en el sillón, le corresponde al elector comprobar
cuánto hay de mentira o verdad en las afirmaciones que utilizaron sus elegidos
en las campañas de captación de adeptos.
Los ciudadanos ya estamos muy
cansados de tantas mentiras, expresadas en forma de falacias y paradojas.
Necesitamos comprobar con nitidez las verdades como puños. Los representantes
políticos de los partidos nos han acostumbrado a soportarles circunloquios ante
cualquier pregunta directa que simplemente tiene dos respuestas: sí o no.
Intentan demostrar que un triángulo es cuadrado e incluso redondo y se quedan
tan “anchos”.
Con estas artimañas han
conseguido que las personas de a pie interpreten que el significado más genuino
de la política es el arte de mentir. De salir impecable de las situaciones
difíciles de resolver, del embrollo. Hay que quedar “bien” a toda costa. “Lo
que digo, lo digo ahora, mientras me desdigo de lo que dije, no se vaya a
pensar en que dije lo que no dije.” Lo de menos es solucionar los problemas. La
mayoría de los políticos se llaman Sisi Nono. Sisi a lo que les pidas y Nono a
lo que les exijas. Y todos los partidos, sean del color que sean, son la “única
alternativa”. Todas sus verdades son las buenas y salvadoras, frente a las del
resto de partidos que todos sus planteamientos son malos y abocados al
desastre.
¿Has pensado cuánto cuesta la mentira
cuando está encubierta en la falacia o envuelta en paradojas?