Demasiadas
veces se atienden a los alumnos como si fueran ovejas. Todos tienen que pasar
por el mismo carril. Decimos que realizamos una atención personalizada, cuando
en la práctica se convierte en dar cuatro toques para que se ajuste el alumno
al ritmo de la clase. Me ha sucedido, en bastantes ocasiones, que un alumno se
acerca a mi mesa interrumpiendo la conversación que mantengo con otro de sus
compañeros de clase. La urgencia de su interés personal le impulsa a ello. En estos casos
siempre procuro decirle al que ha interrumpido, con toda la paz del mundo: ¿Puedes
esperar un momento? Estoy atendiendo a tu compañero y quiero hacerlo con especial
dedicación. Después lo haré contigo de la misma manera. –La respuesta suele ser
de comprensión por parte del alumno que interrumpe y espera tranquilamente a
que le toque su turno. Cuando ha llegado el momento de atenderle, lo hago con
el mimo necesario y la diligencia oportuna. Pero el acto educativo, creo que no termina ahí. Después de haberle atendido de
manera personalizada, le comento, con delicadeza, por lo menos lo siguiente: “Menganito,
¿has observado? Interrumpir la conversación entre dos personas es una falta de educación porque no se
respeta a los demás. La persona que interrumpe está mostrando un comportamiento
infantil. Está diciendo con su conducta: ¡eh! Miradme, no veis que os estoy llamando
la atención, no puedo esperar, no controlo mis actos. En el fondo es un signo de inmadurez.
-Tú, en este caso, has sabido esperar
y por tanto nos has respetado a tu compañero y a mí. Te felicito. El
comportamiento de los adultos se debe caracterizar por el respeto y la
deferencia, sabiendo respetar el tiempo de los demás. Hay que tener la
capacidad de comprender las necesidades de los otros y aceptar que son tan
importantes como las nuestras. Te agradezco tu comportamiento adulto y haber
esperado a que terminase de atender a tu compañero. ¿Necesitas algo más? Ya
sabes que estoy siempre dispuesto a ayudarte.”
En las primeras
ocasiones que suceden este tipo de interrupciones suelo comentar a toda la
clase la importancia de respetar el turno de atención. Todos tienen el derecho
a ser escuchados por parte del profesor y de cualquier persona. Con el tiempo y
si esta forma de conducta se convierte en un hábito del profesor, los alumnos aprenden
a respetar el tiempo de los demás, a aprovechar esos momentos de espera
haciendo otras actividades, sin tener que requerir la atención inmediata del
profesor. Además, son instantes en los que el alumno puede desarrollar alguna
actividad con autonomía, iniciativa y organización personal. Yo les recomiendo
que anoten sus dudas en un papel según les van surgiendo y, posteriormente, las
comenten todas juntas.
Cuando estoy dando una explicación general a la clase y alguien no entiende algo en concreto, si lo pregunta, procuro contestarle hasta que evidencio que lo ha comprendido. No puedo recriminarle en ningún momento que eso lo debía haber aprendido antes, ni hacerle culpable de que está haciendo perder el tiempo a sus compañeros, ni ridiculizar su incapacidad para seguir mis explicaciones, ni menospreciar con gestos la inoportunidad de su pregunta. Tengo que agradecerle su interés, sus ganas de aprender, la ocasión que me brinda para explicarme mejor, porque seguramente no habré utilizado las palabras adecuadas anteriormente. Debo animar a sus colegas a que actúen como él, en resumen, hacerle sentir importante, reconocido y valorado por su intervención. La atención personalizada se testimonia en lo particular y se ejemplariza en la colectividad.
Tomado de mi libro “¿Para qué fui a la escuela?” Ediciones
ENDE.