lunes, 29 de septiembre de 2014

En la escuela que no pasa nada


                La nueva escuela está a punto llegar. Se están produciendo signos que indican los efectos del cambio.  Sabiendo que la palabra cambio, no siempre conlleva asociada a ella la mejora y la superación.  Entre las riadas de alumnos en los cambios de clase circula la corriente del viento en la que se desparrama la ilusión de su profesorado. Todo funciona. Suena el din don del comienzo y finalización de clase. En las aulas se imparten las materias programadas, se explican las lecciones, se corrigen los ejercicios de los alumnos, se entregan las calificaciones en los registros correspondientes, se tienen las reuniones de padres y los tutores hablan con alumnos y familias cada vez que es necesario. En la escuela, querida escuela, no pasa nada.
                No pasa nada porque se ha priorizado la organización que se encarga de que todo funcione ante los ojos de los responsables de la institución o de la Administración educativa. La organización es fundamental para demostrar la utilidad del producto empresarial que, en una escuela, es el número de alumnos matriculados y si es posible el número de alumnos que terminan con éxito.
                No pasa nada porque todo es legal. Los profesores desarrollan su trabajo con el respaldo de la titulación que les acreditan como tales. Los contratos laborales se ajustan a derecho. Los objetivos impuestos por la Administración se cumplen y el alumnado parece satisfecho con la formación que recibe. ¿Qué más se puede pedir?
                No pasa nada en la escuela cuando hay demasiados educadores pensando en cómo agradar a sus superiores diciendo amén a sus decisiones aunque vayan contra los principios éticos más fundamentales. No pasa nada cuando se pasa a un segundo plano el proyecto educativo reflexionado, debatido, consensuado, con toda la comunidad educativa. No pasa nada cuando la identidad y los principios pedagógicos de la escuela sólo figuran como el cuarto apellido de su nombre. No pasa nada cuando el alumnado queda relegado a un segundo plano y la atención apunta hacia los intereses de los máximos responsables institucionales.
                Y cuando no pasa nada, la corriente del rio se encarga de diluir en su curso los residuos que llegan a su cauce. Pero, ¿cuántos excrementos es capaz de diluir? No basta con que, en el nacimiento del río el agua brote cristalina, es imprescindible cuidar su pureza en todo su cauce. Lo mismo sucede con la escuela. La pureza de sus principios debe alimentarse con mucha reflexión, ética y responsabilidad, si se quiere ejercer una labor fundamental en el desarrollo humano como es la educación integral de las personas.
                Y si no pasa nada, ¿cómo se puede regenerar esa escuela que eduque a las nuevas generaciones?

Rafa Roldán

domingo, 28 de septiembre de 2014

Acera, carril, calzada

Acera, carril, calzada
El peatón. Le gusta pasear por las aceras de las calles. Tranquilamente, mirando los escaparates o  hablando con la pareja. Y le molesta que pasen las bicicletas a medio metro, cualquier día le dan un porrazo. ¿Por qué tiene que aguantar esta inseguridad?
El ciclista: Le gusta rodar con la bicicleta por la ciudad. No quiere correr, desea disfrutar de sus calles. Le da igual circular por las aceras o por la calzada. Le molesta que pasen los coches a medio metro, cualquier día le atropellan. ¿Por qué tiene que estar pendiente de los peatones y sobre todo de los coches?
El automovilista: Le gusta desplazarse de un lugar a otro de la ciudad sin perder el tiempo. No quiere pasar frío, ni soportar el fuerte cierzo de esta tierra. Pero no puede hacerlo porque delante de él van ciclistas que circulan con lentitud. ¿Por qué tiene que soportar esta situación?
El contribuyente: Le gusta que los peatones puedan pasear por las aceras, los ciclistas por carriles seguros y los automovilistas en calzadas adecuadas. ¿Dónde hay algún gobernante que pueda entenderlo?

El Ayuntamiento de Zaragoza parece que lo tiene clarísimo. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

El enseñar


“Dijo, entonces, un maestro: Háblanos del Enseñar.
Y él respondió:
Nadie puede revelarnos más de lo que reposa ya dormido a medias en el alba de nuestro conocimiento.
El maestro que camina a la sombra del templo, en medio de sus discípulos, no les da de su sabiduría, sino, más bien, de su fe y de su afecto.
Si él es sabio de verdad, no os pedirá que entréis en la casa de su sabiduría, sino que os guiará, más bien, hasta el umbral de vuestro propio espíritu.”
         He releído a Khalil Gibran, en su libro El profeta,  el texto  señalado anteriormente.  Sobre él reflexiono en voz alta  en medio de éstas páginas.
         “El maestro ... da... de su fe y de su afecto. Os guiará hasta el umbral de vuestro propio espíritu”. ¡Vaya descripción de funciones para quien se precie de ser maestro!
Primero dar de su fe. Supongo que antes deberá saber su credo personal y, además, querer manifestarlo a los otros como entrega gratuita de aquellos valores que son guía en sus líneas fundamentales de vida.  Y añade también: de su afecto. Esto es, de su cariño. Si no entiendo mal, parece que intenta  decir K. Gibran, el maestro es quien transmite y entrega sus propios valores con afecto. De esta manera guiará a sus discípulos hasta las puertas de lo más profundo de su ser.


De "Recetas de aula"

jueves, 18 de septiembre de 2014

La sonrisa


Sonreír. Siempre sonreír. Cuesta poco, desarrolla los músculos del cuerpo y engrandece el espíritu. No me refiero a la sonrisa forzada que obliga la circunstancia, ni a los gestos faciales que dejan entrever la ironía de la superioridad, ni a la expresión interior de “me río por no llorar”, ni a los silencios cuyas muecas asienten la predicción de un futuro fatídico. No.
Me refiero al talante acogedor de las personas que saludan con la sonrisa en los labios. Es una gozada encontrarte con este tipo de gente. Parece que te conoce desde siempre y aún no ha cruzado dos palabras contigo. Al rostro cuyos visajes comunican serenidad. A la afabilidad permanente que deja el espacio suficiente para el encuentro y la comunicación entre personas. Al deseo de bien que emana desde lo más profundo del ser. A la afirmación continua y esperanzada de un futuro cada vez mejor.
La sonrisa es la manifestación más discreta y significativa de la alegría interna. A través de ella se descubren las intenciones, emergen los deseos, fascinan los encuentros, asegura la confianza, invita a la empatía, desmonta las barricadas, allana los abruptos... y, lo más importante, alimenta la salud.
Sonreír es la actitud por excelencia del educador. Cuando falta esta actitud la soledad se convierte en compañera, las palabras en soliloquios, el contenido pierde su mensaje fundamental y el ombligo se convierte en preocupación prioritaria. Cuando se desarrolla la sonrisa aumenta la libertad para el encuentro que no discrimina personas, se desvanecen las dificultades, se disfruta del tiempo utilizado en la búsqueda de la verdad común, se olvida el ego para admirar la presencia de los otros. Puede ser peligrosa porque, cuando se desborda, se convierte en risa.

De "Recetas de aula""
Rafael Roldán


martes, 16 de septiembre de 2014

¿Noticia?

¿Noticia?
Rojo, negro.
Rojo el color del sayo.
Negro el pasamontañas.

Grana.
Grana el mal en su escondrijo.
Oscura vive la noche en su morada.

De rodillas.
Prisionero en la tierra seca.
Esperando la muerte frente a cámara.

En pie.
El verdugo matarife,
con la hoja del cuchillo afilada.

Roja.             
Roja la sangre derramada.
Negra, la amenaza proclamada.

Sentado,
frente al televisor, avergonzado
por la noticia, maniatado.

¿Noticia?
No es inculcar la angustia y el miedo.
Ni desgarrar la dignidad.

Noticia.
Es mostrar la inteligencia humana.
Es gritar el bien de la justicia.



Rafael Roldán

domingo, 14 de septiembre de 2014

Camino

Un paso cada día,
una huella en el tiempo de mi ser.
Una marca en el sendero
que me conduce sin ayuda
más allá de lo que espero.

Sobre el camino sigo
sin descanso, sin medida ando.
Moviendo las piernas
besando las piedras
exprimiendo la vida.

Enhiesto, erguido voy
en la ciudad, pino en el campo soy.
Lugar donde duermen  
hierbas verdes y flores
al canto del agua cristalina.

Vereda en los sueños
donde vuelan colores infantiles.
Aceras adoquinadas
protegiendo atropellos
conduciendo paseos.

Camino despacio,
sintiendo el calor del negro asfalto.
Acariciando la tierra ocre
las suelas de mis calzas
viejas amigas, amadas.

Andando vivo
entre lazos de ternura y mimo.
Confiado en la bondad del aire,
en la luz del día,
y el canto de peregrino.

Rafa Roldán


viernes, 12 de septiembre de 2014

Entregarles lo mejor

Hemos comenzado el curso. El duendecillo de lo nuevo cosquillea nuestra curiosidad y nos pone un poco nerviosos. ¿Qué pensarán los nuevos alumnos sobre nosotros? ¿Qué impresión daré a mis alumnos? ... Casi con toda seguridad, la mayoría, concluimos con alguna reflexión de este cariz y una respuesta más o menos de esta manera: “debo entregarles lo mejor de mí”. A la mayoría de los alumnos también les sucede algo parecido: “Este profesor debe conocer lo mejor de mí y voy a comenzar trabajando a tope”.
Transcurren los primeros días y casi todo se cumple. De mi historial educacional recuerdo las palabras que repetía un profesor a algunos de sus alumnos y colegas míos. “Empezáis como caballos cordobeses y termináis como burras manchegas”. Parece como si el tiempo se empeñara, con cabezonería, en borrar las primeras buenas intenciones. Y digo esto porque al final de curso, tanto profesores como alumnos, casi siempre olvidamos la declaración de principios que hicimos al comienzo.
Quizás sería bueno recordar “comienzos y finales” de curso para saber racionalizar “impulsividades”. Imbuirnos de la reflexión, adentrarnos en la lectura escudriñadora de renovación, cargar nuestro espíritu de serenidad, abandonarnos en la sonrisa que engendra confianza. Tal vez así llegaríamos a no saber distinguir “comienzos y finales”.
La tarea educativa cotidiana expresa el proceso que se desprende de nuestros valores básicos. En ese camino se desgranan las conductas concretas que explicitan la entrega de lo mejor y peor de nosotros mismos. Aunque queramos no podemos entregar fragmentos de la personalidad. El ser no se divide en pedazos. Y por tanto es imposible escoger las partes más interesantes de la personalidad del educador y ocultar aquellas otras que no lo son tanto. El educador se manifiesta y transmite de forma holística y se da a conocer en su totalidad. Entregarles lo mejor... es decir, entregarnos tal cual somos.

De “Recetas de aula”
Rafael Roldán


jueves, 11 de septiembre de 2014

Llenar el espíritu

Hoy predomina una moral descafeinada. Prima el consumo que fagocita todo lo que puede con el fin de conseguir nuevos estímulos que satisfagan el ego y el placer personal. No se valora la importancia de las dudas existenciales a pesar de que nos asaltan permanentemente y se opta por relativizar hasta extremos pueriles el fundamento de nuestra existencia. No nos queda otro remedio que abordar las grandes preguntas si queremos llenar el espíritu con una cierta plenitud para nuestras vidas. Pensar que todo es relativo como los valores, la moral, la verdad, el bien, el mal, es una concepción de la vida que lleva a desarrollar un escepticismo sin medida y una desorientación generalizada.

Hay personas que echan la vista atrás y sólo se fijan en las imágenes del retrovisor. Mal pueden conducir su vida mirando al pasado. De la misma manera, otros optan por estar sumidos en el sueño de que, algún día en el futuro, su vida se aclarará cuando se den las circunstancias idóneas, sin embargo ese día cada vez se vuelve mucho más inalcanzable. En ocasiones la vida nos va dando señales para tomar decisiones que no podemos aplazar y sin embargo dejamos que el tiempo transcurra hasta que surge el detonante clave para que afrontemos lo que hace mucho tiempo deberíamos haber hecho.

De “Caminar a tientas”
Rafael Roldán


miércoles, 10 de septiembre de 2014

La malla

Me han mostrado un pedazo de mundo.
Allí derraman el agua por un agujero
que no llega al corazón de mi tierra seca.

Vacían camiones de alimentos
esparcen la rica fruta al suelo,
que jamás mi pueblo imaginó.

Me han enseñado una foto desde el espacio
con millones de luces encendidas
iluminando las  grandes ciudades.

No he visto lindes en los caminos
solo caminos donde dejo las huellas de mis pies
árboles donde encuentro el refugio de los soles.

Busco agua y alimento para los míos
allá donde estuvieren… y luz para ver
la injusticia de la historia.

He caminado noches enteras
escondido en las cunetas huyendo
de los perros y las porras justicieras.

He llegado a los muros de mi cárcel,
a las redes metálicas que tal vez me capturen
y me devuelvan al fango de su edén.

¿Por qué tengo que escalar esos árboles de espinas
que no crecen en primavera
ni atraen a las nubes con aguas finas?

Sólo deseo el agua y el pan que necesito,
la libertad para escoger mis sueños
y la tierra donde habito.



martes, 9 de septiembre de 2014

La palabra

Se está perdiendo el don y el valor de la palabra. La palabra era la fuente principal de las relaciones y la firma del compromiso. Recuerdo las palabras cariñosas de mi madre, las afirmaciones éticas de mi padre, los consejos de los vecinos para que no me hiciera daño y advirtiera el peligro, los saludos sencillos, “buenos días”, “buenas noches”, ¿qué tal está usted?, por favor, muchas gracias, sería tan amable de… La palabra enmarcaba la cortesía para abrir las puertas del otro, marcaba la linde del respeto que le corresponde a cada ser. Al mismo tiempo tenía un significado profundo para todos. Se decía esa persona es una persona de palabra, ello garantizaba que la confianza que se podía depositar en ella estaba a prueba de todo. Los contratos se firmaban dándose un apretón de manos y bastaba la palabra dada para asegurar el cumplimento de lo comprometido en el pacto. Me estoy dando cuenta que ahora las cosas no son así. La gente dice una cosa y lo contrario al mismo tiempo. Todo vale y todo se puede justificar en función de la conveniencia temporal. Cada día aumenta el número de abogados y cada vez tienen más trabajo por la falta de palabra en la que se mueve la sociedad actual. Los triunfadores son aquellos que encuentran rendijas en la justicia y los perdedores quienes se fían de la bondad natural de la humanidad.

De “El mago Mangarín”

Rafael Roldán

lunes, 8 de septiembre de 2014

El olvido

            


Normalmente se  olvidan aquellas cosas que son desagradables. Es una manera de proteger el espíritu de los malos momentos. Sin embargo recordamos los acontecimientos que nos proporcionaron buenos e intensos eventos de felicidad. Incluso la memoria hace un ejercicio de adaptar los hechos pasados a la conveniencia de las exigencias del presente. Son muchos los indicadores que iluminan con nitidez la bondad de las intenciones personales que están cargadas de verdad: la alegría, la celebración, la compañía, la amistad, el encuentro, la comunicación… Casi tantos como aquellos indicadores que expresan la malintencionalidad de las acciones: la tristeza, el individualismo, la rivalidad, la lucha, la venganza, la soledad…
            Hay personas que utilizan estratégicamente el olvido como herramienta para conseguir sus objetivos. Recurren al olvido de los favores que antaño le hicieron sus congéneres. Al olvido de los medios que utilizaron de los demás. Al olvido del trabajo que han realizado otras personas que le sirvieron para llegar a sus fines. Al olvido del apoyo que recibieron cuando se encontraron solos y necesitaban la compañía gratuita. Se apoyan en el olvido que les proporciona no tener ningún miramiento hacia los demás y de esa manera sólo se reconocen a sí mismos como centro del universo. Sin darse cuenta van creyéndose, poco a poco, que son dioses porque ven a personas a su alrededor que les adoran e invocan su poder. Hacen en el mundo una raya con tiza separando a los buenos y a los malos. Los buenos son los servidores del señor y los malos quienes difieren de sus intenciones. A los buenos se les premia con migajas y una zanahoria. A los malos se les castiga con mano dura y con la gran arma condenatoria: el olvido.
            Las estrategias de profundizar en el olvido de algún valor importante son muchas. Una especialmente interesante es aquella que intenta rellenar el espacio con multitud de luces para deslumbrar a quienes miran lo esencial. De esa manera se distraerán embobados en las luces de las bombillas de colores. Pero el corazón humano es demasiado complejo para  no saber que el objeto de su función es bombear la sangre, esencial para la vida. Otra estrategia es cortar la posibilidad de contar con la satisfacción de las necesidades básicas del hombre como la alimentación, el derecho al trabajo o poder disponer de una vivienda digna. Lo primero es comer y vivir, después ya se atenderá a los principios de la dignidad humana, ser libre y cualquier valor personal. Para conseguir desarrollar esta estrategia con eficacia basta con sembrar la amenaza de que se pueda llevar a cabo para conseguir los efectos deseados.

            El olvido de los valores es difuso, no así el olvido de cobrar una nómina. El olvido de la injusticia ajena me permite disfrutar sentado en el sofá de la comodidad. No puedo recordar constantemente aquello que me produce heridas y me duele. El olvido de la dignidad es la cárcel de los cobardes y  el arma de los dioses opresores. Cada cual sabe a quién adorar y qué es lo que merece la pena para caminar con la cabeza levantada y el corazón abierto. 

viernes, 5 de septiembre de 2014

Primera clase

Atentos, caídos en la mañana,
cabizbajos, frente al papel dormido.
La punta del bolígrafo rozando los labios
para atraer un pensamiento
que rasgue el blanco escritorio
mañana de septiembre, otoño.

El ruido se derrama en el asfalto
como las sombras de esa nube mágica
que el cielo ha dejado en la ciudad.
Siseo que pones melodía
al silencio del aula.
¡Despierta muchacho! Ha llegado el día.

El profesor entra en el aula,
los alumnos le miran por primera vez
observan sus vaqueros, edad y zapatos de piel.
Primeras palabras de hilaridad,
saludos atentos, cercanía en los gestos,
para caer bien.

Sonríe buscando complicidades
en las que apoyar su sensatez.
Muestra sus mejores encantos,
explica sus pretensiones personales,
reflexionadas, variadas y exigentes
de la cabeza a los pies.

Todos le miran en silencio.
Expectantes por ser el día primero.
Agradar, al menos una vez,
a este profesor novato
que se encuentra frente a ellos
y acaban de conocer.


De "Recetas de aula"
Rafael Roldán

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Comer en familia

Si el hecho de comer con otras personas resulta tan importante para la salud y el bienestar, no digamos nada de los efectos beneficiosos de comer en familia. Sentarse alrededor de una mesa y crear el momento para hablar de las pequeñas y grandes cosas que han sucedido a lo largo de la jornada tiene un impresionante poder de vinculación entre los miembros de la familia. Es una pena observar en los hogares que en el momento de la comida o la cena, en vez de realizar juntos los preparativos para estar juntos mientras se come, cada miembro se preocupa exclusivamente de seleccionar el alimento que va a ingerir y se lo come en solitario frente al televisor. Casi siempre existe la excusa perfecta de la falta de tiempo y la dificultad para establecer un horario común para toda la familia, pero las conductas concretas de nuestras actuaciones siempre responden a los principios personales. En este caso, comer juntos, no se considera uno de los mejores planes de convivencia y comunicación que se consiguen dentro de la familia. La premura del tiempo hace que se prepare la comida a base de platos semipreparados, listos para calentar y comer. Atrás quedó esa comida muy elaborada, casera y por supuesto deliciosa que preparaba la madre con todo el cariño del mundo. La tendencia a la incorporación al mundo laboral de los dos miembros de la pareja, es un obstáculo para coincidir con los horarios escolares de los hijos. Se observa una gran dificultad para compartir momentos comunes en la familia. Desde luego no se puede negar que esta es una realidad costosa de superar, cierto. Pero también es importante reconocer que la ocasión de compartir una mesa conlleva muchas ventajas y posibilidades educativas para los hijos. El conocimiento de la situación anímica de cada miembro de la familia, es un momento de diálogo en el que se puede expresar los sentimientos y las preocupaciones de cada uno, también es un espacio para aprender a comer de manera saludable, una oportunidad para enseñar la ayuda entre todos y la disposición a estar pendientes de cada uno.

Los valores elementales  se transmiten en la familia y momentos como el de las comidas son ideales para transmitir lo que se piensa y se siente de forma natural. Se aprende a hablar y a escuchar. Yo le calificaría como el aula magna de la vida. La felicidad se busca, de alguna manera, en las pequeñas cosas de cada día y la comida en compañía es una ocasión demasiado frecuente como para no aprovechar la fuente de satisfacción y placer que se consigue. Es obvio que el acto de comer, además de su función alimenticia, produce placer. El hecho es innegable y por tanto nos hace sentirnos un poco más felices.
De "Caminar a tientas"
Rafael Roldán

lunes, 1 de septiembre de 2014

¿Dónde está?


He paseado por las calles iluminadas en la noche,
he preguntado  a la gente dónde se encuentra
el tesoro que busco, el mayor lingote de felicidad,
la respuesta a la gran pregunta que me persigue.

He dejado mi espíritu abandonado a su suerte
y me ha llevado a la cueva del diablo,
me ha subido en la carroza de brillantes colores
tirada por briosos corceles deslumbrantes.

He probado los manjares más exquisitos,
 y sin necesidad de llegar a los postres
la saciedad se convertía en el principal enemigo
y recuperaba el agua y el pan, mejores amigos.

He mirado en los ojos de los que lloran
por haber perdido a quienes más querían.
En sus pupilas se reflejaba mi pregunta
sin resolver, mi duda subrayada.

Por eso me agarro a una flor y me siento en la luna,
juego con el pelo mojado de las sirenas,
duermo las noches oscuras, cogido por la mano
 de un suspiro de amor, en una canción de cuna.

Rafa Roldán