De aprender a desaprender,
de tomar a entregar,
de producir a consumir,
de querer a dejarse amar.
Aunque se resista el cuerpo
y la mente camine más
deprisa,
cada año se haya clavado
hasta el fondo,
esperando el martillazo
final.
La mirada abierta al
infinito,
anchas las mangas y las
espaldas,
dulce la sonrisa serena,
sencillo el respeto a la
libertad.
Embobarse en los paseos
vespertinos
descansar en los bancos
manchados
por el polvo levantado en los
juegos de niños
ausentes del destino que les
espera.
Disentir con la fuerza de los
silencios,
comprender las ausencias
deseadas,
infundir una paz en cada
conflicto,
entregando al mundo los
frutos de toda una vida.
Sin medidas, sin reloj. Con
arrugas y suspiros.
Buscando el sol y la claridad
del día.
Soltando nudos. Las manos
abiertas
en ofrenda sin medida del
amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión me interesa mucho.