La
mayor parte de los centros privados expresan en su ideario o carácter propio
del centro, el deseo de desarrollar una
formación integral de la persona, una educación de calidad, personalizada, con
la participación de todos los agentes alumnado, profesorado y familias. Por ahí
se mueven sus principios, definiendo con claridad dónde van a poner el acento
en el desarrollo de la educación que imparten. Sus idearios priorizan el
enfoque educativo. Ya sea religioso, moral y/o social. En este aspecto poco se
diferencian de la escuela pública y concertada.
¿Dónde
se encuentran las diferencias fundamentales frente a la escuela pública?
Fundamentalmente en dos aspectos: el económico y la especialización.
El económico porque cobran al cliente el
servicio prestado de educación. Son escuelas para quienes se pueden permitir el
lujo de pagar de su bolsillo todos los costes de la enseñanza. Se les suele
conceptualizar tácitamente como las escuelas para los ricos. Los padres son
partidarios del derecho a elegir el tipo de educación que quieren para sus
hijos y abanderan los valores de la libertad con el poder adquisitivo de sus
bienes económicos. Se olvidan de la existencia de muchas familias, la mayoría,
que no pueden hacer ese ejercicio de “libertad”.
La especialización y la flexibilidad en sus
programas académicos. La escuela privada se diferencia de la escuela pública
porque se puede permitir y fomentar una mayor profundización en las áreas
educativas en las que se especializa. Léase por ejemplo, las escuelas de
formación en idiomas o arte. El profesorado centra su atención en la
consecución de resultados destacables con sus alumnos. Se utilizan baremos de
eficiencia y eficacia en la docencia y en el éxito que alcanza su alumnado. Son
escuelas en la que la competitividad es fundamental para destacar sobre sus
competidores y poder subsistir.
Los dos
aspectos anteriores se retroalimentan de una manera significativa. Cuanta más
especialización, más competidores dejan fuera de combate y más pueden subir los
costes de la formación que imparten. De la misma forma, los costes elevados del
servicio que prestan se asocian al prestigio de sus enseñanzas. Se les denomina
los colegios de élite y con razón. Son los centros para una minoría, no cabe
duda.
La
conveniencia o no de este tipo de centros es una cuestión que entra en el
ámbito de la justicia social. Vivimos en una sociedad que es capaz de conciliar
valores contradictorios y se puede ver a
grandes defensores de la escuela pública llevar a sus hijos a la escuela
privada. O partidarios de la escuela privada despilfarrando las oportunidades
en las universidades públicas.
Pero sigo
preguntándome: Independientemente del tipo de escuela sea pública o privada,
¿Sabemos todos los educadores cuáles son los principios y valores por
excelencia que debemos transmitir a las nuevas generaciones?
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