Enciendes
el televisor y en todas las cadenas suena la palabra corrupción. ¡Qué
vergüenza! En plena crisis, donde la mayoría de las personas se tienen que
ajustar el cinturón para llegar a fin de mes y muchísimas otras han perdido su
puesto de trabajo, tienes que observar cómo hay gente sin escrúpulos que ha
robado a manos llenas. Algunos políticos, banqueros y gentuza sin escrúpulos,
engañando a la gente de bien que simplemente quiere vivir honestamente. Lo
mismo te da hurgar en las cuentas de una alcaldía del pueblecito más pequeño
que en instituciones con el apellido más prestigioso. En cualquier espacio te
puedes topar con ese bicho.
El corrupto
se caracteriza por su habilidad social para pregonar la ética a quienes les
roba sin ponerse colorado. Suele utilizar todas las argucias legales para
desviar fondos hacia sus cuentas personales sin que el sistema detecte
irregularidades. Las rendijas de la justicia son sus autopistas por donde
circula con toda impunidad. Sabe que está perjudicando gravemente a sus
congéneres, pero su egoísmo lo justifica todo. Mientras no le pillen…
Se suelen
rodear de los llamados “untados”. Los “untados” son quienes reciben algún favor
crematístico cuya labor fundamental es asentir a sus indicaciones y ejecutarlas
sin cuestionar su conveniencia. Son unos mandados que no son responsables de
nada y aunque vean irregularidades evidentes callan para no perder el favor. El
corrupto ejerce la amenaza como una espada de Damocles sobre sus adláteres y
ante la menor divergencia les aplasta como a una cucaracha asegurándose que los
tiene cogidos por las partes bajas.
El corrupto
es mala persona, muy mala, de verdad.