1.-BASA SUS PRINCIPIOS EN LA HUMILDAD
Un buen gestor educativo es una persona que
fundamenta su actuación en principios éticos basados en la humildad. La
humildad es la mejor garantía que puede ofrecer una persona a otras personas. Y
la gestión de la educación no es sino una interacción entre personas:
alumnos/as, padres y madres, profesorado, sociedad. En la actualidad se pone
demasiado énfasis en las aptitudes de competencia necesarias en todo gestor
educativo como son la gestión organizativa del centro, la búsqueda de recursos,
el desarrollo de las funciones docentes o la eficacia de los servicios. Pero no
dejan de ser competencias que, desligadas de los principios, se pueden
convertir en armas arrojadizas contra las mismas personas a las que se quiere
servir. La humildad ejercida en el liderazgo es la garante de una educación basada
en el respeto y la dignidad de educandos y educadores.
2.- CON PASIÓN POR EDUCAR
Un gestor
educativo debe tener una experiencia dilatada como educador. La pasión por
educar no se adquiere simplemente con la formación académica recibida en la
enseñanza convencional, en un máster o en cursos específicos para educadores.
La pasión por la educación es fruto del convencimiento interior que empuja a
todo buen educador a valorar las tareas de acompañamiento personal que exigen el
proceso educativo. Y la mayor dificultad que tienen los gestores educativos es
la comprensión profunda de los procesos e itinerarios en el crecimiento y
desarrollo de las personas. El gestor educativo debe ser un ejemplo de
paciencia y comprensión que sabe atisbar los “resultados” más allá de las
superficiales percepciones de fracaso.
3.-PIENSA MÁS EN LAS PERSONAS QUE EN EL DINERO
En toda gestión
de grupo es inevitable la aparición de conflictos y, por desgracia, predomina el valor del dinero como criterio
principal en la búsqueda de las soluciones adecuadas. Hay líderes que cuando
intervienen en la solución de dichos conflictos producen a su alrededor miedo.
Algunas veces sin darse cuenta y otras con la intención de dejar clara su
autoridad como consecuencia de su falta de madurez e inseguridad personal. Son
malos gestores que encasillan sus
soluciones en leguleyas prescripciones, absurdos razonamientos o infantiles
falacias. Los buenos líderes se diferencian por todo lo contrario, es decir, crean
confianza, son capaces de escuchar y buscan soluciones consensuadas con una
actitud asertiva ante los problemas.
4.- SE RODEA DE COLABORADORES MUY COMPETENTES
El líder con
vocación de servicio busca a colaboradores de la máxima competencia para dar lo
mejor a la institución que representan. Desean de manera prioritaria el bien común
por encima de sus intereses personales. Sin embargo, aquel gestor educativo que
sólo pretende subrayar ante la sociedad su propio estatus, querrá que sus
colaboradores le adulen y no contradigan sus decisiones por muy nefastas que
sean. No quiere que nadie le pueda hacer sombra y por tanto sólo conseguirá oír
lo que él mismo desea oír. El buen líder se distingue por la libertad, la competencia
y la responsabilidad que demuestran sus colaboradores.
5.-MANTIENE CERCANÍA CON LA COMUNIDAD EDUCATIVA
Cuando un
gestor educativo pasa demasiadas horas en su despacho indica que le preocupan
más los papeles que las soluciones, las cosas que las personas. La cercanía con
la comunidad educativa es esencial en las cualidades fundamentales del gestor
educativo. El líder educativo busca el encuentro con todos y todas, en las
miradas, en los gestos, en las palabras y en los hechos. Los buenos gestores
educativos son accesibles y cercanos. Transparentes y comprensivos. Amables y
delicados. Fiables y humildes. Porque saben que la educación es un tesoro demasiado
vulnerable y delicado.
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