Llevamos cinco meses desde
que comenzó la pandemia de la Covid-19. Tres meses confinados por orden ministerial
y el resto por cautela y libertad autovigilada. La mayoría de la gente tiene
miedo. Sale de casa con precaución. Mascarilla en la boca, gel o alcohol en el
bolsillo y hábitos de conducta propios de un trastorno obsesivo compulsivo.
Los días van transcurriendo
y no se ve un horizonte esclarecedor de la situación. Los brotes, los
contagios, los ingresos en los hospitales van en aumento. El número de muertos
ni se nombran (parece ser que al gobierno le molesta que la gente se muera, y,
además, se difunda el alto número de fallecidos).
Poco a poco la ciudadanía se
va volviendo más miedosa. Este efecto es imparable. El miedo a lo desconocido
es muy difícil de afrontar porque no se sabe qué hacer frente a él. Miedo a
perder alguno de los seres queridos, la salud personal, la economía, las
relaciones y la libertad.
Frente
a esta situación paralizante, ¿qué se puede hacer?
1.- Calma.
No se puede cambiar lo que no depende de nosotros mismos. Para qué sufrir por
lo imposible. El sufrimiento nos lleva a empeorar las cosas. Y en vez de ayudar
a encontrar una salida, entorpece nuestras actuaciones. No se debe echar a
correr hacia no se sabe dónde. Calma.
2.- Reflexión.
Necesitamos pensar sobre la realidad que estamos viviendo. Analizar las
posibles causas y consecuencias. Hacernos conscientes de los hechos, sintetizar
las informaciones que creemos más relevantes para afrontar el problema. Sin
obsesionarnos por la avalancha informativa y reiterativa con la que nos
bombardean los medios de comunicación.
3.- Fijar hábitos básicos de actuación. En el caso de la pandemia, utilización de la
mascarilla, lavado de manos y distancia personal, porque parece ser que están
contrastados por la evidencia. Pero tal vez se necesiten hábitos personales también
en el aspecto económico o relacional. Pocos hábitos pero integrados en la cotidianidad
de nuestra conducta con la mayor firmeza posible.
4.-
Mantener la identidad
personal. No dejar de ser uno mismo. Por mucho que las circunstancias se
modifiquen a nuestro alrededor, nuestros principios y valores no deben cambiar.
Sin ellos no se puede vivir con dignidad. Perderíamos la esencia y el sentido
de nuestro ser. Un virus externo no es quien para arrebatarnos lo esencial de
la naturaleza humana.
5.-
Humildad. Con el respeto,
precaución y las acciones preventivas adecuadas, abandonarse al destino. Esta
clave puede parecer contradictoria con las anteriores, pero es necesaria para
ser conscientes de que no podemos controlar absolutamente todo. Va
intrínsecamente unida a la condición del ser humano. Ayuda a vivir con más
intensidad los acontecimientos y exprime la vida en su justa medida.