viernes, 19 de diciembre de 2025

NADIE

 

Sólo quedaban unos metros para llegar al dintel de la puerta, pero el sonido de aquellos pasos sonaba con más fuerza que nunca. No quería volver la cara. Si lo hacía, podría encontrarse con un seguidor desconocido. El corazón le latía con más frecuencia. En su pecho apareció un leve dolor que le oprimía fuertemente. Tal vez fuera el aviso de un acontecimiento trágico. El rostro rociado en sudor.  La frente destilaba un salitre que escurría hasta desembocar en la cuenca de los ojos. No podía ver con nitidez más allá de un palmo de sus narices.

-Tengo que llegar. Como sea.  –La mente le estaba envolviendo en una maraña confusa de pensamientos. No podía desenredar tanta confusión interior.

La calle desierta. Automóviles aparcados junto a las aceras. Todos con las luces apagadas. Al fondo de la avenida un semáforo intermitente se erigía como el único testigo de vida en medio de la noche. Una espesa niebla cubría los tejados y el frío invernal era un cómplice perfecto para  acelerar el paso.

-¡Eh! –Percibió el sonido de esta palabra. Activó como un resorte su sistema nervioso y las piernas comenzaron a temblar en una flojera incontrolable. No quería volver su mirada, sólo quería alcanzar la cancela de su casa y cerrar la puerta tras de sí ante el amenazante peligro. Microsegundos después de oír esta palabra sintió en su hombro derecho el roce de unos delicados dedos. Un escalofrió resquebrajó todo su cuerpo y se rompió, como un cristal, en mil pedazos irracionales.

-¡Noooo! –Gritó sin control. El chillido estridente quedó suspendido en las sombras de la noche. Giró su cabeza encharcada en adrenalina. 

Nada, nadie.