Las palabras se esconden
en la penumbra del ser
como una chiquilla asustada por los tanques
en esa guerra que nadie quiere ver.
Se apaga con un clic el mando de la tele
y se borra la conciencia de la maldad existente.
Adormecer el sentimiento humano
como la mejor forma de sobrevivir
en el sinsentido de esta humanidad decadente.
Se prefiere soportar la publicidad reiterativa
al pensamiento que fluye del ojo del periodista desconocido
que atrapa imágenes de horror en su mirada,
al germen de sus insomnios eternos.
La guerra no es un film.
Todo está tan lejos, para la cobardía.
Las manos han dejado de trabajar la libertad
y por ello se prefiere la esclavitud consentida.
Atamos el pensamiento con cadenas que anestesian la realidad.
Para unos, las heridas son tatuajes estéticos
Y, para otros, la señal de su suerte,
la evidencia de que todavía siguen vivos.
Para unos, elegir un buen vino es una señal de su cultura
y, para otros, el agua embarrada lo único que han bebido hoy
que les permite buscar comida, mañana.
Duele el alma y se palia el sufrimiento con orfidal.
La fiesta continúa.
Los cohetes de la feria se confunden con la explosión de las
bombas.
Las guerras y la guerra del odio minan esta tierra sin
conciencia.
Humanidad, a veces tan inhumana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión me interesa mucho.