Un
dicho andaluz: “A la bicha ni mentarla” La superstición hace estragos en
quienes creen en ella. Puede que esa sea una de las razones por las que se
intenta no hablar de “mi muerte”. Porque de las muertes de otras personas si se
puede hablar. Son ajenas a nuestra propia vida. A nosotros no nos va a llamar
la innombrable de la guadaña, por lo menos en este instante. En el fondo,
sabemos que nos estamos engañando, nadie estamos libre de que en algún momento
nos recogerá en sus brazos.
¿Pero, para
qué tenemos que hablar de este tema? Cuando tenga que llegar ese momento, será
y no hay que amargarse “la vida con la muerte”. Porque “a la bicha ni mentarla”.
Quizás resulte incómodo hablar de este tema, pero no por ello se tiene que
disimular y elevarlo a la categoría de tabú. Es demasiado relevante. ¿Porqué no
hablar de la muerte?
Sin
ánimo de explicar nada, simplemente quiero transmitir dos ideas.
-Una, prefiero nombrar a las cosas por su nombre. Y cuando
se reconoce por el nombre, se acerca uno a la verdadera esencia de la realidad.
Por supuesto que a cada persona le
corresponde indagar, buscar, introducirse en el misterio de su propio ser.
Nadie puede sustituirle en esa tarea, tan importante, de intentar encontrar sentido a esta vida que siempre desemboca en la muerte.
-Otra, no ocultar el miedo. Tenemos todo el derecho del
mundo a apropiarnos de la cantidad de miedo que queramos, pero también podemos hacernos
conscientes de nuestra limitación. Personalmente me quedo con el empeño por
disfrutar a tope de esta vida, precisamente porque también soy consciente de la
muerte. Esa realidad que no puedo olvidar y que me ayuda a dar más alegría a
la vida.
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