En la actualidad no se
lleva muy bien eso de guardar silencio. Casi siempre tenemos algún ruido con el
que distraernos. Existe un cierto miedo a no percibir ningún sonido a nuestro
alrededor, a quedarnos en soledad y por tanto se intenta que, en todo momento,
haya algo de música, de ruido. No es habitual que la gente busque el silencio
en sus vidas. Bien es verdad que muchos
individuos expresan la necesidad de que los dejen solos cuando se produce un
exceso de relaciones sociales. El silencio es un potente promotor del cambio.
Cuando se encuentra el ser frente a él le revoluciona su mundo interior y le
conduce a estadios maravillosos en su vida. El silencio es la actitud
determinante de la escucha activa. A través de su magia se puede adentrar en
los insondables vericuetos y las partes más escondidas del ser humano.
La actitud de escucha como
fuente de aprendizaje no tiene precio. Practicarla frecuentemente es un
ejercicio de una riqueza inagotable. En cada persona hay un potencial maestro,
bien sea por sus lecciones de vida a través de su testimonio, bien sea por la
manifestación de sus errores en los que no debemos caer. Cuanto más se escuche
más se aprende. La escucha es como un papel secante en el que se impregna la
tinta dejando su huella, lo difícil es apoyar el papel sobre la superficie
adecuada y esa determinación depende exclusivamente del criterio con el que
tomamos las decisiones. Además, estar con los oídos abiertos facilita la
apertura al mundo que nos rodea, a ver diferentes perspectivas, diversas formas
de pensar, comprender nuevos sentimientos, sentir emociones renovadas.
El silencio activo delante
del otro permite abrir la mente a lo desconocido. Si no dejamos espacio la
mente se sentirá confiada en lo que ya conoce, pero cerrada a las nuevas
perspectivas de crecimiento, con lo cual estamos empobreciendo las fuentes de
conocimiento que nos acompañan siempre. Aquí juega un papel fundamental la atención.
Por medio de la atención focalizamos con precisión la nitidez del mensaje que
estamos recibiendo. Algunas personas suelen comentar mientras se mantiene una
conversación, “habla, habla que te escucho”, se está dando cuenta que la otra
persona ha dejado de hablarle e insiste en que continúe, pero no se da cuenta
que su expresión corporal le está delatando, no presta la atención que requiere
la verbalización. La atención no sólo se canaliza exclusivamente por el oído
sino que son necesarios emplear el resto de los sentidos. Cuando se escucha de
verdad haces sentir a los demás que son especiales, te unes a ellos y dejas en
su retina la imagen de que eres atractivo y percibes el valor de sus intereses
en toda su amplitud.
Del libro
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