lunes, 6 de abril de 2015

El mundo de las personas sin techo


          Estamos inmersos en una crisis económica, social e incluso cultural que dura ya demasiado tiempo. Como siempre sucede, la cuerda se rompe por su parte más endeble. Las consecuencias de la crisis la sufren las personas más débiles y con menos recursos. Estamos conociendo todos los días noticias de personas que son desahuciadas y obligadas a abandonar su domicilio por falta de recursos económicos. Son familias que se quedan en la calle de un día para otro sin un techo donde cobijarse. Un ejemplo de la precariedad de vida en la que nos podemos ver abocados por esta maldita crisis.
         Pero además existe un colectivo, desconocido para muchos, en el que vivir bajo el techo del cielo es su domicilio habitual. Estamos hablando de los transeúntes o también denominados “sin techo”. Individuos desarraigados de su tierra, de su hogar que transitan de un lado a otro en busca de los recursos básicos necesarios para subsistir cada día. Sin un trabajo que les proporcione una ocupación y una estabilidad económica digna. Personas que deambulan en solitario por las calles, pueblos y ciudades, estigmatizados con el sello de la marginación social. Alejados de su familia, la mayoría de las veces mostrando el aspecto más tosco, incluso agresivo, que les aísla todavía más de la sociedad. Una sociedad que hace la vista gorda ante estas situaciones de precariedad humana mientras no las perciba como una amenaza.
         Un colectivo que está a expensas de las instituciones benéficas que les proporcionan el alojamiento, la comida, el vestido  y la higiene necesaria para poder subsistir día a día. En su mayoría son hombres pero también mujeres que han entrado en una espiral de abandono personal, cayendo en lo más hondo del pozo y se encuentran sin las fuerzas, ni la capacidad para hacer todo lo posible por salir adelante en sus vidas. Han llegado a bajar tanto en la pendiente de su autoestima que pueden llegar a sentirse incapaces de integrarse en la sociedad y simplemente se acomodan a sobrevivir precariamente el día a día. Con el fracaso como compañero de camino, la frágil salud debida a la falta de una equilibrada alimentación, la carencia de cuidados, los desequilibrios psíquicos personales acumulados por las rupturas familiares, el consumo del alcohol o las drogas, hace muy difícil que estas personas puedan retomar hábitos saludables en el ámbito físico, psíquico y social.
         De todas estas situaciones en la que se ven sumergidas estas personas, habla el libro “Sin techo y de cartón” e intenta expresar la vulnerabilidad de la vida reflejada en individuos que deambulan, mendigan, viven e incluso duermen en las calles protegidos por cartones. A veces se piensa que la vida que llevan estas personas no tiene nada que ver con nosotros, pero no se puede olvidar que nadie está libre de ser frágil, de cartón.
         “Sin techo y de cartón”  es un ejercicio de empatía, de ponerse en la piel de cualquier persona vulnerable. Pretende hacer reflexionar al lector sobre el aprendizaje que todos podemos realizar a partir de nuestras relaciones. Comprender la debilidad del ser humano, saber gestionar las emociones y luchar contra las adversidades que surgen.


                                                        Rafa Roldán

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