No quiero
matar al mensajero. Bastantes intereses existen en los poderosos como para
darles razón en sus desmanes. Simplemente quiero pedir a muchos periodistas que
hagan el mismo ejercicio de autocrítica que exigen a quienes se les ponen en su
camino.
He zapeado
en los canales de la televisión y empezando desde el primer canal hasta el
último existe un abrumador despliegue de tertulias sobre el ébola. Periodistas
criticando como hienas las incompetencias, la mayoría cargados de razón, de los
políticos, de los responsables de la gestión, de los protocolos utilizados, de
los fallos que han producido el contagio de una mujer que hoy se encuentra
entre la vida y la muerte.
He
escaneado las emisoras de radio y lo mismo. Bla, bla, bla, sobre el mismo tema.
Excepto a los periodistas dedicados al deporte. Cuando es sobre el futbol
incluso he notado cómo asomaba la campanilla de alguno de ellos gritando gol…durante
siete respiros juntos. Creí que se habría producido un milagro para la
humanidad. Pero no. Simplemente una pelota había traspasado una línea blanca
marcada con yeso en el césped de un campo de futbol.
Horas y
horas de futbol, tenis, fórmula uno, motos GP, gran hermanos, chismes de
famosillos y poco más. Todos los programas guiados por tantos y tantos profesionales
con un piquito de oro. Así nos entretienen con noticias falaces, así duermen
nuestros sentidos, así complacen a sus amos y no muerden la mano que les da de
comer. Asisten a ruedas de prensa que no admiten preguntas, pues ¿a qué van? Se
sabe lo que van a opinar por la marca de su empresa, ¿dónde está la libertad
que pregonan?
La noticia
no es virus que padece Teresa, que ojalá salga de ésta. La noticia es que hay
cuatro mil personas que han muerto por causa del mismo virus. Eso sí, de otro
color, en otros países. ¿Dónde están los periodistas? Allí no los mandan sus
amos. Allí no se ven imágenes, ni se oyen testimonios, ni se entierran
dignamente, ni se atienden humanitariamente, ni se preocupan por los perros que
conviven con el virus, ni hay manifestaciones de animalistas. Allí no es
noticia la muerte.
Dónde están
esos piquitos de oro que hagan conscientes a los estados de estas situaciones.
¿Acaso en el siglo XXI todavía se tiene la creencia de que la humanidad está
dividida en hombres de primera y hombres de segunda? ¿Qué enseñan en las
escuelas de periodismo? ¿A ser piquitos de oro o mostrar la realidad que ayude
a reflexionar sobre el bien común?