La falacia es el engaño o mentira con el que se pretende engañar a una
persona sin que ésta se entere de ello. Y la paradoja es una expresión que envuelve una contradicción. Son dos
palabras extraordinariamente representativas que utilizan nuestros políticos
para buscar el lanzamiento hasta el poder. Una vez instalados en el sillón, le
corresponde al elector comprobar cuánto hay de mentira o verdad en las
afirmaciones que utilizaron sus elegidos en las campañas de captación de adeptos.
Los ciudadanos ya estamos muy
cansados de tantas mentiras, expresadas en forma de falacias o de paradojas.
Necesitamos comprobar con nitidez las verdades como puños. Los representantes
políticos de los partidos nos han acostumbrado a soportarles circunloquios ante
cualquier pregunta directa que simplemente tiene dos respuestas: sí o no. Te
intentan convencer de que un triángulo es cuadrado e incluso redondo y se
quedan tan “anchos”.
Con estas artimañas han
conseguido que las personas de a pie interpreten que el significado más genuino
de la política es el arte de salir impecable de las situaciones difíciles de
resolver, del embrollo. Hay que quedar “bien” a toda costa. “Lo que digo, lo
digo ahora, mientras me desdigo de lo que dije, no se vaya a pensar en que dije
lo que no dije.” Lo de menos es solucionar los problemas. La mayoría de los
políticos se llaman Sisi Nono. Sisi a lo que les pidas y Nono a lo que les
exijas. Y todos los partidos, sean del color que sean, son la “única
alternativa”. Todas sus verdades son las buenas y salvadoras, frente a las del
resto de partidos que todos sus planteamientos son malos y abocados al
desastre.
Estamos en vísperas de elecciones.
¿Has pensado cuánto cuesta la mentira, esté encubierta en la falacia o envuelta
en paradoja?
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