viernes, 6 de febrero de 2015

BELLEZA Y FELICIDAD

            Deseamos con ansia vivir momentos de placer absoluto y solemos experimentar una sensación de que siempre falta un paso más para disfrutar en plenitud. Sintonizar con la propia esencia del ser humano recogida en la belleza no está al alcance de cualquiera.  Dejar volar a uno de los sentidos, por ejemplo la vista, el oído o cualquier otro, hasta confluir con un estallido de felicidad significa vibrar con una de las aspiraciones humanas más genuinas: tocar la ontología utópica. ¿Cómo calibrar esa realidad misteriosa? Cuando viajamos disfrutamos contemplando un paisaje bello. Nos atrae la belleza de una mujer o de un hombre. Sentimos el placer cuando escuchamos la melodía de una música. Cualquier percepción de lo perfecto en nuestras sensaciones nos impulsa a disfrutar felizmente y deseamos que ese momento no acabe nunca por el placer que nos produce. Sin embargo, sabemos que es demasiado perecedero y pronto ese estado de bienestar pasará, dejando nuestro ser hasta el nuevo encuentro, a otra situación que nos transporte de nuevo a experimentar un cachito de felicidad, tantas veces perdida.

La abundancia excesiva de un momentáneo placer puede contribuir a embotar el resto de los sentidos que disponemos para deleitarnos con amplitud de la belleza. Se aprecia mucho mejor el valor de las cosas cuando se ha experimentado la carencia de ellas. Imaginemos que estamos de visita en un museo de renombre y en una sala amplia se exponen numerosos cuadros del célebre pintor Goya. Instantes antes acabamos de haber contemplado ocho salas con pinturas clásicas de otros grandes autores pictóricos. Posiblemente apenas nos detendremos en analizar y disfrutar de la belleza de uno solo de los cuadros del pintor aragonés. Sin embargo nos acercamos a la ermita de Muel. Este pueblecito está ubicado a pocos kilómetros de Fuendetodos, pueblo zaragozano donde se encuentra la casa natal de Goya, y contemplamos exclusivamente las pinturas de las pechinas, seguramente apreciaremos con más intensidad la calidad de la obra del famoso pintor.

Otra expresión de búsqueda en esta ardua tarea de explorar a tientas un modelo que nos acerque a la felicidad es la preocupación por la belleza personal, por ejemplo cuando pone el acento en la forma de vestir. Se desea ir vestido según unos patrones que los medios de comunicación ya se preocupan de insertar los modelos a seguir a través de la publicidad. Estos medios de comunicación tienen bastante influencia en la apreciación de la belleza. Si nos referimos a la distinción de una persona bella, ésta se valora si se adecúa al estereotipo marcado por la sociedad. Es decir uno está guapo o feo en función de su fidelidad a la moda y por supuesto, hay que gastarse ingentes cantidades de dinero en el vestido y sus complementos respectivos. Así la belleza no emerge desde dentro de la persona sino que llega del exterior invadiendo la libertad de ésta. La percepción sensorial de la hermosura es el resultado de la confluencia de múltiples factores, la figura del cuerpo, la concepción de belleza admitida en función de la zona geográfica donde se vive, la visión personal subjetiva de la persona que la valora, etc. Pero siempre estamos hablando de una percepción exterior de la belleza. Hay gente encantadora, que a primera vista, no parece tener una hermosura extraordinaria, pero una vez que se le conoce con más intensidad, comienza a desprender por todos los poros de su ser una energía especial que la convierte en una persona realmente bella. El cuento de La bella y la bestia expresa esta idea con una simplicidad inmejorable, la belleza habita especialmente en el interior pues está fundamentada en la virtud.

De “Caminar a tientas”


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