miércoles, 11 de abril de 2018

Enseñar a ser feliz


         Me gustaría comenzar de nuevo mi etapa de profesor para enseñar a mis alumnos a desaprender lo que se da por supuesto que es lo que hay que saber. 

      El aprendizaje es necesario para adquirir las destrezas más elementales. Claro. Hay que aprender a comer solos. ¿Qué pasaría si tuviéramos la veintena de años cumplidos y la mamá todavía tuviera que darnos la papilla, cortarnos los filetes de carne y acercarnos el vaso para beber agua? Difícil de imaginar, ¿verdad? Está claro que conviene saber las operaciones básicas, sumar, restar, multiplicar y dividir. Hay que alfabetizarse y si es posible doctorarse, por supuesto. 

   Pero sobre todo hay que “ser  y ser feliz”. ¿Qué educador se dedica a ello con todas sus energías?

    Enseñar a desaprender la competitividad como elemento que fomenta la exclusión de alguien en beneficio personal. Enseñar que el fin no justifica los medios y el respeto a mis semejantes en el camino es más importante que la meta de llegada. Enseñar a disfrutar de las cualidades personales y ponerlas al servicio de los demás. 

   Enseñar a no ser como el resto del mundo, sino a desarrollar las propias capacidades como aportación genuina a la sociedad. Enseñar la ética que supera la justicia y la coherencia que concilia la libertad con la responsabilidad.


De mi último libro: "¿Para qué fui a la escuela?"
https://www.youtube.com/watch?v=UXQYEBWPAaA

lunes, 9 de abril de 2018

Hijos felices


         Yo dedicaría toda la enseñanza a ser feliz. ¡Qué importa más que ésto! Yo quiero ser feliz y toda mi vida la he pasado buscando lo que me hacía acercarme con más fuerza a la vivencia de ese estado. 

       Las personas siempre se quejan cuando no son felices de verdad. Los padres están pendientes de sus hijos con la única misión de enseñarles a ser felices. Les educan con esa única finalidad. 

        Sin embargo, esta sociedad nos está inculcando el dinero como valor supremo y el poder como la herramienta más útil. Y ahí están los resultados. 

      Vivimos enajenados, pendientes de conseguir más para escalar en la pendiente del tener hasta la cima del sinsentido. Encerramos a los niños en las guarderías, en las escuelas, en los centros deportivos, en la vorágine de las actividades múltiples… con la finalidad de disponer de más tiempo para trabajar y ganar más  dinero. Y, así pagar unos días de vacaciones en verano. Comprar un modelo de automóvil mejor y con más potencia que el que tenemos. Viajar lo más lejos posible. Cambiar de casa a otra mucho más confortable.

       La felicidad se nos escurre entre los dedos como la mantequilla en la sartén ardiente.

De mi último libro: "¿Para qué fui a la escuela?"
https://www.youtube.com/watch?v=UXQYEBWPAaA




domingo, 11 de marzo de 2018

Verja


verja apoyada en pared


Aquí estoy desencajada,
Esperando un destino
o, tal vez, desechada.

Me abrasa la luz,
el dolor me dobla
detrás, las piedras me guardan.

Escucho las sombras,
que ya no me hablan
temerosas del sol a sus espaldas.

Férrea, a martillazos hecha.
Herida del tiempo.
Herrumbre y cardenillo.