Negra, insolente, líquida
hasta borrar el blanco papel.
Rumor de letras arrastradas,
dibujadas. Tinta derramada.
Palabras escondidas, licuadas
en metálico cilindro.
Voces escupidas, hilo silencioso
algo rasgado, sinuoso camino.
Electroencefalograma de pensamiento
y sentimientos. Lenguaje guiado
por mano de escribano.
Línea corta, salteada en dolor y amor.
Pluma de emociones goteada
e ilusiones. Presionando, arando
la tierra blanca, dibujando camino
y relato. A veces, retrato
Prosa poética, sonetos, sextillas,
romances. Letras sembradas.
Sueños versados. Ecos declamados
por recias voces de rapsodas.
Pluma
Vivir y sentir
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jueves, 7 de diciembre de 2017
miércoles, 6 de diciembre de 2017
No soy un viejo
¿Pero qué le pasa al mundo? Creen
que he perdido el juicio y me tratan como a un niño. Fíjate, me dicen que el “pis”
se hace dentro del wáter y el “pas” no se unta en los sanitarios. Cuando voy al
médico siempre justifica mis dolores con los años y “qué vamos a hacer”, el
tiempo no pasa en balde. Si lo único que siento es que las piernas me duelen y
por eso no puedo caminar bien. Es verdad que abrocharme los botones de la
camisa me resulta imposible. Claro, si se ha puesto de moda hacer los ojales
muy estrechos, así es muy difícil. La cremallera del pantalón no la subo hasta
arriba porque tiene el cierre demasiado pequeño y cuando me entra una prisa no
me da tiempo. Suelo utilizar los zapatos más anchos, ¡cualquiera acierta con el
calzador! Me parece que el suelo está más bajo que hace un tiempo atrás.
¡Estoy harto! Continuamente me
echan en cara que eso ya lo había dicho. ¡Pues claro! Lo que pasa es que nunca
me hacen caso. Yo me acuerdo de las cosas y todo el mundo se empeña en
convencerme que es a mí sólo a quien se le olvidan. ¡No hay derecho! Si sabré
yo lo que pasa. He perdido vista. Ahora no veo como antes. Las últimas gafas
que me compré no me las ajustaron bien. He ido varias veces al oculista y dice
que sí, pero no me hace mucho caso, estoy seguro. Así que me cuesta meter las
llaves en las cerraduras. A veces, no dejo la tacita del café en el centro del
plato y se derrama algo, pero claro no se dan cuenta que las gafas están mal
graduadas.
Me molesta que me griten. Me
parece una falta de respeto. Encima, cuando lo digo me contestan que no les
escucho. ¡Claro que les escucho! Y les da igual. Siempre se tienen que llevar el
gato al agua. Si yo estoy en mi mundo, los demás estarán en el suyo, digo yo.
La última proposición de mis hijos es que me ponga un sonotone de esos que se
ponen en la oreja. ¡Lo que faltaba para parecer un robot distraído, ni de coña!
No sé que se piensan. Yo me entero de todo. Ahora me han comprado un pastillero
en el que meten toda la medicación de la semana. Dicen que así no se me
olvidarán tomar las pastillas. Pero eso sí que es liar la cosa. ¡Si yo lo tenía
todo organizado..!
Sé conducir perfectamente y no
quisieron renovarme el carné. Pero no fue en la revisión rutinaria de Tráfico,
sino mis propios hijos los que impidieron que cogiera el coche. No se fían de
mí y creo que fue porque tuve un par de despistes sin importancia. Como si yo
fuese la única persona que tiene despistes al volante.
Si les voy a llevar la corriente
en todo lo que me recomiendan, tendría que comprarme un bastón, unas muletas o,
mejor, un andador de esos que llevan ruedas y silla incorporada y, cuando se
cansan de andar, se sientan. El sonotone, un calzador largo para no agacharme.
El botón de llamada colgado al pecho para llamar a urgencias, la almohada
eléctrica, cambiar el teléfono fijo y poner uno con números grandes y no sé
cuantas cosas más. Creen que soy un viejo, ¡por favor!
Están empeñados en que venga una
persona a casa para hacerme las tareas domésticas y mientras yo pueda eso no va
a suceder. No soy ningún inútil. Las cosas me cuesta hacerlas, pero yo voy a mi
ritmo y me apaño. Lo que más me entristece es que me he enterado de que
posiblemente, la “única solución” sea entrar en una residencia de ancianos. “Unica
solución”, ¿a qué? ¡Lo que me faltaba! Me quieren aparcar en el desguace de
abuelos para que de allí me saquen con los pies para adelante. Además, ya me
han dicho que mis ahorros deberían tener algún disponente más, por si acaso me
pasa algo a mí. ¡Vamos que puedan hacer con mi dinero lo que les dé la gana!
Soy mayor. ¡Claro que soy mayor!
Pero, NO SOY UN VIEJO.
domingo, 3 de diciembre de 2017
Arrebol maldito
Silente,
la tarde arrebolada.
En
el pueblo sisean mil secretos,
enredados
rumores indiscretos,
sobre
una mujer enamorada.
Mejilla
de arrebol encarnada,
sofocos
hinchados, de amor repletos
sollozos
declarados incompletos,
al
candor natural iluminada.
Cielo
engalanado de nubes rosas
en
el gris tardío, sol explotando,
dormido
en azules mariposas.
Sus
manos blancas ocultan llorando
el
desprecio de almas lastimosas,
maltrato
social, vergüenza quemando.
miércoles, 29 de noviembre de 2017
EDUCADORES: ¡Atención a la indiferencia y al olvido!
Querido/a colega (escribir nombre):
No puede quedar así. Son tantos años
juntos. Reuniones, cafés, charlas. Preocupaciones comunes. Alumnos y alumnas.
Notas, listas, programaciones, temas, tutorías, apuntes. Saludos, despedidas.
Comentarios, dudas, esperanzas. Acercamientos, lejanías. Deseos comunes,
discrepancias. Acuerdos y discusiones sin final. Silencios compartidos.
No puede quedar así. Aunque los plazos
se cumplan, las fechas lleguen inexorables al final del camino. La vida
continúe su ritmo, sin parar. Las exigencias de cada curso, de cada grupo, de
cada clase… estén ahí y sean imparables. El tiempo escasea para todos. Ese oro
intangible y tan preciado no se puede desperdiciar.
Todo
pasa en esta vida. Hay personas que se cruzan en nuestro camino con verdaderos
obstáculos y personas que marcan la diferencia. Amigos y enemigos. Compañeros,
conocidos. Todo depende de tantos factores que admite justificaciones al gusto
de todos. Pero insisto: No puede quedar
así.
La indiferencia es el peor enemigo
de las relaciones y el olvido,
la conclusión final. Yo me rebelo a que sea así. Porque tú (aquí va tu nombre
con mayúsculas) has formado parte de mi vida. Sin tu existencia, sin tu
presencia, nada hubiera tenido sentido. Tu aportación, eres tú. Como tú no
conozco a nadie y, por eso, has sido un regalo que he recibido. No quiero
compararte con nadie, es imposible hacerlo. No eres ni mejor, ni peor que otras
personas de las que han formado parte de mi vida. Basta que te haya conocido
para sentirme obligado a darte millones de gracias. Reconocer tu existencia
para siempre, marcar tu nombre en mis contactos y guardar muchas copias en el
disco duro del corazón.
No puede quedar así. Porque tenemos la vocación de educadores y,
el educador por excelencia es capaz de acompañar en libertad y disfrutar
contemplando el crecimiento de las personas que quiere. Va en nuestro ADN saber
esperar, comprender y respetar los ritmos personales, creer en la fuerza
personal de cada vida. Estoy convencido de que los educadores tenemos el
privilegio y la gran responsabilidad de insinuar, con nuestro ejemplo de vida,
las claves que configuren un mundo cada vez más libre y una humanidad inteligente que sepa
vivir en paz.
No puede quedar así. Las personas
(alumnado o profesorado) que han tocado nuestro ser ya son parte de nosotros,
de nuestro universo. A ellas les debemos parte de lo que somos y de los que
hemos vivido. Por eso se merecen nuestro agradecimiento y reconocimiento,
siempre. Pero jamás la indiferencia
o el olvido. Así lo siento,
colegas.
lunes, 20 de noviembre de 2017
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