Ya
se han terminado las fiestas navideñas. Ahora toca volver a la actividad
cotidiana. Se acabaron las interminables sentadas con algo que llevarse a la
boca. Carne o pescado, dulce o salado, con alcohol o sin él. Charlas, risas,
disfraces, abrazos, besos, todo ello mezclado con grandes dosis de recuerdos,
unos gratificantes y otros, que solo evocan la tristeza.
Algunas
personas están deseando que se pasen estos días y no, precisamente por la
alegría con la que se han vivido, sino por la tremenda carga de trabajo que ha
supuesto para ellas. Me refiero especialmente a las madres y a las amas de casa.
A pesar de vivir en estos tiempos donde se habla mucho de la igualdad, de los
derechos de la mujer y las actitudes machistas se denostan con tanta fiereza,
resulta que, en la mayoría de las ocasiones, les toca el grueso de las tareas a
estas mujeres.
¿Quiénes
preparan todos los menús, van a comprar, cocinan, buscan el mejor regalo para
niños y mayores, ambientan el hogar, piensan en cada detalle para que las
fiestas de navidad sean auténticamente fiestas? ¿Quiénes son las últimas
personas que se sientan a la mesa y las primeras que se levantan, para que todo
el mundo esté bien servido? ¿Quiénes se quedan a recoger los restos de la
fiesta, cuando todo el mundo se ha marchado con la alegría en el cuerpo,
volviendo a dejar todo limpio y en su lugar?
Ya
sé, ya. Tal vez haya más de un hombre se haya sentido discriminado con las
palabras anteriores. Pero si él ha sido sobre quien ha caído toda
responsabilidad familiar de la organización y desarrollo de estas navidades, le
felicito de corazón, entra en el escaso círculo de lo que yo llamo, hombres con
alma de mujer y no lo digo de forma peyorativa.
Lo
único que quiero destacar es la importancia que tienen las madres y las amas de
casa en la familia. Agradecerles su entrega desinteresada, su discreta
presencia que las sitúa en un segundo plano, cuando deberían recibir el reconocimiento
de todos. Son como el palo del almiar, si no fuera por su existencia sería
imposible mantener su consistencia.
Sin vosotras… no hay navidad.