sábado, 9 de junio de 2018

TINTA Y TIEMPO. Acto de presentación del libro.


Si no disponéis del tiempo para visualizar el vídeo, no pasa nada. Leer el libro Tinta y tiempo. Son retazos de vida derramados con tinta, sobre el papel de la vida.


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Las palabras de Ángel Pérez Giménez en la presentación del libro. Merece la pena disfrutarlas. Gracias Ángel, de corazón.

viernes, 8 de junio de 2018

Acto presentación TINTA Y TIEMPO




¡Una gozada! Ayer, en la presentación de mi libro TINTA Y TIEMPO, Ángel Pérez Giménez nos hizo pasar un rato buenísimo. Nos reímos,nos hizo pensar y además nos tocó el corazón. Alegría y poesía, besos, versos y abrazos. Un placer para los sentidos. Muchas gracias a quienes nos acompañasteis. Muchas gracias porque formáis parte importante de nuestra vida. Millones de besos y abrazos.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Presentación del libro TINTA Y TIEMPO

Una ocasión para juntarnos. 
Para disfrutar de la palabra, del abrazo, de los versos y de los besos.


         Tinta y tiempo, palabras escritas con tinta y derramadas sobre un papel en blanco, son evidencias de las historias vividas en el corazón. El tiempo es testigo silente de la emociones, del dolor y del amor. Los versos, besos. Los poemas denuncias encaradas o caricias del alma. La sensibilidad, la ternura, el viento o la mirada, un rumor de tanta felicidad hurgada.

miércoles, 11 de abril de 2018

Enseñar a ser feliz


         Me gustaría comenzar de nuevo mi etapa de profesor para enseñar a mis alumnos a desaprender lo que se da por supuesto que es lo que hay que saber. 

      El aprendizaje es necesario para adquirir las destrezas más elementales. Claro. Hay que aprender a comer solos. ¿Qué pasaría si tuviéramos la veintena de años cumplidos y la mamá todavía tuviera que darnos la papilla, cortarnos los filetes de carne y acercarnos el vaso para beber agua? Difícil de imaginar, ¿verdad? Está claro que conviene saber las operaciones básicas, sumar, restar, multiplicar y dividir. Hay que alfabetizarse y si es posible doctorarse, por supuesto. 

   Pero sobre todo hay que “ser  y ser feliz”. ¿Qué educador se dedica a ello con todas sus energías?

    Enseñar a desaprender la competitividad como elemento que fomenta la exclusión de alguien en beneficio personal. Enseñar que el fin no justifica los medios y el respeto a mis semejantes en el camino es más importante que la meta de llegada. Enseñar a disfrutar de las cualidades personales y ponerlas al servicio de los demás. 

   Enseñar a no ser como el resto del mundo, sino a desarrollar las propias capacidades como aportación genuina a la sociedad. Enseñar la ética que supera la justicia y la coherencia que concilia la libertad con la responsabilidad.


De mi último libro: "¿Para qué fui a la escuela?"
https://www.youtube.com/watch?v=UXQYEBWPAaA

lunes, 9 de abril de 2018

Hijos felices


         Yo dedicaría toda la enseñanza a ser feliz. ¡Qué importa más que ésto! Yo quiero ser feliz y toda mi vida la he pasado buscando lo que me hacía acercarme con más fuerza a la vivencia de ese estado. 

       Las personas siempre se quejan cuando no son felices de verdad. Los padres están pendientes de sus hijos con la única misión de enseñarles a ser felices. Les educan con esa única finalidad. 

        Sin embargo, esta sociedad nos está inculcando el dinero como valor supremo y el poder como la herramienta más útil. Y ahí están los resultados. 

      Vivimos enajenados, pendientes de conseguir más para escalar en la pendiente del tener hasta la cima del sinsentido. Encerramos a los niños en las guarderías, en las escuelas, en los centros deportivos, en la vorágine de las actividades múltiples… con la finalidad de disponer de más tiempo para trabajar y ganar más  dinero. Y, así pagar unos días de vacaciones en verano. Comprar un modelo de automóvil mejor y con más potencia que el que tenemos. Viajar lo más lejos posible. Cambiar de casa a otra mucho más confortable.

       La felicidad se nos escurre entre los dedos como la mantequilla en la sartén ardiente.

De mi último libro: "¿Para qué fui a la escuela?"
https://www.youtube.com/watch?v=UXQYEBWPAaA




domingo, 11 de marzo de 2018

Verja


verja apoyada en pared


Aquí estoy desencajada,
Esperando un destino
o, tal vez, desechada.

Me abrasa la luz,
el dolor me dobla
detrás, las piedras me guardan.

Escucho las sombras,
que ya no me hablan
temerosas del sol a sus espaldas.

Férrea, a martillazos hecha.
Herida del tiempo.
Herrumbre y cardenillo.

sábado, 10 de marzo de 2018

La mayoría y el juicio


    Se dice de una persona que tiene juicio cuando mantiene una opinión razonada sobre algún aspecto de la vida. También se le suele considerar como una persona con criterio. Mantener el juicio, la opinión o el criterio, razonadamente, es una cualidad que, en la actualidad, se prodiga poco.

Se aprecia cómo se está conformando una sociedad que utiliza la  “mayoría” como concepto que sustituye al de juicio.

Se define como “mayoría” al conjunto o grupo cuantitativamente superior a otro conjunto o grupo que es cuantitativamente menor. Como se puede apreciar el concepto “mayoría”, aunque sea impersonal, anodino, indefinido, impreciso, incierto, ambiguo e indeterminado, por no alargar más su confusa definición, deja claro la existencia de un número mayor sobre otro número menor.

            La mayoría es el criterio que lo justifica casi todo. Existen demasiadas decisiones que se dirimen por este criterio. En elecciones políticas, en comunidades de vecinos, en consejos de administración, en tantas organizaciones sociales, etc. En última instancia, la decisión final es acordada por “la mayoría”. No importa si el procedimiento de discernimiento es correcto, si se tiene la información adecuada, si es un bien o un mal, justo o injusto, valor o contravalor. Se da por supuesto que la existencia de mayoría justifica, por si misma, que el juicio sea el adecuado.

            El concepto de mayoría hace referencia clara a la cantidad y el de juicio a la calidad. Priorizar una sobre otra conlleva sus consecuencias.

            Algunas veces, la mayoría suele ser el refugio de los que no quieren pensar y abandonan su voluntad en manos ajenas para obedecer ciegamente. En esta sociedad hay partes interesadas en educar para la obediencia. El arte de hacer obedecer es uno de los mejores desarrollados por la sociedad. Obedecer a no se sabe qué, ni a quién. Sumisión al gobierno, al partido, al consejo de administración, al cliente, al votante, al inversor, al padre espiritual, al dios que designa cada religión, a las normas, a lo establecido. Los hijos a los padres, los alumnos a los maestros, los maestros a la administración educativa, ésta al gobierno de turno y el gobierno al jefe del partido y éste, a la “mayoría” que lo ha elegido, en el mejor de los casos.

            La fortaleza del rebaño social está consiguiendo eximir a todo el mundo de su responsabilidad personal. Incluso hay interesados en decirnos, según su “interesada” interpretación, quién es la mayoría social. ¿Dónde se encuentran las personas independientes que toman decisiones con criterio y asumen las consecuencias, ya sean beneficiosas o perjudiciales? El mundo parece estar dividido en dos tipos de personas: las que dicen “yo no he sido” cuando ha salido algo mal y las que aprovechan la más mínima oportunidad para “ponerse la medalla” ante cualquier logro, sea o no por su intervención. Si el resultado es positivo el mérito es personal y si es negativo, la culpa se socializa.

            La fuerza del rebaño es poderosa. Quiero pensar que todavía hay personas que se resisten a ser “mayoría” aunque ello les suponga, en muchos momentos, no ser bien visto por ese tipo de  “mayoría”.
           

miércoles, 28 de febrero de 2018

En la orilla

En la orilla

Llama la mar a tus olas, 
y te devuelve el eco 
de las piedras mecidas en la arena 
y dejas un beso a la tarde
envuelta de azules y grana. 

Rayos cristalinos, irisados. 
Alboradas de fulgor encendidas,
te miran a escondidas.
Y abres tus labios amapolas 
en un suspiro de luces .

Un ramo de palabras abrazadas 
a tu silencio embelesado. 
Huellas en la soledad que, dibujando
en la arena mariposas de colores, 
el agua quiere borrarlas.