lunes, 4 de mayo de 2015

EN MEDIO DEL DOLOR

En medio del dolor no es fácil sonreír. Sin embargo es el momento de más necesidad. Los instantes de dolor nos recuerdan las horas vividas en la felicidad que conlleva la normalidad. Esa vida cotidiana, algunas veces anodina, donde no sucede nada especial. Toca el despertador. Vas a trabajar. Opinas de las noticias. Paseas por el supermercado. Descansas en el sofá mirando la tele. Ríes, juegas, bromeas.

            Pero amigo, cuando el dolor entra en tu casa todo es distinto. Es como si hubiera habido un apagón eléctrico. En un santiamén todo se vuelve oscuro, no se ve nada. La percepción de tu dolor ha sido el interruptor de tal apagón. Ya no sonríes, ya no juegas, ya no bromeas. Estás pendiente sólo de tu dolor. Has echado una cortina para separarte del mundo y quedarte solo en tu soledad. La sensación de sufrimiento personal es como el carnet identificativo que te da derecho a ponerte en el centro del universo, para abandonarte en sus brazos y que todo el mundo se ponga a tu servicio. Ha llegado la ocasión de erigirte en la persona egoísta, exigente, dictadora. Tienes el justificante que te ha proporcionado el dolor.

            Se acercan tus cuidadores más cercanos y en ellos se vuelcan tus malos modos. No son capaces de ponerse en tu lugar al cien por cien. Incluso se permiten el capricho de bromear, de sonreír y reír, de jugar. ¡Qué poca empatía y respeto a tu dolor! Si estuvieran con tu dolor sabrían lo que vale un peine.

            El dolor es también parte de ti. ¿Sabes que no eres tan perfecto como te creías, amigo? ¿Comprendes ahora porqué no hay monedas con una sola cara? ¿Has aceptado los límites que te identifican con ser humano?

            No propongo nada fácil. Jugar, reír o, al menos sonreír en medio del dolor. Como dice un amigo: “Las penas compartidas son la mitad de penas y las alegrías compartidas son doblemente alegrías”. Si es así, y yo estoy convencido de ello,  merece la pena jugar, reír y sonreír en medio del dolor. Porque aunque el dolor permanezca ahí, habremos disfrutado de la vida junto a los demás. Mientras que si sólo centramos nuestra mirada sobre el dolor, lo único que conseguiremos es ahondar mucho más en él y sentiremos cómo se hace dueño y señor de nuestra voluntad.


lunes, 27 de abril de 2015

QUIERO SER FELIZ

            Los días siguientes fueron demasiados duros para Alex. La ausencia de su abuelo le acompañaba allá por donde iba. Había pasado tantas horas con él que oía su voz en la sala de estar y en cualquier sitio de la casa. Los ruidos de la cocina lo traían a su memoria.  Muchas veces le parecía oír su nombre llamándole desde la puerta de su habitación.  Luego se hacía consciente de la situación y le embargaba una nostalgia que, de vez en cuando, le hacía saltar las lágrimas sin poderlo remediar.  En la convivencia con sus padres se había creado un silencio mayor  que el de costumbre. Todos intentaban hacerse los fuertes y evitaban hacer comentarios referentes al fallecimiento del abuelo.
            Su madre se encontraba especialmente triste, su padre guardaba largos y discretos silencios. Alex sabía que no podía hacerle las gracias que acostumbraba porque parecían fuera de tono.  En casa se había creado un vacío demasiado grande. Cuando se encerraba en su cuarto siempre recurría la tentación de tomar la consola, pero una fuerza especial le paralizaba totalmente. No se atrevía a tocarla bajo ningún pretexto. La curiosidad de conocer el resultado de puntos con el que habría terminado la partida su abuelo era un motivo muy atrayente para Alex. Si se hubiera agotado la batería jamás podría saber el resultado. Si quedase algo de carga sería suficiente para comprobar el resultado y la orientación del Mago Mangarín.
            Transcurrieron más de dos meses para que Alex se atreviese a mirar la consola. Se acercó a ella por enésima vez, con el propósito de superar el miedo que le tenía amordazado. Al tocarla con sus manos sintió la presencia de David junto a él. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo de la cabeza a los pies. Notó la mirada de su abuelo y creyó sentir la respiración detrás de sus hombros. Se giró sobre sí mismo con el deseo de reconocerlo, pero al instante se desvanecieron todas las sensaciones que había tenido. Se encontraba con la consola en sus manos, quieto, intentando pulsar el botón de encendido con una expectación inaudita. Con decisión se dijo así mismo, adelante y pulsó el botón del encendido. La consola no respondía y la pantalla permanecía apagada. Lo intentó de nuevo, el resultado fue el mismo. Buscó el cargador de batería para restablecer la energía en el aparato y lo conectó a la red eléctrica. Volvió a pulsar el botón de encendido y la pantalla se iluminó. Buscó la última partida que había jugado su abuelo y se había borrado totalmente. No había forma de localizar ninguno de los juegos que contenía anteriormente y por supuesto tampoco se encontraban aquellos con los que David había pasado tan emocionantes momentos.  Recurrió entonces al menú y seleccionó “Ayuda” con la intención de consultar al Mago. La única respuesta que halló fue la siguiente: “El Mago Mangarín lo llevas dentro de ti mismo”.  Releyó la frase y se quedó mirando a la consola atónito, sin saber qué hacer. No pudo saber el nivel al que había llegado su abuelo. Y, a partir de ahora, ¿a quién consultaría? En clase de filosofía, ¿habría alguien que le podría cargar el software? ¿Para qué lo necesita si ahora es él el Mago?
            Alex entró en un proceso de búsqueda permanente. Si soy el Mago Mangarín, ¿cuál es mi meta a partir de ahora? Sabía de la importancia de conocer hacia dónde  quiere uno llegar. Se trataba de practicarlo  y puso manos a la obra.
-Estoy muy preocupado por mí mismo. Sé que estoy en proceso de crecimiento, he oído que en la adolescencia se producen muchos cambios, aunque yo solamente me doy cuenta cuando me miro en el espejo del gran problema que tengo con el acné. Me salen muchísimos granos y todos los días me doy una crema que se supone maravillosa para el cutis, pero me veo horrible. No me extraña que las chicas no se fijen en mí. Además mi estatura, no es demasiado alta, algunos compañeros miden casi diez centímetros más. No obstante intento mejorar mi imagen ante los demás, sin embargo no estoy seguro de que tanto tiempo gastado en acicalamiento sea lo más importante. He aprendido a distinguir la obsesión por uno mismo denominado narcisismo, del proceso de maduración personal en el que se intenta ir descubriendo el camino para no quedarse en un estado infantil.  Por tanto necesito liberarme del narcisismo físico y emocional.  Vivir con este peso encima de mí me agobia un poco. Estoy descontento conmigo mismo porque en el fondo no acepto mi cuerpo tal y como es, tampoco acepto mis maneras de reaccionar ante los demás porque, a veces, soy incapaz de controlar mis emociones. Tengo que aceptar mis límites y no ser yo mismo quien me ponga barreras. Me conviene reconocer las estupendas cualidades personales, sin falso pudor, y no envidiar las que yo miro en los demás. Estoy demasiado pendiente de los juicios que hacen los otros sobre mí. Me influencia de tal manera que muchas veces me paraliza un poco. No puedo vivir a expensas de lo que diga la gente, puedo ser yo mismo. Yo tampoco puedo vivir por los demás.
 Voy a intentar concentrarme en buscar la armonía conmigo mismo para encontrar el camino de la felicidad. Quiero ser feliz.

Del libro "EL MAGO MANGARÍN"
  

viernes, 24 de abril de 2015

El silencio promotor del cambio

En la actualidad no se lleva muy bien eso de guardar silencio. Casi siempre tenemos algún ruido con el que distraernos. Existe un cierto miedo a no percibir ningún sonido a nuestro alrededor, a quedarnos en soledad y por tanto se intenta que, en todo momento, haya algo de música, de ruido. No es habitual que la gente busque el silencio en sus vidas. Bien es verdad que  muchos individuos expresan la necesidad de que los dejen solos cuando se produce un exceso de relaciones sociales. El silencio es un potente promotor del cambio. Cuando se encuentra el ser frente a él le revoluciona su mundo interior y le conduce a estadios maravillosos en su vida. El silencio es la actitud determinante de la escucha activa. A través de su magia se puede adentrar en los insondables vericuetos y las partes más escondidas del ser humano.

La actitud de escucha como fuente de aprendizaje no tiene precio. Practicarla frecuentemente es un ejercicio de una riqueza inagotable. En cada persona hay un potencial maestro, bien sea por sus lecciones de vida a través de su testimonio, bien sea por la manifestación de sus errores en los que no debemos caer. Cuanto más se escuche más se aprende. La escucha es como un papel secante en el que se impregna la tinta dejando su huella, lo difícil es apoyar el papel sobre la superficie adecuada y esa determinación depende exclusivamente del criterio con el que tomamos las decisiones. Además, estar con los oídos abiertos facilita la apertura al mundo que nos rodea, a ver diferentes perspectivas, diversas formas de pensar, comprender nuevos sentimientos, sentir emociones renovadas.

El silencio activo delante del otro permite abrir la mente a lo desconocido. Si no dejamos espacio la mente se sentirá confiada en lo que ya conoce, pero cerrada a las nuevas perspectivas de crecimiento, con lo cual estamos empobreciendo las fuentes de conocimiento que nos acompañan siempre. Aquí juega un papel fundamental la atención. Por medio de la atención focalizamos con precisión la nitidez del mensaje que estamos recibiendo. Algunas personas suelen comentar mientras se mantiene una conversación, “habla, habla que te escucho”, se está dando cuenta que la otra persona ha dejado de hablarle e insiste en que continúe, pero no se da cuenta que su expresión corporal le está delatando, no presta la atención que requiere la verbalización. La atención no sólo se canaliza exclusivamente por el oído sino que son necesarios emplear el resto de los sentidos. Cuando se escucha de verdad haces sentir a los demás que son especiales, te unes a ellos y dejas en su retina la imagen de que eres atractivo y percibes el valor de sus intereses en toda su amplitud.
Del libro
"Caminar a tientas"



viernes, 10 de abril de 2015

Amigo

Esta poesía es un homenaje personal a todas las personas que sienten el peso de las dificultades en algún momento de su vida y se encuentran sin saber muy bien qué hacer. Personas sin un techo para dormir, sin un hogar donde donde convivir,sin una familia a quien amar. Personas vulnerables que sufren, con demasiada frecuencia, el peso de la soledad en sus vidas.

                                                                                                    AMIGO

Amigo,
no sé cómo llamarte.
No sé quién eres.
me dirijo a ti, tal vez a mí.

Hablo de ti, pero no, contigo.
Te nombran usuario,
de servicios, de centros
y… ¿de qué más?

De abolengo: Sin techo.
Ilustre, persona sin hogar.

Algunos, mendigo,
otros transeúnte,
dibujando tu nombre
con el adjetivo de pobre.

Al sol ofreces tu piel,
a la luna tus sueños.
Y en la soledad escondes
tu verdadero ser.

¿De dónde vienes?.
Amigo, ¿a dónde vas?
Las caricias del infierno
hoy, son heridas del ayer.

Caminas y caminas, hacía ti mismo,
con la casa en la mochila
huyes del recuerdo, del pasado.
Alumbrado con la luz de tus estrellas.

Amigo, no sé quién eres.
Tal vez te llame con mi nombre
y así reconocerán tus ojos
mi mirada.

Rafael Roldán




lunes, 6 de abril de 2015

El mundo de las personas sin techo


          Estamos inmersos en una crisis económica, social e incluso cultural que dura ya demasiado tiempo. Como siempre sucede, la cuerda se rompe por su parte más endeble. Las consecuencias de la crisis la sufren las personas más débiles y con menos recursos. Estamos conociendo todos los días noticias de personas que son desahuciadas y obligadas a abandonar su domicilio por falta de recursos económicos. Son familias que se quedan en la calle de un día para otro sin un techo donde cobijarse. Un ejemplo de la precariedad de vida en la que nos podemos ver abocados por esta maldita crisis.
         Pero además existe un colectivo, desconocido para muchos, en el que vivir bajo el techo del cielo es su domicilio habitual. Estamos hablando de los transeúntes o también denominados “sin techo”. Individuos desarraigados de su tierra, de su hogar que transitan de un lado a otro en busca de los recursos básicos necesarios para subsistir cada día. Sin un trabajo que les proporcione una ocupación y una estabilidad económica digna. Personas que deambulan en solitario por las calles, pueblos y ciudades, estigmatizados con el sello de la marginación social. Alejados de su familia, la mayoría de las veces mostrando el aspecto más tosco, incluso agresivo, que les aísla todavía más de la sociedad. Una sociedad que hace la vista gorda ante estas situaciones de precariedad humana mientras no las perciba como una amenaza.
         Un colectivo que está a expensas de las instituciones benéficas que les proporcionan el alojamiento, la comida, el vestido  y la higiene necesaria para poder subsistir día a día. En su mayoría son hombres pero también mujeres que han entrado en una espiral de abandono personal, cayendo en lo más hondo del pozo y se encuentran sin las fuerzas, ni la capacidad para hacer todo lo posible por salir adelante en sus vidas. Han llegado a bajar tanto en la pendiente de su autoestima que pueden llegar a sentirse incapaces de integrarse en la sociedad y simplemente se acomodan a sobrevivir precariamente el día a día. Con el fracaso como compañero de camino, la frágil salud debida a la falta de una equilibrada alimentación, la carencia de cuidados, los desequilibrios psíquicos personales acumulados por las rupturas familiares, el consumo del alcohol o las drogas, hace muy difícil que estas personas puedan retomar hábitos saludables en el ámbito físico, psíquico y social.
         De todas estas situaciones en la que se ven sumergidas estas personas, habla el libro “Sin techo y de cartón” e intenta expresar la vulnerabilidad de la vida reflejada en individuos que deambulan, mendigan, viven e incluso duermen en las calles protegidos por cartones. A veces se piensa que la vida que llevan estas personas no tiene nada que ver con nosotros, pero no se puede olvidar que nadie está libre de ser frágil, de cartón.
         “Sin techo y de cartón”  es un ejercicio de empatía, de ponerse en la piel de cualquier persona vulnerable. Pretende hacer reflexionar al lector sobre el aprendizaje que todos podemos realizar a partir de nuestras relaciones. Comprender la debilidad del ser humano, saber gestionar las emociones y luchar contra las adversidades que surgen.


                                                        Rafa Roldán

jueves, 2 de abril de 2015

Presentación "Sin techo y de cartón" en Fundación San Valero

“A quienes no conozcan la realidad de las personas sin hogar, la lectura de Sin techo y de cartón, a través de la mirada de Fran, de sus percepciones y de sus sentimientos, les descubrirá un mundo sorprendente, más allá de estereotipos y mitos. Un mundo habitado por personas de carne y hueso
que se encuentran literalmente sin nada; un mundo de personas profundamente solas, que lo han perdido todo y, a pesar de ello, a veces, al menos a veces, sacan fuerzas para intentar superar su situación.

Sin techo y de cartón intenta expresar la vulnerabilidad de la vida reflejada en personas que deambulan, mendigan, viven e incluso duermen en las calles protegidas por cartones.”
Gustavo A. García Herrero
Director del Albergue Municipal de Zaragoza


martes, 24 de marzo de 2015

La ceguera remunerada

         En la medida que el cuerpo va envejeciendo también lo hacen sus órganos y es normal constatar cómo la gente mayor acaba teniendo problemas con sus ojos. Es muy frecuente observar en personas de cierta edad cómo alejan los textos de la vista y estiran el brazo hasta encontrar la distancia apropiada que les permita leer. Acompañando con resignación el siguiente comentario: “Sin gafas no veo ni torta”. Para buscar solución a este problema lo sencillo es ir al oculista y comprar las gafas que recomiende. En resumen, para encontrar la solución hay que pagar, bien sea directamente o por medio de la obligación con el fisco, pero pagar.

         Sin embargo hay cegueras que son retribuidas. Puede sonar a chanza pero no, es mucho más frecuente de lo que nuestra imaginación pueda alcanzar y nuestra fantasía soñar. No todo el mundo reúne los requisitos para desarrollar una ceguera retribuida, se necesita disponer de unas características especiales. En primer lugar valorar el dinero como motor y gasolina para el movimiento y en segundo lugar, estar profundamente convencido de que los principios son coherentemente válidos hasta que se cambien por otros. Como decía Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.” Con estos dos requisitos se consigue estar en disposición de ejercer la ceguera remunerada.

Al ciego remunerado le pagan por ver la realidad que le beneficia, exclusivamente. Su mirada se concentra en la visión de la realidad que le resulta más conveniente. Afronta los problemas tomando las directrices que le resulten más cómodas, aunque tengan malas consecuencias para sus próximos. Y dedica sus esfuerzos intentando convencer a quienes le rodean de que lo bueno es lo que ellos ven como tal. Como solía decir Spinoza que los conceptos de “bueno” o “malo” son como unas proyecciones imaginarias, es decir, no se desea algo porque sea bueno, sino que se llame bueno porque se desea.


Pensaba Leonardo Da Vinci que los ojos son la ventana del alma. Por ello el ciego remunerado evita mirar con transparencia no vaya a ser que descubran sus verdaderas intenciones y quede en evidencia la calaña de sus deseos.

domingo, 22 de marzo de 2015

Presentación libro SIN TECHO Y DE CARTÓN

“Sin techo y de cartón nos invita a contrarrestar nuestra propia indiferencia, a volver a poner a la persona en el centro; la persona real, de carne y hueso, con nombre. Son más de treinta personas, con nombre e historia, las que en este libro entrecruzan sus vidas y destinos. De alguna forma, casi todos los retratos nos son conocidos. Habla de madres y abuelas, de hombres y niños, de esposas e hijas, de trabajadores y desempleados, de vecinos e inmigrantes, de profesionales y religiosos, de grandes en humanidad y de miserables, quizá de nosotros mismos. Habla de amistad, amor, fracasos…” 
Jorge Nuño Mayer 


lunes, 16 de marzo de 2015

RECUERDOS

Romper una vida
 y las hojas escritas
 que miran al universo
 con la fuerza del alma. 
 Para encontrar al ser
 que a la humanidad
 le gustaría llegar a ser. 

 Borrar el pasado
 y sus cartas escritas 
con el encanto 
de haber saboreado el azúcar, 
 y escupido la hiel 
sin herir a la historia 
 que te ha hecho crecer. 

 Sorprender al presente 
y mirar el reloj 
con pasión adolescente 
carente de tanta vida 
que espera la suerte 
de vivir hasta la muerte 
con paz y mesura. 

 Dejar el pasado, 
 vivir el presente 
amar hasta el final 
tronzar lo vivido 
con sierra de acero 
sangrar exprimiendo 
el corazón, en un cuento.

martes, 10 de marzo de 2015

Estómagos agradecidos

         Hay una especie humana en periodo de desarrollo y aumento progresivo. No tienen nombre y se esconden detrás de las espaldas de quien les protege. Se disfrazan con las auténticas armas de los camaleones para adaptarse perfectamente al color de la tierra que pisan. No piensan, no sienten, no opinan, no se ponen al frente de nada, siempre obedecen órdenes de arriba. Ellos no tienen la culpa de nada, se limitan a cumplir su misión, a salvar a las organizaciones que les dan de comer.

         Suelen estampar en su frente el escudo de la familia dominante y se adornan con los galones y las estrellas del régimen de turno. Ejecutan la misión encomendada sin cuestionar la moralidad de sus acciones. El criterio del valor ético lo delegan en sus superiores que son los que piensan. Ellos están para salvar e imponer su orden con las directrices encomendadas por el dirigente de turno. Sean buenas o malas, éticas o inmorales, responsables o irrespetuosas. Da igual, lo fundamental es servir al régimen que les ha premiado. No piensan jamás en morder la mano que les da de comer.

         Sus argumentos se fundamentan en las normas establecidas por la autoridad máxima. Siguen el argumentario oficial, el pensamiento único no debe dejar nada a la reflexión sobre la responsabilidad personal. Al jefe le preocupa que las personas adheridas a su régimen sean contagiadas por la sensatez y hacen todo lo posible para vacunarlas con la inoculación de ideas diferentes para que sean los propios súbditos quienes se protejan del peligroso virus llamado libertad. Las ideas basadas en la libertad suelen ser potentes armas que cuestionan lo establecido, por tanto, son potencialmente peligrosas. Podría parecer que solo me estoy refiriendo a algunas características de las políticas de regímenes totalitarios. Pero no, también estoy haciendo referencia a las pequeñas organizaciones empresariales, educativas, religiosas e incluso familiares.

         Porque estómagos agradecidos hay en todas las partes. Es más fácil dejarse premiar y aplaudir al que rellena el almacén de tu casa que enfrentarse al opresor que roba en la propiedad del vecino. La ignorancia consentida es complaciente con el tirano hasta que éste viola a la mujer del que siempre mira para otro lado ante la injusticia. Entonces, y sólo entonces, se da cuenta de la perversión de su silencio.

         A estos estómagos agradecidos se les distingue porque cuanto mejor se describe su idiosincrasia menos se reconocen. Han aceptado en su interior que son casi perfectos y se adjudican tal grado de autoestima personal que es imposible tocar su invulnerable corazón. No perciben el vacío que se produce a su alrededor y, como mucho, sienten una cierta distancia que ellos consideran como la medida justa que separa al inculto del docto, al pecador del impoluto. Es la denominada carga del cargo. Son impasibles ante las evidencias que constatan la sobreactuación en sus manifestaciones vacías de autoridad y teñidas del color partidista de su dueño.
        
         Tienden a subir peldaños en la escalera oliendo el trasero de quien está en el peldaño superior. Escalando poco a poco en su ascenso hasta situarse en el nivel de incompetencia. Como afirma el principio de Laurence J. Peter: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse”. Se les olvida que la escalera está asentada sobre una base inestable y apoyada en una pared de cartón.