lunes, 10 de noviembre de 2014

LA ESCUELA CATÓLICA


            La escuela católica cuenta en sus fines la promoción de los valores cristianos.  Además de la formación integral de la persona, de la atención a los desfavorecidos, del diálogo, etc.
Se dedica a enseñar los mismos contenidos  los mismos programas que la escuela privada y la pública.
Sus profesores son personas que su profesión es más o menos vocacional y al igual que la mayoría del profesorado recibe su salario por ejercer la docencia. Imagino que impartirán sus clases con calidad, atenderán a las familias con respeto, participarán en los consejos escolares, buscarán la formación integral de su alumnado, etc. De la misma forma que lo hace el profesorado de las escuelas públicas o privadas. ¿Dónde se encuentra el marchamo que les diferencia del resto de profesorado, en que son católicos? Me asalta una gran duda. He oído alguna respuesta a esa pregunta en la línea de respeto al ideario del centro, pero me había creído que el respeto se da  por supuesto en una cultura democrática.
Supongo que el carácter católico no se medirá por las misas que realicen en el centro, las confesiones de su personal, los rezos al comienzo y finalización de las clases o la afinidad de pensamiento con la dirección del colegio. O tal vez sea porque el representante de la institución educativa es un cura o alguien nombrado por el obispo del lugar. O porque la mayoría del profesorado pertenece a una orden religiosa. Habrá algo más, digo yo.
La pertenencia a una estructura eclesial, les incluye unas directrices de adoctrinamiento sobre sus alumnos para que libremente acojan la opción de la fe cristiana.
Pero sigo insistiendo en el nombre, escuela, como la parte fundamental de su tarea. El apellido, católica, no deja de ser un posicionamiento que pretende inclinar a sus educandos hacia una determinada opción de vida. Lo mismo que podríamos decir sobre los enfoques  religiosos  o partidistas, por ejemplo, de la escuela islámica, budista, socialista, liberal, etc..
¿Pero no corresponde a la persona con su capacidad de elegir, cuando es adulta, tomar la opción de vida que más le interese? ¿Por qué siempre aparecen partidarios de enfocar la educación de los niños y jóvenes hacia una determinada cultura, religión o ideología?  


viernes, 7 de noviembre de 2014

Sentido común

Nos hemos vuelto locos. Se ha perdido el sentido común. Si analizamos algunas de las bases que sustentan toda sociedad como son la sanidad o la justicia observaremos con qué facilidad se está perdiendo.

            En sanidad hay que utilizar los recursos sanitarios sin despilfarro, de acuerdo. Pero eso no significa que disminuyendo personal y atención al paciente se mejore el servicio de salud. Cuando los médicos y técnicos sanitarios no pueden dar más de sí porque no llegan a todo el trabajo que tienen, se ralentiza y perjudica la atención al paciente. Si se suprimen camas, se pierde capacidad de hospitalización. Si se carecen de quirófanos las operaciones se demoran en demasía. ¿Cuál es el resultado? Pues el que tiene pelas se contrata un seguro médico o se paga la atención que la seguridad social no le proporciona. Paga al mismo médico que le atiende en la seguridad social, pero ahora lo hace en la clínica privada donde trabaja. Allí le realiza la operación que necesita o se le suministra el tratamiento para su enfermedad. Y el que no tiene dinero, se aguanta o se muere esperando que le pongan una crucecita en la lista de espera. El sentido común dice que por culpa de unos pocos incompetentes que no administran la sanidad pública como se debiera, pagan los platos rotos las personas con menos recursos económicos, que son las que realmente se quedan sin atender. Curiosamente siempre se privatiza la riqueza, las ventajas para unos pocos y se hacen públicos los gastos, es decir las desventajas para la mayoría.
En la justicia también falta  ese sentido común. El pobre infeliz que ha robado cuatro herramientas de trabajo y unos miles de euros, a los dos días lo tienes en la cárcel. Hasta aquí parece justo. Pero si en vez de robar miles de euros roba millones, puede estar tranquilo. Con ese dinero contrata a los mejores abogados, dilata los juicios, encuentra las rendijas de la justicia para salirse por un lado. Incluso se puede permitir el lujo de pagar esa fianza que es calderilla si se compara con el montante de lo que ha robado. Los altos magistrados son capaces de afirmar que la justicia está preparada para “los roba gallinas”. Es decir que no puede responder a los macro sinvergüenzas. Nos hemos vuelto locos. Vaya justicia de mierda. Eso, ¿no es perder el sentido común?


jueves, 6 de noviembre de 2014

Amanita caesarea


La mañana se ha despertado gris. Pero el sol le ha ganado la partida pintándola de vivos colores otoñales. El robledal se posa sobre el monte derramando hermosas carrascas en sus laderas. Verdes y ocres se combinan en múltiples colores. El olor a humedad inunda el ambiente con una paz inconmensurable. Sobre las piedras una alfombra de musgo calienta las sombras del bosque. Los tejos de piedras generan pequeños senderos que desaparecen por doquier como un regalo sembrado al azar. Ramas secas durmiendo en su lecho eterno tapando con delicadeza las finas hierbas que ansían absorber cualquier rayo de sol que les empuje a la vida. Los insectos revolotean entre la maleza agreste cantando en silencio las voces de los duendes. El encanto se apodera de un ámbito reservado para los tímidos animales escondidos en su mundo, vigilando a extraños, desbrozando entre las primeras hojas caídas a su suerte, su alimento preferido.
Allí están las reinas del lugar. Unas de colores vivos, rojos con pintas blancas, inspirando las casas que se pintan en los cuentos de enanitos. Otras blancas, inmaculadas, atractivas hasta hacer caer en el pecado, tentadoras como el mismo diablo que sonríe al débil para que se abandone en sus brazos. Marrones, oscuras, enormes, atrompetadas, pedorreras, obesas con estómagos de mullido verde amarillento. Paraguas agrietados, espesos, sugerentes. Sombreros violetas altivos, solitarios orgullosos por ser tan únicos. Pequeñas, unidas en dibujos de senderos.  Tímidas, escondidas bajo las viejas hojas y todas salpicando esa ladera mágica  del rey monte.

            En un recodo, sin nombre, tras el tronco de un roble anodino emerge la gran buscada, la que disfrutaban los césares, no sin antes darlas a probar al esclavo para evitar la mortalidad que producían sus competidoras, aparece el color amarillo dorado sobre un tronco que soporta un ovoide delicioso, la reina de todas ellas, la amanita caesarea o yema de huevo. ¡Qué placer!

martes, 4 de noviembre de 2014

ESCUELA PRIVADA


                La mayor parte de los centros privados expresan en su ideario o carácter propio del centro,  el deseo de desarrollar una formación integral de la persona, una educación de calidad, personalizada, con la participación de todos los agentes alumnado, profesorado y familias. Por ahí se mueven sus principios, definiendo con claridad dónde van a poner el acento en el desarrollo de la educación que imparten. Sus idearios priorizan el enfoque educativo. Ya sea religioso, moral y/o social. En este aspecto poco se diferencian de la escuela pública y concertada.
                ¿Dónde se encuentran las diferencias fundamentales frente a la escuela pública? Fundamentalmente en dos aspectos: el económico y la especialización.
El económico porque cobran al cliente el servicio prestado de educación. Son escuelas para quienes se pueden permitir el lujo de pagar de su bolsillo todos los costes de la enseñanza. Se les suele conceptualizar tácitamente como las escuelas para los ricos. Los padres son partidarios del derecho a elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos y abanderan los valores de la libertad con el poder adquisitivo de sus bienes económicos. Se olvidan de la existencia de muchas familias, la mayoría, que no pueden hacer ese ejercicio de “libertad”.
La especialización y la flexibilidad en sus programas académicos. La escuela privada se diferencia de la escuela pública porque se puede permitir y fomentar una mayor profundización en las áreas educativas en las que se especializa. Léase por ejemplo, las escuelas de formación en idiomas o arte. El profesorado centra su atención en la consecución de resultados destacables con sus alumnos. Se utilizan baremos de eficiencia y eficacia en la docencia y en el éxito que alcanza su alumnado. Son escuelas en la que la competitividad es fundamental para destacar sobre sus competidores y poder subsistir.
Los dos aspectos anteriores se retroalimentan de una manera significativa. Cuanta más especialización, más competidores dejan fuera de combate y más pueden subir los costes de la formación que imparten. De la misma forma, los costes elevados del servicio que prestan se asocian al prestigio de sus enseñanzas. Se les denomina los colegios de élite y con razón. Son los centros para una minoría, no cabe duda.
La conveniencia o no de este tipo de centros es una cuestión que entra en el ámbito de la justicia social. Vivimos en una sociedad que es capaz de conciliar valores contradictorios y  se puede ver a grandes defensores de la escuela pública llevar a sus hijos a la escuela privada. O partidarios de la escuela privada despilfarrando las oportunidades en las universidades públicas.

Pero sigo preguntándome: Independientemente del tipo de escuela sea pública o privada, ¿Sabemos todos los educadores cuáles son los principios y valores por excelencia que debemos transmitir a las nuevas generaciones?

domingo, 2 de noviembre de 2014

Noche de ánimas

            En Trasmoz se celebra la noche de las ánimas. Desde primeras horas de la mañana la gente acude a la plaza del pueblo a vaciar calabazas y recortar en su corteza los ojos, la nariz y la boca por la que saldrá la luz de una vela. Por la tarde dejarán las calabazas a lo largo del camino que une la iglesia con el cementerio. Y también las dejarán distribuida por las calles. Un ambiente espectacular.
La gente acude al pueblo desde diferentes lugares. Muchísimas personas. Un pueblo con apenas setenta personas censadas acoge esta noche a más de mil. ¡Impresionante! ¿A qué vienen? ¿A recordar a los difuntos? Me da a la nariz que la mayoría simplemente se acercan a pasarlo bien. A disfrutar del morbillo del miedo que van a pasar los niños mirando a los que se disfrazan de zombis. A jugar a sustitos que proporcionan los jóvenes y pasar un buen rato. Es más, para que la gente sepa dónde está el follón se ameniza con un pasacalles que va tocando cuatro instrumentos como si de una feria medieval se tratara. ¡Qué bonito!

Da igual que sea la noche de las ánimas, las fiestas del pueblo, el día de las brujas o sanperiquitín. Hay movida, va mucha gente, se puede comer un bocata después de esperar en una larga fila, pues allí se acude. Y yo me pregunto, ¿así vamos a transmitir a las generaciones venideras las verdaderas tradiciones que recibimos de nuestros mayores? Las celebraciones de los días relevantes del año se están convirtiendo en puro consumo. Poco a poco se ha convertido en el único dios que adora todo el mundo: el dios consumo. Consumo luego existo. No consumo, no soy nadie, he muerto. Pienso que para adorar a ese dios más vale ser ateo.